De la Competencia a la CooperaciónCrisis Mundial, Pandemia y Revolución Tecnológica.
15 junio, 2020
A ti que hollaras más tarde la faz de este mundo si tu razón se esclarece y te preguntas quienes somos, pues somos la tierra – de un relato Maya
Introducción:
En principio este iba a ser un artículo sobre el capitalismo actual, la revolución tecnológica,
la financiarización de la economía, el cambio climático y el paso del mundo de la segunda
revolución Industrial al de la tercera y cuarta, pero surgió la pandemia y naturalmente
derivó en ella. No es por lo tanto un escrito estrictamente sobre el impacto del COVID 19,
tiene un marco de época bastante más general y desde allí articula con el tema del
momento, planteando conclusiones y perspectivas que acompañan el plan más amplio de
elaboración inicial.
La vida de la humanidad no ha sido fácil, este débil mono surgido en algún rincón del sureste de África hace algo más de 200.000 años, ha demostrado una capacidad de resiliencia
importante. Durante el mismo período otras especies no superaron el exigente rasero de la
supervivencia del más apto. Distintos linajes de animales o subvariedades de humanos
desaparecieron o fueron absorbidas por la sapiens, que lentamente se transformó en la
dueña del planeta.
De hecho vivimos casi la mitad de nuestra existencia como especie, en época glaciar, a
pesar de sus rigurosidades lentamente nos expandimos por Europa y Asia aún heladas y
llegamos a América gracias a que el estrecho de Bering estaba congelado.
Nuestra herencia evolutiva específica, la razón y el lenguaje complejo con capacidad de
abstracción, hablado primero y escrito mucho después, gestaron las condiciones de la
cooperación humana extendida y la consiguiente aceleración del desarrollo de la técnica y
el relativo control del medio, que de ella se desprende. Con el fin de la época glaciar
terminaron de madurar las condiciones climáticas que nos ayudaron a transformarnos en las
amas y los amos de la tierra.
El primer impacto tecnológico a gran escala después del fuego, transformó para siempre el
rostro de nuestro mundo, con la revolución neolítica y el desarrollo de la agricultura
comienza la historia humana, salimos del reino de la necesidad extrema, podemos decir que
abandonamos el nivel biológico de la selección natural y con nosotras y nosotros
lentamente lo haría el resto de la naturaleza ( esto requiere de una explicación más extensa
que se desarrollará en otros materiales).
Una vez en nuestra era, la del reinado humano, no dejamos de enfrentar catástrofe tras
catástrofe, de hecho la vida y su desarrollo es un evento con pocas probabilidades aun en
un planeta como el nuestro y su continuidad depende a veces de un hilo muy fino.
Ya en tiempos cálidos, cada 1500 o 2000 años enfrentamos relativos enfriamientos o breves
edades del hielo, la última, la pequeña edad de hielo desde 1350 a 1850 de nuestra era,
golpeó con fuerza y junto a la peste bubónica, que sólo en Europa redujo la población de 80
millones a menos de 30, le asestaron un golpe decisivo a las relaciones feudales de
producción y ayudaron a generar las condiciones para que fueran emergiendo las
capitalistas.
El siglo XX llegó con la primera guerra mundial, la gripe española y luego la segunda gran
guerra, en total unos 150 millones de muertos. Desde esta perspectiva fue un siglo atroz e
increíblemente sangriento. También fue el siglo donde la revolución tecnológica industrial
que sacude nuestros cimientos económicos desde hace 400 años, se aceleró de manera
impetuosa. El siglo del teléfono, la radio, el automóvil, el televisor, los aviones, los primeros
viajes espaciales, y el comienzo de la computación e informática.
En medio de la revolución, guerras atroces, el nazismo y la peste, la vida de la humanidad
se transformó radical y vertiginosamente. El desarrollo de las fuerzas productivas
experimentó el más portentoso crecimiento de la historia, lo que entre otras cosas nos
obliga como marxistas a revisar en ese punto la teoría, más allá de su magistral descripción
de la lógica del capital y su proceso de acumulación.
También en ese siglo surgió y se desplegó el primer intento humano de ingresar
definitivamente en reino de la cooperación. La revolución bolchevique del 17, la primera
revolución socialista, que terminó con la propiedad privada de los medios de producción y
se lanzó decididamente a la aventura de construir un nuevo sistema, en medio de la
devastación producida por la Primera guerra mundial y la guerra civil, que sucedió a la toma
del poder por los bolcheviques.
Tratando de hacer honor, por primera vez desde las relaciones de producción, sociales y
políticas a los atributos evolutivos de nuestra especie, la única, tecnológica (con amplia
capacidad de transformar su entorno) con lenguaje, razón, conciencia y sentimientos
superiores como el amor y la empatía. Definitivamente estamos dotados por la
evolución con las mayores capacidades de cooperación de la naturaleza ( mal que les
pese al difunto Dawkins, los neo darwinistas y los filósofos del liberalismo clásico que
plantean que somos pragmáticos y egoístas por naturaleza). Es ese rasgo justamente el
que construye nuestro lugar en el mundo. (1)
Decíamos (2) que la revolución del 17 intentó terminar con el capitalismo y su lógica basada
en el egoismo y la acumulacion de capital. Fue un intento serio, prolongado y a su vez con
claras limitaciones históricas. La revolución, parafraseando a Trotsky, no es como la sueñan
los profesores socialistas en sus siestas de biblioteca, sino tal cual sale del laboratorio
implacable de la historia y deformada por la acción de fuerzas hostiles. Quienes la
defendemos aún nos debemos un análisis científico del auge y caída de la URSS y el
socialismo real Europeo. Otros procesos en la misma dirección se irían abriendo más tarde
camino, como la revolución en China cuyo desarrollo y perspectivas son hoy materia de
análisis y debate.
Así llegamos al siglo XXI. En el nuevo milenio se fue desplegando una situación histórica y
geopolítica nueva; Podríamos enumerar los rasgos de esta época en los siguientes:
La emergencia, después de un siglo de predominio de EE.UU, de China como la primer
potencia en cuanto a producción de bienes y servicios (considerados con el método
denominado paridad de compra -valor real de la producción- y no mediado por las
circunstancias de los tipos de cambio). Y disputando el papel de primer potencia mundial en
todos los sentidos a la nación del norte de América.
Es evidentemente un tema de análisis, las diferencias con la época de la llamada guerra fría
donde confrontaban el Bloque del socialismo encabezado por la URSS y el “occidental”
encabezado por EE.UU. Ese enfrentamiento tuvo un fuerte componente político, ideológico
y militar. En lo económico a pesar del impresionante crecimiento de la URSS como
describimos más arriba, la hegemonía estuvo siempre en manos “Americana”. Hoy
pareciera que China camina por el sendero opuesto, afirma primero su desarrollo
económico aún usando herramientas del capitalismo y mantiene bajo perfil en la disputa
ideológica, política y militar.
Así la disputa China – EE.UU marca toda la geopolítica mundial de esta primera parte del
siglo y no se pueden proyectar perspectivas, sino tenemos en cuenta las implicancias de
esa disputa y nos ubicamos con realismo en relación a ella.
Otro rasgo es la revolución tecnológica que está cambiando aceleradamente la forma de
producir, consumir y vivir de la humanidad. Ingresamos en una nueva etapa determinada
por el paso del capitalismo de la segunda revolución industrial al de la tercera y cuarta.
Junto a las características mencionadas se agudiza la financiarización de la vida
económica, esto es un gigantesco endeudamiento de las personas, las empresas y las
naciones. Este endeudamiento entre otras tiene 2 funciones fundamentales, capturar y
redireccionar plusvalía a nivel global acentuando el proceso de concentración y
centralización del capital y simultánea y tal vez contradictoriamente, intentar neutralizar o
postergar las crisis de sobreproducción o subconsumo relativos (Esto se abordará
detalladamente más adelante en el texto)
Por último, estamos en un ciclo de la naturaleza sobre el planeta, nuevo, que llamamos
antropoceno. Caracterizado porque la naturaleza está cada vez más influida por la acción
humana, que por la acción de otros elementos naturales. Con el resultado entre otros del
calentamiento global, producto de nuestra actividad económica con la matriz energética
basada en los combustibles fósiles.
En esta encrucijada nos sorprende la primera pandemia del siglo XXI en este capitalismo
que tal vez podamos ya, denominar maduro.
Notas
(1) “desde que escribí mi manifiesto de la selección genética he pensado en la posibilidad de que exista
una especie de selección superior que haya operado de manera ocasional durante el largo curso de la
evolución… “
“Actualmente pienso que no solo algunos organismos individuales están mejor
dotados que otros para la supervivencia, sino que clases enteras de organismos
pueden estar mejor dotadas que otras para la evolución…”
“Puede haber una especie de selección de alto nivel para las embriologias que se
prestan a la evolución; una selección en favor de la capacidad de evolución. Este
tipo de selección puede ser incluso acumulativo, y por lo tanto progresivo de un
modo que no lo es la selección de grupo.” – El Gen Egoísta – notas- Richard Dawkins
El Dawkins maduro entendió que su teoría de la selección de genes (egoístas) y que por lo tanto
reproducen egoísmo en los individuos en su lucha por la supervivencia, no describía cabalmente
el mundo emergente de esas leyes, un mundo donde cada vez más la capacidad de cooperación
humana explicaba nuestro predominio sobre el resto.
Esa “selección en favor de la capacidad de evolución” advertida por Dawkins, puede ser descripta
en términos de cómo la evolución selecciona en última instancia complejidad, o dicho de otra forma
capacidad de cooperación.
(2) Se utilizará en todo el texto la primera persona del plural, (nosotros) para los aspectos narrativos, dado
que lo aquí expuesto es el resultado de múltiples debates y análisis siempre colectivos, sintetizados en
este caso por la pluma de quien escribe.
Algunos antecedentes de época:
Finalizada la segunda guerra mundial se desplegó la época dorada del capitalismo en el
siglo XX, fue un período de crecimiento mundial sostenido y prolongado. Crecía EE.UU,
América latina y Asia pero también crecían los países del socialismo real y la URSS
protagonizaba un desarrollo impresionante, en 50 años se acercaba a lo que EE.UU había
realizado en 200, atravesada además en ese corto período por eventos devastadores de su
economía e infraestructura (Primera guerra mundial, revolución y guerra civil y la segunda
guerra mundial).
Fue una etapa de intenso desarrollo de las fuerzas productivas a nivel mundial, en el
contexto de la competencia capitalismo- socialismo y probablemente como consecuencia
directa de ella.
Con la década del 70 llegó la crisis de los petrodólares y el fin de la época dorada del
capitalismo de posguerra.
La nueva era, los años siguientes a aquella etapa de crecimiento, inauguró el esfuerzo de la
burguesía por recomponer su tasa de ganancia, amenazada por el impresionante aumento
de la composición orgánica del capital.
Esto desembocó entre otras cosas, en una nueva división internacional del trabajo con
importantes cambios, como la llamada relocalización del capital industrial. Buscando mano
de obra sustancialmente más económica y la posibilidad de ganar un mercado potencial
gigantesco (Sudeste Asiático).
Esa nueva situación no trajo muchas novedades para América Latina (continente de 16
millones de kilómetros cuadrados y 500 millones de habitantes) en donde las elites locales e
internacionales continuaron con su política de extracción y exportación de materias primas,
imponiendonos nuevamente viejas relaciones económicas y políticas, ahora con el formato
neocolonial en la nueva realidad internacional.
Por el contrario el sudeste asiático con más o menos la misma superficie que Latinoamérica
pero la mitad de la población mundial, casi 3000 millones de habitantes, más una sociedad
moldeada en costumbres milenarias, lo que asegura su estabilidad y relativa disciplina
laboral, ofrecía las condiciones óptimas para que el capital fuese a instalar sus industrias
intensivas en mano de obra, que encontraban allí mejores perspectivas concretas de
desarrollo.
En este contexto se producía el citado fenómeno del sobreendeudamiento de América latina
y gran parte del llamado mundo subdesarrollado, pero también se iba endeudando
lentamente la mayoría de las naciones. En países como el nuestro la deuda consistió en
una forma específica de la reproducción ampliada del capital, del desarrollo de las
relaciones de producción capitalista; aquí esa acumulación adquiere la forma de
endeudamiento y luego con el repago de la misma de exportación de capitales. Somos
parte del proceso de acumulación internacional del capital financiero imperialista y
especulativo y por lo tanto nuestra economía siempre está atada a aquellas necesidades y
vaivenes.
A nivel mundial la economía en los últimos 40 años estuvo caracterizada por la ofensiva del
capital sobre las conquistas de las masas trabajadoras desplegando simultáneamente un
esfuerzo sostenido por recuperar su tasa de ganancia en declive, promoviendo para ello
múltiples estrategias, Fue una etapa de concentración de capitales y de enorme crecimiento
de la desigualdad, lo que recrudeció desde finales de los 80 y principios de los 90 con la
caída del muro y el impetuoso impulso al neoliberalismo
Esta época tuvo períodos de retroceso y períodos cortos de auge, incluso muy dinámicos
como los años 90 de la mano de la caída del muro y la incorporación de un basto territorio a
las relaciones de producción capitalistas.
Maduró la configuración mundial de globalización, desarrollo del capital financiero, de la
economía del endeudamiento y relocalización en ese contexto de las industrias,
trasladándose el eje de la producción de mercancías al sudeste asiático con centro en
China. En la búsqueda de recomponer su tasa de ganancia el capital impulsó
concéntricamente estos 3 procesos: revolución tecnológica, globalización financiera/
sobreendeudamiento mundial y relocalización de la producción. Tal vez este último
componente contribuyo al desarrollo de un “monstruo” impensado (China). A veces la
dialéctica de la historia, le juega malas pasadas a quienes se creen sus dueños.
La economía del endeudamiento global y generalizado, también llamada de
globalización financiera.
Cuando se habla de globalización financiera o financiarización de la economía, de capital
ficticio, no siempre queda claro el problema enunciado.
¿De qué fenómenos o relaciones económicas concretas estamos hablando?
Si bien el concepto indica dinero o capital que no está respaldado en la producción
presente, el adjetivo de ficticio no ayuda cabalmente a entender cuál es su real rol en la
economía, que está lejos de ser una ficción, por el contrario es sumamente concreto. Como
lo son los misiles, los muertos y las guerras que desata.
Marx se refiere a este fenómeno en el tercer tomo del capital en el que invierte el método de
los 2 anteriores y reconstruye el funcionamiento del capitalismo en su conjunto, desde su
funcionamiento real (lo concreto). Allí se refiere fundamentalmente a las letras de cambio,
las acciones y títulos públicos.
En el caso de las acciones reconoce que cuando se emiten constituyen una inyección de
capital real al proceso productivo, pero después de ese primer momento, el precio de estas
queda sometido a vaivenes especulativos en su compra y venta, que pueden modificar de
manera muy importante sus valores en función de expectativas de ganancias futuras. Esos
cambios constituyen la parte “ficticia” de ese capital que va cambiando de manos.
En el caso de los títulos públicos plantea que ese dinero se utiliza generalmente para cubrir
déficit estatal, o sea que no ingresa directamente al circuito de produccion de plusvalia.
Analicemos un poco algunos aspectos del fenómeno: El capitalismo fue generando
instrumentos para evitar, neutralizar, posponer o superar sus crisis clásicas llamadas de
superproducción relativas, o su contracara pero expresión de la misma contradicción, de
subconsumo relativo.
Estas crisis están basadas según el Marxismo tradicional en la contradicción entre la
producción cada vez más social y la apropiación cada vez más privada, lo que
periódicamente pone en cuestión la posibilidad de realizar el valor de la producción.
Se fueron desarrollando varias herramientas en el intento de lograr la neutralización de
aquella contradicción. La emisión monetaria es una de las formas clásicas de “aceitar” el
proceso productivo, acelerando el ciclo económico mediante el influjo dinero, cuando hay
capacidad ociosa en la industria (Keynes). Otra forma en parte derivada de la anterior son
los procesos de endeudamiento, donde es fundamental el papel de los bancos y otras
entidades financieras cuya misión es movilizar el capital de una rama a la otra, de un sector
a otro realizando operaciones de crédito.
Si todos tuviéramos que pagar lo que compramos en efectivo: personas, empresas,
naciones, los movimientos económicos serían mucho más limitados, pero sobre todo
quedaría en evidencia rápidamente el fenómeno de la sobreproducción o subconsumo
relativo.
El crédito o el endeudamiento de las personas, las empresas y las naciones (trasladando a
escala internacional el fenómeno) permite desacoplar el momento de la producción de los
bienes o servicios y la definitiva realización de su valor. Reduciendo la contradicción entre
los distintos tiempos de la producción, distribución y consumo, manteniendo la rueda de la
reproducción en movimiento. No se paga por la mercancía o servicio adquirido pero se crea
un compromiso de hacerlo más adelante y esto está respaldado por las leyes nacionales e
internacionales.
Estas operaciones de crédito/endeudamiento comprometen una parte futura del valor del
trabajo de los asalariados, y la producción de las empresas, no ya para comprar nuevos
productos o servicios sino para pagar los ya adquiridos. Así el gran capital financiero tiene,
usando una metáfora popular, agarrados del cuello a sus deudores.
Desde que se contrae la deuda se crea un compromiso que hará fluir futuras plusvalías
hacia el prestamista para cancelarla. Podemos decir que es un contrato de propiedad de
ulteriores plusvalías.
El acreedor pasa a ser propietario de una parte del tiempo de trabajo futuro de enormes
masas trabajadoras, de las naciones y empresas endeudadas. Lo que constituye una
relación productiva concreta, una forma de esclavitud moderna, Es una de las maneras
(múltiples) que adquiere la propiedad de los medios de producción en la era del capital
monopólico, el imperialismo y más específicamente la globalización financiera.
La lógica de reproducción ampliada en su conjunto del capital, las miles de millones de
operaciones simultáneas de compra venta, donde se realiza el valor de las mercancías,
donde se manifiestan las proporciones, los equilibrios o desequilibrios entre los sectores
productivos (sector 1 sector 2) y las naciones, tiene una dinámica altamente compleja y
extendida en el tiempo. Esto se manifiesta no solo desde el punto de vista del ciclo
productivo de corto plazo, sino de los ciclos económicos de mediano e incluso largo plazo.
En ese contexto el desarrollo de instrumentos monetarios y financieros complejos y
sofisticados constituyen herramientas imprescindibles para articular esos ciclos, para brindar
por decirlo de algún modo, el medio, el escenario y los instrumentos con los que el capital
opera.
El análisis marxista, que explica el valor como tiempo de trabajo contenido en las
mercancía, los mecanismos de extracción de plusvalía y las relaciones o proporciones entre
sectores de la producción (1 y 2); cumple un papel pedagógico que nos permite visualizar el
funcionamiento del conjunto, sin embargo en la vida estos conceptos sólo se manifiestan
como tendencias.
Pocas veces en la práctica, un producto se vende ajustadamente por su valor de cambio
real, en tanto tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlo, o el sector 1 y el 2
intercambian bienes en las proporciones exactas. Por el contrario habitualmente el
capitalismo se mueve en medio de desequilibrios continuos, en una lucha permanente entre
trabajadores y capitalistas, entre los propios capitalistas, entre los diferentes sectores
productivos, entre naciones, entre regiones, entre diversos monopolios y hoy entre las
empresas de la 2 revolución industrial y las de la 3 y 4 que se disputan el modelo
productivo y la distribución de plusvalía.
Esa necesaria proyección temporal del ciclo de la reproducción del capital, está en parte
regulada en términos económicos y también jurídicos por dichas herramientas financieras,
que así entendidas no están totalmente divorciadas del ciclo del capital, de los procesos de
reproducción ampliada en su conjunto a nivel internacional, sino que son parte de los
instrumentos de regulación de dicho ciclo.
Esas herramientas están a su vez sometidas a intensas tensiones especulativas como
sucede con las acciones o los bonos de los tesoros, pero esto no es más que la íntima
lógica del capital amplificada a esos niveles. La especulación existe en todos los niveles de
la producción y está asociada al fenómeno de la generación y disputa de plusvalía entre
sectores, empresas y naciones. Se especula en todos los niveles, desde los precios de las
mercancías en cualquier mercado, hasta los instrumentos más sofisticados existentes hoy
en el mundo financiero.
Estos instrumentos de endeudamiento juegan claramente un papel en los procesos de
concentración y centralización del capital a nivel internacional. Las deudas externas están
claramente ligadas a esos procesos de ordenamiento y reordenamiento en términos
globales. Juegan un papel en la extracción, disputa, captura y derivación de plusvalía en
clave imperialista y de globalización.
Entender a las finanzas como simple transacciones irreales sin sustento material, es
suponer que su reinado hará caer al capitalismo en tanto ficción insostenible. Es la vieja
expectativa dogmática que plantea que el sistema simplemente se derrumbará, pues bien
esa predicción en esos términos no se ha verificado hasta ahora.
Lo cierto es que luego de cada crisis, muchas de ellas catastróficas, si no surge una
alternativa sistémica, el capitalismo retoma su senda ascendente.
La economía del mundo es cada vez más injusta y desigual, ahora además con un
impacto en la naturaleza que amenaza seriamente su sustentabilidad, pero lejos
estamos de una economía improductiva dominada por fenómenos simplemente
especulativos.
Pensemos en el parque automotor de hoy y el de la década del 50 del siglo pasado por
ejemplo. En 1950 se produjeron en EE.UU. 5 millones de autos por todo concepto, la
industria norteamericana producía en ese momento más del 60 % de los rodados del
mundo, por lo que la producción mundial estaba en unos 8 millones de vehículos, sobre una
población mundial de 2300 millones de personas. En el 2019 en plena crisis de la industria,
se produjeran cerca de 100 millones de vehículos sobre una población mundial de 7000
millones. Frente a un aumento de un 300 % de la población, hubo un aumento de casi el
1000% de la producción de vehículos.
Igualando la variable población, en 2019 se produjeron 3 vehículos por cada uno que se
producía en 1950. Si analizamos rubro por rubro veremos que la producción neta de bienes
y servicios o PBI por habitante, se ha incrementado enormemente en todos los sectores.
Hoy el capitalismo proyecta con cierto realismo la futura colonización de la Luna y Marte y
existen los adelantos científicos y los recursos materiales para concretarla. Iría allí a buscar
recursos minerales fundamentalmente y a explorar la superación de aquellos límites
naturales que la madre tierra empieza a manifestar. ¿Encontrará un nuevo nivel donde
exportar, trasladar sus contradicciones, recomenzando una vez más su ciclo de
reproducción ampliada? No lo sabemos, pero frente a esto se hace necesario dejar las
recetas de manual de lado y analizar el capitalismo y sus tendencias tal cual se manifiestan,
con método científico, como condición para postular alternativas válidas y efectivas.
Es cierto que hoy ese vertiginoso y cada vez más desigual rumbo, esa forma de producir
distribuir y consumir, empieza a chocar como lo veremos en los próximos títulos, con
algunos límites naturales y eso puede significar una crisis de dimensiones no conocidas
hasta ahora (Crisis civilizatoria asociado al agotamiento de recursos y al cambio climático).
Es cierto que las herramientas financieras se han multiplicado y ultrasofisticado de la mano
del desarrollo de las comunicaciones, internet y la globalización digital. Tienen por un lado la
facilidad de disponer de los recursos del mundo en cualquier lugar y momento, de canalizar
de esa manera inversiones y movilizar capitales para materializar proyectos de un lado a
otro del globo en instantes. Junto a esta capacidad, surgieron también los llamados
capitales especulativos, los que se caracterizan por intentar tomar ganancias rápidamente,
no toleran esperar para cobrarse con nuestro tiempo de trabajo futuro y por lo tanto se
cobran sus deudas a corto plazo, generando crisis, quiebras, literalmente saqueando
economías o países. Se mueven a alta velocidad generando un sistema de especulación
global.
Estas relaciones de endeudamiento, esos contratos de propiedad del tiempo de trabajo
futuro de las personas y las sociedades, quedan claramente evidenciadas por ejemplo en
los programas que imponía hasta hace poco el FMI a los países deudores, son la condición
del préstamo y la evidencia que con ese crédito está comprando nuestras capacidades en el
tiempo de generar plusvalía que será para pagar la deuda. Y el fondo a través de sus
planes se asegura los mecanismos para que así sea.
El problema es cuando el valor de esa deuda crece más allá de lo razonable, una nación no
puede endeudarse por los próximos siglos ( Es emblemático en este sentido el bono a 100
años de Macrí) y las personas tenemos un tiempo de vida limitado y una sola vida y la
deuda, no puede comprometer más que una parte de los ingresos futuros a riesgo de volver
insostenible todo el sistema. El endeudamiento actual está traspasando esos límites.
El Instituto de Finanzas internacional estima que la deuda global es de 253 billones de
dólares en 2019, sobre un PBI mundial estimado de alrededor de 80 billones. Más de 300 %
del PBI del mundo ( Zaiat Página 12 del 29/03/20). Esta deuda comienza a ser insostenible
y desde hace un par de años la economía mundial venía dando signos en ese sentido.
El FMI en su informe anual 2019 señalaba (ya antes de la pandemia) varias preocupaciones
y sombras en el porvenir económico. A saber planteaba que la producción industrial
continuaba sin recuperarse en gran parte del mundo pero fundamentalmente en EE.UU.
Más allá de la propaganda de Trump en realidad la economía de esa nación vivió una
mejoría en los años 18 y 19 pero fundamentalmente de la mano de los servicios. La
industria se deprimía o se mostraba errática en la mayor parte del globo menos en China,
donde de cualquier forma se redujeron sus tasas de crecimiento. El mismo informe destaca
también que las tensiones comerciales, la disputa inter hegemónica entre EE.UU. y China le
agregaba al panorama mundial un grado de incertidumbre importante ya que, como
consecuencia de esa disputa está totalmente paralizada la ronda de Doha de la
Organización Mundial de Comercio. Finalmente se destacaba la preocupación creciente que
en este contexto de parate de la industria, genera el sobreendeudamiento mundial, pagar
en condiciones normales ya es sumamente difícil, pero en un contexto de crisis es
simplemente imposible.
El calentamiento global
La tradición mayoritaria de las ciencias sociales occidentales, establece una especie de
fractura irredimible entre naturaleza y sociedad, entre historia natural e historia social
humana. Esto Hegel lo teorizaba desde su lógica idealista religiosa, planteando que la
historia humana es la “alienación de la idea”, esto es la terrenalización de la misma, a través
de un complejo sistema de despliegue de contradicciones. La naturaleza quedaba afuera de
ese juego. La realidad nos demuestra que somos naturaleza consciente transformando
naturaleza y que hay que comenzar a cuidar ciertas condiciones de estabilidad, a riesgo de
que los procesos de producción de entropía nos impongan su dinámica de descomposición
y caos.
En la economía tanto liberales como marxistas analizaron, con sus obvias diferencias, el
ciclo productivo como si las materias primas y la naturaleza en donde se llevan a cabo las
operaciones económicas fuesen inmutables o eternas. Es cierto que Marx trabajó la idea de
la destrucción de naturaleza por parte del capital en algunos de sus escritos, pero no hubo
una integración cabal de este fenómeno al análisis de la reproducción ampliada del capital.
Esto es absolutamente razonable dada la época en la que escribió Marx.
Lo cierto es que el ciclo económico inicia en las condiciones de la biosfera y su interrelación
con la corteza terrestre y sus recursos y finaliza de nuevo allí como biosfera y tierra
transformadas. En este proceso se agotan recursos, se mejora y se desarrolla nuestro
ecosistema humano y se produce entropía.
A la clásica fórmula del capital
D-M-D’ debería agregarse (D+N) – M – (D’- N1)
Donde N es el costo del deterioro o agotamiento de los recursos naturales y N1 es entropía.
En la ecuación original D compra materias primas, instrumentos de producción y fuerza de
trabajo y los transforma en M. Hay que incluir aquí la perspectiva del agotamiento de
ciertos recursos como un costo inicial a tener en cuenta, por lo tanto el primer término de la
ecuación debería ser D+N.
En todo sistema la energía inicial aportada al mismo puede transformarse en complejidad,
en el caso de la producción capitalista, bienes, servicios, infraestructura, mejora de las
condiciones de vida etc. Pero como saldo final del proceso productivo también hay
desorden, residuos del proceso, calentamiento global, es decir entropía, N1. Esto también
es un costo que hay que pagar y por lo tanto deducir de D’ así habría que considerar D’-N1.
Si pensamos desde la perspectiva marxista en un proceso productivo sustentable y
sostenible debemos integrar a la ecuación del capital a N y N1. La inclusión sugerida aquí
en la fórmula clásica del capital es solo a los efectos de visibilizar el fenómeno, no
pretende tener rigurosidad matemática, seguramente hará falta que especialistas
trabajen el tema para darle al problema una expresión certera.
Obviamente los capitalistas hasta ahora no lo han hecho, como tampoco entienden el
proceso económico bajo su control en los términos de las ecuaciones marxistas. Sin
embargo entre ellos ha surgido de la mano de la cuarta revolución industrial un sector que
plantea la reconversión o capitalismo verde.
Todo indica que el calentamiento global comienza a ser una hipoteca difícil de levantar en el
futuro mediato de la civilización humana. Estamos en un poco más de un grado de aumento
promedio de la temperatura, medido contra el inicio de la época industrial moderna, esto es
mediados del siglo XIX.
El panel internacional sobre el cambio climático, estableció inicialmente en 2 grados el límite
de ese aumento, a partir del cual se empezarían a sentir consecuencias profundas en la
naturaleza y por lo tanto la vida humanas. El límite de la prevención, de realizar acciones
para evitar consecuencias profundamente desagradables está en 2 grados. Lo cierto es que
el consenso científico actual establece que ya es imposible evitar llegar a ese número, de
hecho estaríamos en él, en la próxima década. Un aumento de 4 grados tendría un impacto
a nivel colapso civilizatorio y 6 grados es la temperatura que originó la extinción masiva de
especies, hace 250 millones de años, a la que sólo pudo sobrevivir el 10 % de la vida
terrestre.
Por supuesto que todo pronóstico es aventurado; como en cualquier tema novedoso que la
ciencia aún estudia sin demasiados antecedentes para evaluar (Los antecedentes son
procesos naturales de la tierra y no generados por la actividad industrial de la humanidad)
Sin embargo una conclusión bastante aceptable sería que ya hemos superado en buena
medida la etapa donde solo nos podemos plantear la prevención para evitar la catástrofe y
hay que evaluar el ingreso en la segunda fase; la denominada adaptación. En ella, sabiendo
que cambios muy duros se van a producir, comienza la batalla política por diseñar los
procesos de adaptación a ese panorama.
¿Cómo las multinacionales y el capital financiero van a preservar sus intereses en el nuevo
mundo? ¿Cómo se van a ver afectados los mecanismos de poder, cómo construir desde
ahora la legitimidad de quien gobernará la tormenta que se avecina? ¿Serán los viejos y
desgastados organismos internacionales actuales de la ONU, sistema mundial de
gobernanza que aún expresa la hegemonía de EE.UU y Europa y del capitalismo liberal en
general? Estos son los interrogantes que se plantean los sectores más lúcidos del gran
capital internacional.
Para esto, un grupo de las multinacionales y los grandes capitales ya está trabajando en la
construcción del capitalismo verde. Su tesis es lograr que el cambio de matriz energética en
vez de ser un costo se transforme en una oportunidad económica, cosa que por ahora
suena más fácil de enunciar que de hacer (veremos que sucede con el golpe que la crisis
del Covid le está asestando al capitalismo de la segunda revolución industrial).
Fundamentalmente trabajan en la construcción de la legitimidad política, el consenso para
imponer sus soluciones y la construcción de mecanismos de poder y de gobierno
mundiales, para conducir esa compleja transición hacia un mundo literalmente caliente.
No parece que a la élite mundial, o por lo menos al sector de ella que trabaja en los planes
antes mencionados, le interese para esa transición unos EE.UU. con una postura
ultranacionalista y un planteo de excepcionalismo y unilateralismo absoluto. La propia élite
norteamericana parece estar atravesada por una fractura entre el sector de alta tecnología,
servicios y el mundo de las finanzas globalizadas por un lado y los representantes de la
industria tradicional y un sector del complejo militar industrial por el otro. Estos últimos han
realizado momentáneamente una apuesta riesgosa por las políticas ultranacionalistas de
Trump.
Sin embargo el capitalismo de la CRI está diseñando otra salida a la crisis actual y a las
perspectivas planteadas por el calentamiento global, esta contiene un multilateralismo
controlado, que incluso incorpora en el juego a China, no pueden ignorarla, pero claro
tratando que esto se de bajo el “control occidental”.
Trump pone en riesgo ese diseño racional de la Elite y agrega tensiones en cierta medida
descontroladas en el escenario geopolítico. El FMI aún bajo supervisión norteamericana,
pero expresando la opinión de una burocracia mundial formada ideológicamente en los
últimos 30 años de globalización, en su informe 2019 (ya citado) manifiesta su fuerte
preocupación por las tensiones comerciales China – EE.UU. y llama a “arreglarlas” en bien
de la salud del comercio y el capitalismo mundial.
En síntesis vamos hacia un mundo más caliente con transformaciones profundas y de alto
impacto negativo sobre la vida humana, y una parte del capitalismo se prepara para decidir,
quién se beneficiará de los adelantos de la ciencia para preservarse de esos cambios y
quien no. Quién tendrá acceso al agua, bien cada vez más escaso y quien no, quienes
tendrán permiso para seguir generando emisiones de carbono y a quienes se los castigará
severamente si lo hacen. Quienes tendrán derecho a vivir y quienes estarán condenados a
morir. Todo en un marco de un nuevo contrato internacional, un nuevo Leviatán, climático.
Tiempos de pandemia
Tal vez como un pequeño adelanto de los pesares futuros, o para mantener la memoria las
dificultades pasadas a las que a duras penas sobrevivió la especie, hoy la aleatoriedad de la
naturaleza nos pone frente a la primer pandemia del siglo XXI.
Las probabilidades nos estaban indicando que un suceso como la pandemia del Covid 19
no era tan impensable, de hecho y más allá de las teorías conspirativas, muchos científicos
alertaron en los últimos años sobre esta posibilidad.
Un mundo urbano plagado de megaciudades con decenas de millones de habitantes cada
una, con una población altamente hacinada en espacios relativamente reducidos, donde
interactúan a corta distancia obligadamente cientos y miles de millones personas
cotidianamente.
Un mundo con una movilidad internacional de sus habitantes gracias a los avances de la
ciencia, impensada hace apenas unos cuantos años, en el 2018 – 1400 millones de
personas realizaron viajes internacionales por distintos motivos, lo que hoy se denomina
porosidad de las fronteras; constituye un nicho ecológico ideal para la propagación
incontrolable de cualquier virus altamente contagioso.
A la vez los sistemas de salud de la mayoría de los países del mundo capitalista fueron
literalmente arrasados por el neoliberalismo y sus concepciones antiestatistas y
privatizadoras.
Esto lo viven hoy con angustia países Europeos considerados del primer mundo y puestos
habitualmente como ejemplos a seguir para las naciones llamadas en vías de desarrollo. Lo
cierto es los “desarrollados” Italia, España, Francia e Inglaterra entre otros vivieron en estos
tiempos desesperadas situaciones de colapso de sus sistemas sanitarios nacionales
previamente debilitados y maltratados por el neoliberalismo.
Esto se debe al pésimo manejo de la crisis realizado, pero también a que sus sistemas de
salud públicos en los últimos años perdieron buena parte de sus recursos y capacidad
operativa concreta.
Surge una coincidencia en cierta admiración y también cierta envidia en cómo manejó esta
situación el Sudeste Asiático, China fundamentalmente, país origen de la infección y
también otros países de la región. ¿Que distinguió a esas naciones? Una intervención de la
autoridad estatal una vez identificado el problema decidida y rigurosa, para detener la
infección y en defensa de la salud de la población.
Entre esas medidas vigorosas e incluso que podríamos considerar drásticas, están un fuerte
uso del control digital de la población. Cada infectado era monitoreado a través de su celular
y de cámaras con reconocimiento facial masivamente utilizadas. Cada infectado era
minuciosamente controlado electrónicamente hasta el momento de colocarlo en cuarentena,
sea este un período de horas o días y todas las personas con las que interactuaba en ese
período eran obligadas a hacerse los test y quedaban bajo observación y de ser necesario
en cuarentena. Construyendo con la ayuda de los macrodatos un enorme pero muy exacto
mapa de la infección, sobre la que se actuó con energía y todo el poder del estado. A esto
se sumaban las cuarentenas de la población geográficamente localizadas, pero rigurosas.
El uso generalizado de barbijos, que ahora sabemos cumple la función de evitar que
aquellas personas asintomáticas pero infectadas, contagien sin saberlo, completaron el kit
de las intervenciones exitosas. El común denominador: estados fuertes y presentes y
disciplina social alejada del individualismo occidental.
Ante esta realidad muchos intelectuales Europeos incluso de los llamados progresistas
miran con horror esas experiencias. El Occidente “libre”, que otorga libertad a un reducido
número de personas en el mismo y dialéctico acto de negársele a millones, esclavas del
trabajo asalariado, o de la más absoluta miseria, se horroriza de las prácticas Asiáticas. Ese
occidente donde empresas como Facebook o Google le dan todos nuestros perfiles de
consumo detallados a empresas líderes de productos masivos, que nos manipulan a
distancia gracias al big data. O lo que es peor le entregan esos mismos datos a sus estados
y agencias de inteligencia. Ese “Occidente” que invade y bombardea a millones de personas
en cualquier lugar del mundo y sus intelectuales, repletos de una sensibilidad disparatada
que los hace mirar horrorizados las costumbres y la disciplina de los asiáticos, mientras
cierran los ojos ante los crímenes más aberrantes del imperialismo. Ese occidente y esos
intelectuales gritan al unísono – que no llegue a nuestras civilizadas naciones el estado
policial Chino- y lo gritan al lado de decenas de miles de mujeres y hombres muertos y sin
enterrar que desbordan los hospitales colapsados.
Podemos poner en debate la relación estado – sociedad civil, la relación autoritarismo y
centralidad versus autonomía, sobre todo en una época donde el desarrollo de la
comunicación, tiene entre sus posibles efectos el reforzamiento de la descentralización,
reduciendo el riesgo de fenómenos entrópicos subyacentes. Podemos discutir si el
socialismo al que apostamos tendrá formas de democracia superiores y en ese contexto
balancear con todas sus contradicciones las experiencias del siglo XX y actuales. Lo único
que no estamos dispuestos a aceptar es el rasgarse las vestiduras de la democracia
occidental, liberal, corrupta, colonialista, imperialista y profundamente elitista.
Semanas más tarde luego de una resistencia inicial se extendió mundialmente la
cuarentena o distanciamiento social obligatorio, como la medida de emergencia más
aceptada para intentar controlar la violenta expansión del virus. En el momento que escribo
esto, de forma inédita, el 70% de la humanidad está en cuarentena algo así como 5000
millones de personas en todo el mundo.
Hay diferentes versiones sobre el origen del virus, desde las más aceptadas que describen
su paso del mundo animal a través de mutaciones e intermediarios, desde los murciélagos
de Wuhan hasta el ser humano, hasta las más conspirativas que plantean algún tipo de
elaboración en laboratorios occidentales, o incluso Chino, las versiones de la guerra
bacteriológica.
Las visiones conspirativas, suelen fracasar. En la vida se cruzan determinaciones
establecidas por leyes naturales y/o sociales y azar en cantidades variables y difíciles de
pronosticar. Los que conspiran a lo sumo se basan en un relativo conocimiento de esas
leyes y en poseer más información que los conspirados y desde allí intentan aprovechar y
manipular el curso de los acontecimientos, que nunca dependen enteramente de sus
voluntades.
Más allá de estas especulaciones lo cierto es que hasta el momento de escribir estas
cuartillas el virus había llegado a 200 naciones en 4 meses, con 5 millones y medio de
infectados y más de 450 mil muertos, seguramente al momento de leer esto, las cifras
habrán aumentado considerablemente. Un fenómeno jamás registrado en la historia de la
humanidad por su velocidad de expansión.
Cual es la perspectiva de su desarrollo, es difícil de pronosticar, las miradas más pesimistas
ubican un evento en el nivel catástrofe si no se tomarán medidas drásticas como el
aislamiento y otras.
“Varios expertos consultados en marzo por los Centros para el Control y la Prevención de
Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) predijeron que el virus eventualmente podía
llegar a entre el 48 y el 65 por ciento de los estadounidenses, con una tasa de mortalidad de
poco menos del uno por ciento, y que mataría a unas 1,7 millones de personas si no se hiciera
nada para evitar la propagación”.
“Un modelo de investigadores del Imperial College de Londres, citado por el
presidente estadounidense el 30 de marzo, predijo 2,2 millones de muertes en el país
para septiembre, en las mismas circunstancias”. artículo del N. York Times.
Reproducimos arriba una nota del diario estadounidense porque gráfica las posibilidades de
la infección si no se tomarán medidas como las llevadas a cabo por la mayoría de los
gobernadores, pese a las orientaciones de Trump.
Las estimaciones más razonables hablan de varias decenas de millones de infectados en el
mundo para finales de este año.
Podemos evaluar 3 escenarios de control de la infección:
1) Si la inmunidad al menos temporal (un par de años) de los curados funciona, mientras no
exista una vacuna eficaz, el pico de casos sólo llegará cuando el número de curados
inmunes sea +1 (más de la mitad de la población) que la masa de personas susceptibles de
enfermarse (es logica estadistica). Esa masa inmune comenzaría a partir de allí a
transformarse en un escudo cada vez más poderoso para proteger al resto. Esto sería el
control natural del proceso, el que existió para las viejas pandemias que afrontó la
humanidad. Sin otras medidas para controlarla, su costo en vidas para una enfermedad
como el COVID altamente contagiosa, es intolerable en las condiciones actuales de la
civilización y eso es lo que genera la respuesta en curso.
Mientras tanto las cuarentenas y otras medidas sólo empujan hacia adelante ese pico,
demoran su llegada, incluso si las medidas son eficaces se lo puede postergar hasta la
generación de la vacuna, con lo que el fatídico pico nunca se produciría, se producirían
aumentos de casos parciales en el marco de las medidas de contención. Claro que medidas
como el aislamiento social obligatorio, son imposibles de sostener por períodos demasiados
prolongados, por razones sociales económicas y políticas.
2) En condiciones ideales, si se lograra identificar a la totalidad de los infectados y se los
sometiera a una cuarentena ultra rigurosa, tendríamos las muertes lamentables y los
curados, sin posibilidad de que se extienda el contagio. En Wuhan y Corea se estuvo o está
cerca de este modelo, aplicando el control digital masivo de la infección que aterroriza a
nuestros bienpensantes intelectuales occidentales. Sin embargo este modelo solo funciona
idealmente, pues es prácticamente imposible controlar a absolutamente todos los
contagiados, además mientras exista un lugar en el mundo donde no se logre ese control, el
virus puede renacer, colarse por alguna frontera y volver a reproducirse. De hecho eso está
sucediendo en algunas ciudades Chinas, donde se producen brotes ahora de virus
importado desde el extranjero, cuando la pandemia había sido controlada a nivel local.
3) La generación de una vacuna eficaz y la posibilidad de su producción masiva a nivel
mundial, si bien esto es altamente factible, todo el proceso hasta que esté disponible en el
calendario de vacunación estatal de la mayoría de los países, puede llevar algunos años.
Mientras tantos lidiaremos con brotes y rebrotes, avances y retrocesos en las
medidas que se tomen para contener la pandemia.
Evidentemente tendremos que lidiar por un tiempo con la incertidumbre, y pareciera
que llegamos mal equipados psicológicamente para esa batalla.
El largo proceso de la evolución natural primero y sociocultural después nos ha sometido
siempre a tensiones enormes y de esas tensiones, de las crisis más profundas, han
emergido los cambios más significativos. Sin embargo toda la cultura de los últimos
siglos nos predispone bastante mal para enfrentar un futuro incierto.
Toda nuestra cultura basada en dogmas religiosos, nacionales, fundacionales o incluso con
raíz científica pero cristalizados, nos prepara para futuros predecibles, aun a la “revolución”
la hemos metido en un formato de manual al que hay que ajustarse.
Evidentemente es difícil realizar previsiones sólidas, pero todo hace suponer que tenemos
por delante al menos un par de años donde la vida económica, social, política y en ese
contexto la personal, atravesará una zona extraña y compleja con múltiples cambios en los
hábitos cotidianos. Tal vez muchos de esos hábitos nuevos se instalen por mucho tiempo
pasada la pandemia, algunos en forma definitiva, otros queden atrás rápidamente con el
cambio de situación. Estamos viviendo en condiciones de estrés, forzados a un cambio
y adaptación brusca y repentina de nuestras condiciones de vida.
En ese contexto entre muchos otros se activan 2 resortes o respuestas básicas de nuestro
viejo repertorio de capacidades de supervivencia.
Uno es el miedo, el principal mecanismo de autodefensa con el que contamos durante
decenas de miles de años como cazadores recolectores, el que nos emparenta con el resto
de los mamíferos y aún con respuestas básicas de especies más arcaicas. Ese que como
aspecto positivo nos recuerda que aún somos parte de la naturaleza. Es el mecanismo que
probablemente tenga hoy una activación más rápida y masiva por parte de la humanidad.
Pero, siempre hay un pero, el miedo aún cumpliendo todavía una función en determinados
contextos, se ha hecho disfuncional en la sociedad moderna, donde habitualmente produce
más problemas que soluciones a la gente que lo padece. Entre otras cosas se ha vuelto un
instrumento de control social por parte de determinados grupos o clases sobre otras. Esa
disfuncionalidad relativa del miedo en nuestra época, es aprovechada en circunstancias
como estas, por los que controlan los mecanismos del poder económico y político. Se han
desarrollado múltiples teorías y doctrinas de la utilización de las emociones en la
comunicación y en la política, en el control y manipulación social, entre ellas una no del todo
afinada pero bastante acertada a mi juicio, la teoría del Shock de Naomi Klein.
Uno de los emergentes que comienza a aparecer en esta situación es el miedo de amplios
sectores de la población, miedo a contagiarse, a contagiar a otros, a las multitudes, a estar
cerca de un desconocido siquiera. Esto se palpa en el humor social. Este estado de cosas
es potencialmente ideal para imponer transformaciones antipopulares que de otro modo
hubieran sido fuertemente resistidas,
El miedo puede ayudar a disparar algunas respuestas colectivas también, pero basadas en
una postura defensiva, sería una especie de cooperación conservadora y fuertemente
condicionada. El miedo no ayuda a impulsar transformaciones, tiende a consolidar el poder
establecido, hay que aferrarse a los mecanismos de seguridad existentes. Los estados y los
gobiernos, incluso uno progresista como el de Fernández, se ven o verán tentados de usar
el miedo y el sentido común que este genera para gobernar, el miedo es más eficaz que la
represión.
La otra respuesta factible está vinculada a la capacidad emergente de cooperación, que se
expresa como solidaridad, empatía y altruismo, que aparece en este contexto como la
respuesta superadora o necesaria. Sin embargo nada indica que esta última sea natural o
espontáneamente la respuesta predominante frente a esta situación. Para contextualizar
esto analizaremos un poco el mundo que se aproxima.
Ganadores y perdedores en la batalla contra la pandemia.
Desde hace un par de décadas viene madurando una disputa intercapitalista, que
lentamente ha ido inundando las relaciones políticas nacionales e internacionales. Esta
tiene diferentes dimensiones y formas de expresión, es lucha de clases en el seno de la
clase dominante. Con Mao aprendimos que la lucha de clases no es un fenómeno lineal y
que se extiende o expresa al interior de las clases también.
Globalizadores versus nacionalistas, liberales socialdemócratas versus neofascistas y
derecha autoritaria, defensores de los derechos humanos de cuarta generación frente a
conservadores, son líneas que se separan y se entrecruzan, pero detrás del fenómeno
superestructural como siempre hay razones de índole material y económicas concretas.
La batalla que atraviesa internamente al capitalismo en los últimos años, es entre el
capitalismo de la segunda revolución industrial predominante hasta hace poco y el de
la tercera y cuarta emergente.
Cada revolución tecnológica/industrial transforma (aun en ausencia de revolución social o
política), en cierta medida las relaciones de producción, las relaciones sociales, el mundo
del trabajo y la forma de vivir en general. Habitualmente estas transformaciones se llevan
puestas a determinadas fracciones del capital firmemente asentadas en tecnologías
anteriores.
La maduración de las nuevas tecnologías ha hecho emerger a gigantes económicos
internacionales: Amazon, Google, Apple, Facebook, Tesla sin mencionar a las de origen
Chino. A su vez entre estas las hay de servicios o comercio fundamentalmente asentadas
en la producción de software y las productivas de alta tecnología, chips, aparatología de
comunicaciones, servidores cada vez más potentes y complejos, satélites etc.
Este complejo tecnológico emergente fundamentalmente en el nuevo siglo ya se ha
posicionado en el top ten de empresas. Constituyen las compañías más grandes y de mayor
capital del mundo y sus dueños se proyectan como los nuevos ultraricos en el listado de
Forbes.
Podríamos preguntarnos si una empresa como Amazon de comercio digital puede tener una
valorización en la bolsa superior a una petrolera como la Exxon, con su impresionante
inversión material en estructuras de extracción de crudo en todo el globo. La respuesta es sí
y en concreto eso significa que las empresas de tecnología ya se han posicionado en el
lugar predominante, de las que succionan plusvalía de todas las demás.
Es una ley del desarrollo del capitalismo que los trabajadores de todas las empresas
aportan a un pozo común de plusvalía y de ese pozo todas las empresas y sectores de la
economía toman un poco, en función de su lugar en el proceso productivo, su nivel de
acumulación de capital constante (en términos marxistas). Las empresas con una alta
composición orgánica de capital, con una alta inversión en maquinaria e infraestructura,
como se dice habitualmente las que tienen muchos fierros, expresión de la segunda
revolución industrial, reinaron en la producción del siglo XX . El capital financiero tal como lo
describió lenin, estrechamente aliado a ellas, completaba el esquema de succión de la
plusvalía mundial desde esa elite.
Hoy muchos de esos gigantes están realizando agotadores esfuerzos de reconversión,
otros parecen ya heridos de muerte por la historia y se desplomarán haciendo temblar el
piso de la economía mundial.
Las principales automotrices del globo están corriendo desde atrás y mucha desventaja a
Tesla, en la carrera por la electrificación general del transporte humano.
Los gigantes del petróleo, ya golpeados por la crisis en desarrollo de los últimos 2 años, han
visto desplomarse el valor del crudo hasta el irónico valor negativo alcanzado
recientemente. Se están agotando los lugares de almacenamiento, EE.UU obsesionado
durante años en mantener una reserva estratégica de millones de barriles, para lo que tiene
construidos hasta depósitos subterráneos, hoy está casi al límite de su capacidad de
almacenamiento. Las petroleras para las cuales cerrar un pozo es más caro que mantenerlo
activo, están literalmente pagando, para que alguien se lleve su producto.
El parate casi total del transporte a nivel mundial y la perspectiva de por lo menos un par de
años donde el consumo de combustibles será moderado, pone en una crisis muy profunda a
estos gigantes, cuya lógica es mantenerse operativos en forma permanente como condición
de su existencia.
Esto debe sumarse a la perspectiva del calentamiento global y la posibilidad de que en un
par de décadas el consumo de combustibles fósiles sea prácticamente un delito, o un
privilegio solo permitido a pocos.
Esta pelea amenaza al núcleo de la producción industrial del siglo XX Petróleo y derivados
Siderurgia y automotrices, el núcleo del capitalismo norteamericano durante décadas.
Tal vez sea todo un símbolo de época la reciente declaración de fines de Abril de este año,
de la familia Rockefeller, en relación a las actividades de su principal fondo de inversión,
planteando que retirará todas sus inversiones de la industria petrolera y preguntándose en
el comunicado que lo hace publico “si hay algo que justifica en el mundo moderno la
inversión de un solo dólar más en la ampliación de la extracción de crudo” (RT abril 20) en
el mismo comunicado acusa a la Exxon otrora parte central de su grupo empresario, de
engañar al mundo negando el calentamiento global. Este movimiento además de un alto
contenido simbólico de época, puede estar evidenciando el definitivo vuelco del capital
bancario y financiero hacia las tecnológicas, lo que terminaría de asestar un golpe
demoledor al viejo capitalismo de la segunda revolución industrial.
No significa esto que la producción industrial convencional desaparecerá simplemente, sino
que el capital (Plusvalia concentrada) se va desplazando definitivamente hacia el mundo
tecnológico. Podemos poner como ejemplo lo sucedido con la industria textil, estrella de la
primera revolución industrial, que luego pasaría a ser una industria de segundo orden.
Una parte de aquel núcleo industrial del siglo XX quedará subordinado y vera fluir parte de
sus riquezas y poder, hacia las nuevas empresas de alta tecnología. Las otroras figuras
estelares de la economía perderán centralidad y tributarán a los nuevos conglomerados
nacidos en Silicon Valley. Veremos el fin de viejas estructuras gigantescas y la
reconversión del resto hacia nuevas formas de trabajo, robotizado, remoto y con alta
tecnología.
La disputa entre estos dos mundos del capital, genera sordos crujidos en la base del
sistema y la crisis del COVID le asesta un duro golpe al viejo capitalismo, a la vez que
un impulso impensado al mundo de las nuevas tecnologías.
¿Quien? después de estos meses se asombrará por el trabajo desde casa o
teletrabajo, o las clases virtuales, lo que de otra forma hubiera llevado años de
maduración y seguramente en algunos segmentos una alta resistencia, se ha
instalado en un tiempo excepcionalmente breve como un nuevo sentido común.
Amazon ha incorporado en medio de la pandemia a 150000 nuevos trabajadores,
Google está pensando en una expansión y reestructuración enorme, mientras las
industrias tradicionales bajan salarios y despiden masivamente.
Por supuesto este no es un fenómeno lineal, en el capitalismo actual existe un amplio
entrecruzamiento de inversiones y por lo tanto de intereses, no existen los sectores puros,
sin embargo a grandes trazos podemos distinguir claramente entre estos modelos basados
en tecnologías y dinámicas productivas claramente diferenciadas.
Es interesante ver cómo opera la pandemia y las medidas de aislamiento que de ellas se
derivan, en el procesamiento de la crisis profunda que venía madurando. Crisis de
sobreendeudamiento mundial que se ha adelantado y acelerado, sin embargo lo que podría
haber sido para la burguesía una pesadilla de movilizaciones y puebladas a lo largo y Ancho
del globo, como ya se venía insinuando durante el 2019, se ha naturalizado y se acepta, al
menos por ahora, con encerrada resignación, pues el responsable es un “enemigo invisible”.
Simultáneamente se ha acelerado la historia de los procesos productivos, instalando en
meses lo que hubiese llevado años, activándose la reconversión del capitalismo mundial,
pero los costos los absorbe de nuevo el virus.
En síntesis la crisis de caída del capitalismo de la 2 revolución industrial y definitiva
instalación de la tercera y cuarta con sus enormes costos económicos, sociales y humanos,
no sólo no ha generado revueltas masivas, al menos por ahora, sino que se desenvuelve a
gran velocidad y frente a los ojos de las más amplias masas que observan atónitas y sin
posibilidad de salir de sus casas.
En mi patio a oscuras y en silencio como me gusta en las noches estrelladas, todas
las noches a las 21 escucho a la gente aplaudir desde sus balcones, el saludo es para
los que están en primera línea de la lucha contra el virus. Sin saberlo también saludan
a un nuevo mundo que alumbra, aunque no sea el que anuncian los intelectuales
progresistas, no es keynes el que ha triunfado, sino el Dios Quark, Amazon sonríe.
En la alta edad media la peste bubónica y la pequeña edad de hielo, se cruzaron
produciendo uno de los períodos más negros de la historia humana. Habrán generado en
una parte de la población, resignación, miedo y adoración de sus dioses, pero en otros se
potenció el espíritu científico y transformador que caracteriza a nuestra especie, sentando
las bases de la revolución científica y cultural del renacimiento y con ellas la maduración de
las fuerzas productivas que engendraron las relaciones de producción capitalistas.
No es descabellado decir que aquella peste le asestó un duro golpe al feudalismo.
Como siempre las grandes crisis, aceleran la historia.
Globalismo Vs Nacionalismo
Esta batalla se ha manifestado en los últimos años en la arena internacional como una
fuerte disputa entre los defensores de la globalización neoliberal(3) y los nuevos
nacionalismos reaccionarios emergentes. La irrupción de Brexit Inglés y Trump son
expresión del surgimiento de esa derecha antiglobalizadora, el fortalecimiento de ciertos
grupos neofascistas en Europa también.
El agotamiento del modelo de la segunda revolución industrial y sus empresas gigantescas
y ultra centralizadas con una descomunal inversión en capital constante, llevó a la crisis de
valorización del capital de los 70, con una consecuente y persistente caída de la tasa de
ganancia. Como describimos más arriba esto generó todo un esfuerzo del capitalismo para
salir de esa situación, impulsando la deslocalización de la industria y fundamentalmente la
financiarización de la economía, esto es la transformación de gran parte de humanidad en
deudores del gran capital.
La llamada globalización neoliberal desplegada fundamentalmente a partir de los 90,
impulsó ese modelo de transición también hasta sus propios y relativos límites. Hoy se
cruzan 3 fenómenos: la persistente crisis de valorización de la industria de la segunda
revolución industrial, el gigantesco endeudamiento mundial y la maduración de las nuevas
tecnologías.
La crisis actual cumplira el clasico papel de destruir masivamente fuerzas productivas y las
nuevas tecnologías harán emerger un nuevo modelo de producción basado en ellas. Crisis
y salto tecnológico, son la impronta actual y fue la forma en la que más de una vez el
capitalismo superó lo que muchos teóricos de izquierda consideraron oportunamente
crisis terminales.
En ese contexto es probable que las medidas tomadas en el marco de la pandemia y sus
consecuencias inmediatas, ralenticen el proceso globalizador por unos años, en los
que encontrarán su último tiempo de gloria los viejos nacionalismos. Luego con el
reinado de la CRI en realidad se marchara a una fase más alta y cualitativamente
superior del proceso mundializador (4).
Así La globalización imperialista que en una etapa producía fuertes tensiones con el
mundo en desarrollo, pero aparentemente tenía relaciones relativamente aceitadas en
el centro del sistema ha encontrado ahora en las disputas inter capitalistas e
interimperialistas, esto es en su propio seno, una contradicción aparentemente
potente.
Trump expresa la resistencia de ese viejo nacionalismo norteamericano, el modelo político
de aquella poderosa industria en decadencia, da sus últimos gritos de guerra, tal vez sean
realmente peligrosos, tal vez nos deparen aún alguna tragedia mayúscula.
La doctrina del excepcionalismo norteamericano enfrenta la emergencia de un modelo
tecnológico global que no lo necesita, es más, un modelo para el cual ese excepcionalismo
es una verdadera molestia. El imperialismo tal cual lo describió Lenin expresión de la
segunda revolución industrial, está sufriendo una profunda reconversión al igual que la
economía.
Ya desde hace rato con el moderno desarrollo de las fuerzas productivas, la base de
sustentación de los procesos económicos y por lo tanto políticos, tiende a trasladarse del
ámbito nacional al regional. Ese es el fundamento del surgimiento de la UE y del Nafta, no
sólo como entidades económicas sino políticas. Kadafi tenia una vision de construcción de
la unidad del continente Africano y tal vez ese fue el pecado que no le perdonó el gran
capital Occidental y nuestra América también vivió en los primeros 2000, una época de
regionalización, al calor del UNASUR y la CELAC. China desde hace un par de décadas
construye el bloque Asiático como plataforma de su proyección mundial.
Los procesos económicos definitivamente han rebasado en su lógica de acumulación las
fronteras nacionales, si bien las tendencias mundializadoras estuvieron presentes en el
capitalismo desde su inicio, en la sociedad actual el eje de la reproducción ampliada del
capital es muy difícil de encorsetar en el marco de una nación determinada.
Las grandes empresas de la segunda revolución industrial tenían aún una lógica de
asentamiento nacional. Las tecnológicas nacieron en un mundo globalizado y su
estructura de negocios y funcionamiento es global desde su inicio, por lo tanto están
mucho menos atadas a la lógica de los estados nacionales.
Este proceso pone a la nación y el nacionalismo, la figura tal vez más potente política y
culturalmente de los últimos siglos, en una profunda crisis. Y esta con Trump ha llegado
hasta los propios EE.UU.
Vamos a desarrollar una analogía, tal vez temeraria, una aproximación para intentar
vislumbrar lo que podría suceder con el proceso de construcción de un protoestado mundial
y su relación con EE.UU y/o con cualquier potencia capitalista.
En el texto -Una Nación para el Desierto Argentino- el conocido historiador Halperin Donghi,
traza con mano maestra la parábola de la construcción del estado nacional y su complejo
sistema de contradicciones. La elite porteña con Mitre se lanzó definitivamente a la
conquista del país y la imposición de su lógica centralizadora. modernizadora y privilegiada
de puerto central, construyendo los rudimentos de una legislación, un orden nacional y su
instrumento fundamental en ese momento, un ejército nacional.
Esos mismos atributos se vuelven en algún momento en su contra y de la mano rigurosa del
Tucumano Roca, ese interior conquistado y una oligarquía agregamos nosotros,
consolidada ya como clase nacional, habiendo aprendido la lección se vuelve sobre su
ciudad central y a su vez la conquista, para incorporarla definitivamente al entramado
nacional y dejar sellada definitivamente la organización de un país único.
La potente industria y el capital norteamericano y Europeo salieron en el siglo XX a
conquistar el mundo, crearon a su imagen y semejanza instituciones como el FMI, el Banco
Mundial y la ONU y lentamente todo un entramado mundializador. Ahora sus nuevas hijas,
las empresas de alta tecnología, las que en su lógica económica rebasan cualquier
estado nacional, intentarán disciplinar a las viejas metrópolis incorporandolas a un
tejido definitivamente global.
Esta última tesis todavía tiene sin resolver cómo será la construcción de esa nueva
hegemonía, donde indudablemente las empresas de origen norteamericano tienen un lugar
central, pero se puede intuir y parcialmente ver ya, funcionaran de manera distinta, más
cosmopolita. También esa nueva hegemonía deberá resolver el problema militar. ¿Cómo?
aún no lo sabemos.
En las últimas décadas se desarrolló una globalización neoliberal donde predominaba un
centro único, donde se desplegaban relaciones de dominación estado nacional
subordinado, estado nacional hegemónico, esta es una estructura globalizada relativamente
débil, la crisis en el centro pone en riesgo a todo el sistema.
La mundialización que viene de la mano de la CRI estará fundamentalmente apoyada en
regiones, será multilateral, en ella se fortalecerán los organismos de gobernanza mundial,
estos se lanzaran a la “conquista” de las naciones.
La élite del nuevo orden sabe que debe incorporar a China a ese juego, por eso rechaza los
planteos rupturistas de Trump, pero a la vez le teme al gigante asiático que es portador de
otras tradiciones económicas y políticas.
La perspectiva de este nuevo orden vista desde China y su sistema de alianzas es otro
tema largo y complejo de analizar. Como decíamos más arriba entendemos que China no
ha abandonado la perspectiva socialista, ha elegido otro camino. Podemos aventurar que es
una NEP (5) no ya como concepto táctico, sino como lógica de más largo alcance. El
gigante Asiático ha decidido primero fortalecer su economía y transformarse de hecho en la
potencia hegemónica, usando pragmática pero parcialmente herramientas del capitalismo a
esos efectos.
Es cierto que el comercio y la economía mundial capitalistas tienen en esa China, integrada
a las denominadas cadenas de valor mundiales, un actor central. Materias primas son
extraídas en algún lugar del tercer mundo y trasladadas al reino del medio, para ser
industrializadas y vueltas a poner como productos terminados en el mercado internacional
de mercancías. Hoy parece que no hay cadena de valor importante que no pase por el
gigante asiático.
Sin embargo todo indica que la forma de encarar las relaciones económicas a nivel mundial
por parte de China, tienen varias diferencias con respecto a la de las potencias capitalistas y
su historia de imperialismo, colonialismo y neocolonialismo. En principio la ruta de la seda
implica una colosal propuesta de construcción de infraestructura, que excede largamente la
tradicional operatoria, de las políticas coloniales. Esta iniciativa implica además ciertos
procesos de transferencia tecnológicas a esas naciones (Entrevista a Vijay Prashad sobre el
socialismo Chino) (6). Finalmente es clara la diferencia del posicionamiento geopolítico
donde China desde el BRICS hasta su actuación en la crisis sanitaria mundial actual, es
claramente distinta a la intervención imperialista, tanto en su sistema de alianzas como en
su lógica de acción concreta.
Sin embargo aquí explícitamente nos hemos centrado sobre el análisis del capitalismo y por
decirlo de alguna forma el “Occidente”. Si hemos incorporado la tensión de ese mundo
capitalista con la emergencia de China como un polo distinto y disputando la hegemonía, el
análisis más a fondo de ese fenómeno queda para futuros textos.
Muchos posicionamientos actuales predicen el fin definitivo de la globalización no ya desde
la lógica de Trump sino desde un nacionalismo tercermundista. Proponen que la pandemia
obligará a replantearse las cadenas productivas globales, el comercio inter empresas a nivel
internacional y que occidente revisará su dependencia de los proveedores Chinos.
La verdad es que todo indica que la pandemia será un problema de 2 o 3 años y terminará
con una vacuna. En ese sentido opera como un período de transición, que fortalece o
debilita procesos en curso, como un disparador, pero en si misma no determinará lo que
suceda en la economía mundial a largo plazo y sobre todo no creemos que vuelva los pasos
de la historia hacia atrás. Nada hace prever en términos estratégicos históricos un
retroceso de la mundialización, por el contrario el definitivo reinado de las tecnológicas
permiten diseñar un futuro, donde los procesos globales darán un gran salto en calidad.
Esto por supuesto no será lineal, tal vez producto de la crisis del Covid veremos por unos
años un relativo estancamiento de la mundialización. Lo que probablemente caerá es la
globalización neoliberal entendida como un período específico y una forma concreta
de aquellos procesos, en este caso bajo la dirección y la hegemonía de EE.UU y lo
más rancio de los capitales especulativos.
En este contexto probablemente se fortalezca transitoriamente un nacionalismo de crisis. En
los países en vías de desarrollo, en nuestra América, esos nacionalismos tienen
perspectivas si se refundan en una transición hacia la regionalización. La regionalización
con independencia de los centros de poder, es la única perspectiva de progreso para
nuestros países, claro que esa regionalización requiere de una estrategia que aún no
aparece y de tiempos nacionales que no es sencillo armonizar.
En el mundo que dejamos atrás los planteos anticolonialistas y antiimperialistas tuvieron en
los países en desarrollo una expresión potente y encabezaron muchos de los procesos
revolucionarios en dichas naciones, pero sólo los que vincularon esas plataformas
programáticas a cambios estructurales, los que se plantaron desde una perspectiva
socialista, pudieron encarnar cambios históricos de mayor profundidad y en algunos casos
sobrevivir hasta hoy como naciones independientes de los dictados imperiales (Cuba,
Vietnam, la propia China).
Las plataformas programáticas de los Frentes y Movimientos de liberación nacional o
Frentes Nacionales, que no construyeron aquella perspectiva de ruptura estratégica, aún en
los casos donde transitoriamente se hicieron del gobierno, a largo plazo no lograron
sustraerse de la relación en términos de dependencia y subordinación a la hegemonía
imperial. Esto requiere de un balance sereno que pueda proyectarse en los programas y la
concepción de estrategia política actual, en nuestros países.
Lo que en cualquier caso parece imprescindible en el mundo que se vislumbra, es la
articulación de regionalismos fuertes y la construcción de entramados de mundialización
con nuevos contenidos y formas de hecho antiimperialistas, una mundialización de nuevo
tipo, que debemos impulsar los trabajadores y las naciones oprimidas del mundo.
Tal vez veamos desaparecer naciones y aparecer nuevas Tal vez la crisis definitiva del
nacionalismo sea precedida por un corto y violento auge del mismo, que termine
debilitando y no fortaleciendo el viejo entramado del poder nacional.
los comunistas en el siglo XX pensamos que sería la revolución quien construiría una
comunidad política internacional, un estado mundial. Hoy ante la derrota históricamente
transitoria de una parte de la primera gran oleada socialista, vemos como ese cometido
estaba en realidad ya impreso en los genes del capital, que lo llevará no sin tensiones
enormes, hasta sus últimas consecuencias, generando condiciones estructurales más
propicias en muchos sentidos, para el salto hacia la sociedad de la cooperación y el
socialismo.
Si alguien le hubiese preguntado a Jeff Bezos o Bill Gates o algún Presidente de una
gran corporación bancaria mundial como hacer para impulsar el uso de las nuevas
tecnologías en la vida cotidiana, en el trabajo y el estudio, como digitalizar la vida,
como bancarizar a la mayor parte de la humanidad y como universalizar las
transacciones de la banca electrónica, no hubiesen podido imaginar una situación
más propicia para esos objetivos que la actual.
Lo seguro es que transitoriamente como resultado de las cuarentenas y el período
especial que estas han abierto, transformaciones estructurales y con un alto costo,
transformaciones que conllevan cambios traumáticos en las costumbres y por lo
tanto difíciles de realizar, encuentran en la pandemia y su estado de excepción, de
miedo y profunda incertidumbre, el ámbito ideal para su despliegue con el menor
costo y la menor resistencia posible.
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Notas
(3) Llamamos globalización neoliberal al período abierto en los 90 y bajo la hegemonía unilateral Yanki,
como un tipo específico dentro de un proceso más general presente desde los inicios del capitalismo
(4) Con el término mundialización nos referimos, para diferenciarlo del más concreto -Globalización
neoliberal- al proceso general, a la tendencia hacia la el desarrollo de formas mundiales de articulación
del proceso de la reproducción ampliada del capitalismo.
(5) NEP Nueva Política Económica. Después de la guerra civil y el comunismo de guerra, la revolución
bolchevique, abrió un nuevo período donde permitió una vuelta parcial de la pequeña producción
privada individual regenerando ciertos espacios de mercado.
(6) Entrevista realizada por el colectivo Qiao Collective. Vijay Prashad es historiador y periodista Indio,
autor de 30 libros y director del Instituto Tricontinental de Investigación Social
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El Futuro Ya llegó
Obviamente existe una amplia gama de consideraciones de cómo serán los cambios que la
mayoría prevé ocurriran, entre los intelectuales campean tanto visiones conspirativas
pesimistas, como ilusiones acerca de la revolución que caerá del árbol del covid como fruto
maduro.
Utilizaremos aquí una figura retórica popular en muchos presidentes y actores estatales,
parece que “estamos en guerra” contra el Virus de nuestras pesadillas. Ahora bien en la
historia de todas las guerras, estas fortalecieron a los gobiernos que las llevaron adelante,
excepto que éste fuera aniquilado en la misma. Incluso en las derrotas no desastrosas, el
nacionalismo cohesiona generalmente al pueblo alrededor del gobierno y el estado, en torno
al necesario “bien común”.
La alternativa a esto último en términos históricos concretos la encontramos en la revolución
Rusa del 17. Al finalizar la guerra había un estado zarista en descomposición, un ejército
derrotado en franca disolución con la línea de mando absolutamente rota y el hambre, la
miseria y muerte, como la perspectiva inmediata de millones. Simultáneamente existía una
vanguardia relativamente sólida y cohesionada, con capacidad y voluntad de actuar . Sólo
en esas condiciones, una guerra o una profunda crisis devienen en transformaciones
profundas o revolución.
Por lo tanto no hay ninguna caída automática del neoliberalismo, mucho menos del
capitalismo, el que ha demostrado una versatilidad en la historia digna de mayor estudio.
Pero es real que se abre un campo de disputa importante. La crisis que ya estaba
madurando, que estalla ahora y golpea y golpeará con dureza inusitada a los
trabajadores y pobres del mundo, plantea la necesidad que los que hemos callado
durante ya demasiado tiempo, volvamos a levantar nuestra voz.
El primer elemento que surge del análisis de las posiciones en curso, es que una serie
importantes de voces a nivel mundial vuelven a plantear la trascendencia del rol del estado.
Este es un interesante punto inicial, pero miremos un poco más en profundidad y nos
encontraremos con algunos actores inesperados en la defensa de las nuevas posiciones
keynesianas,. Nos encontraremos por ejemplo al FMI planteando que se debe condonar el
servicio (los intereses) de la deuda de los países del mundo en desarrollo, o al banco
mundial planteando políticas fiscales ( que el estado ponga recursos en la sociedad) activas
y potentes, como la forma para enfrentar la crisis en desarrollo, es más recomendando a los
bancos centrales emitir sin demasiados escrúpulos.
Desde la crisis del 30 los liberales aprendieron a convertirse rápidamente en keynesianos y
defensores del intervencionismo estatal, cuando éste era necesario para salvar al sistema
de la catástrofe. Es cierto que en lo táctico keynesianos y liberales debaten modelos
distintos de acumulación del capital y que en países dependientes como el nuestro, estos
modelos apuntan en los momentos de crisis en direcciones opuestas en cuanto al desarrollo
del país.
Pero también es cierto que tenemos la suficiente perspectiva temporal como para analizar
cómo el liberalismo y el keynesianismo, se han turnado eficazmente para sostener a largo
plazo las relaciones de producción capitalistas, demostrando que no hay una contradicción
sistémica entre ellos. Son miradas distintas que apuntan a intervenir en momentos
diferentes del ciclo histórico. Ambos en el contexto de la reproducción ampliada del capital,
uno marca el momento de la necesidad de recuperar la tasa de ganancia, de acrecentarla lo
máximo posible, con la consecuente concentración del capital y expansión de la pobreza; el
otro interviene cuando la crisis generada por las políticas anteriores amenaza con el grado
más alto de entropía del sistema y el consecuente colapso.
Son movimientos vitales de expansión, concentración y crisis, para recomenzar de
nuevo expansión.. intermediados por saltos tecnológicos y el desarrollo de
diferentes etapas de la mundialización de las relaciones capitalistas de producción.
Esto no quita que en las batallas tácticas nos posicionamos sobre todo en países como el
nuestro, junto a los reformadores del capitalismo para enfrentar las políticas de hambre y
miseria del neoliberalismo o fundamentalismo liberal. Acuerdos tácticos que no pueden
hacernos perder de vista nuestro objetivo de superar definitivamente este modo de
producción, basado en la reproducción permanente del par riqueza/ miseria. Riqueza para
unos pocos, miseria para muchos.
Una seria dificultad en esta perspectiva es que gran parte de la izquierda está alejada
de las discusiones y la mirada estratégica, se ha ido metiendo en un accionar y un
pensamiento absolutamente táctico cada vez más minimalista, y las profundas
transformaciones reales del capitalismo no le resultan siquiera visibles.
Es tiempo de señalar nuevamente a la bestia capitalista con toda su crueldad, todo su
cinismo, toda su falta de humanidad, es tiempo de dejar de buscarle el lado humano, solo
encontraremos su rostro más feroz, el que la ha traído hasta aquí, el egoísmo brutal.
Egoísmo y avaricia, que han inundado hasta el último rincón del planeta con las relaciones
capitalistas de producción, que han puesto a la humanidad en el espacio y pretenden llevar
aquellas relaciones también hasta allí. Que le han hecho perforar a nuestra especie todos
los límites, todas las barreras, pero que ahora son incapaces de detenerse frente a la
posibilidad de nuestra propia autodestrucción.
Ese rostro feroz, la capacidad de competir y sobrevivir a cualquier precio, fue útil en
un largo período histórico, pero hoy es ya totalmente disfuncional. La evolución como
decíamos al principio y la historia humana más tarde, correctamente descripta en los
términos del materialismo histórico, han hecho surgir su par dialéctico, su
contracara, la cooperación y esta es el resultado del proceso de la historia. La
cooperación es el fruto de la acumulación de complejidad que caracteriza el desarrollo de la
vida.
Plantearemos aquí una hipótesis que requiere de una fundamentación que excede estas
improvisadas líneas:
En cualquier sistema estable cuando la incertidumbre crece hasta niveles críticos, ya
sea por el desarrollo de situaciones caóticas internas que tiendan a la entropía, o por
la amenaza de un evento externo que pone en riesgo dicha estabilidad, la única
respuesta que permite evitar el colapso, es la emergencia de un nivel superior de
cooperación entre los elementos del sistema, en otros términos un salto en la
complejidad del mismo.
En síntesis la cooperación puede emerger como respuesta cuando la incertidumbre
de un sistema alcanza niveles críticos.
Es probable que debamos trabajar mucho aún sobre este concepto para que adquiera una
forma más o menos aceptable, pero asumiendo la benevolencia del lector que ha llegado
hasta aquí, lo utilizaremos brevemente para analizar la situación presentada.
Sigamos con el ejemplo de la revolución Rusa, frente al estado Zarista colapsado, el
hambre generalizado y literalmente el caos total de la sociedad, la burguesía y el liberalismo
no tenían nada para ofrecer, esto es lo que sintéticamente plantea Lenin en las tesis de
Abril.
Los bolcheviques eran la opción de una respuesta colectiva y centralizada que se
proyectará en la guerra civil como comunismo de guerra. Se reduce al mínimo la
competencia interna del sistema, se centralizan las decisiones y el cuerpo social responde
como uno, ante la fatalidad y la agresión blanca imperial.
Los esfuerzos así direccionados adquieren una potencia que no conoce el regimen burgues,
que una vez más en la historia de las revoluciones, verá incrédulo como esta se sobrepone
a amenazas que parecen imposibles de superar ( 22 naciones imperialistas agreden a la
revolución bolchevique desde todos los frentes y todas las fronteras durante la guerra civil).
El esfuerzo y la tensión revolucionaria atravesará la segunda guerra mundial llamada la
gran guerra patria y la posterior reconstrucción nacional, desplegando la industrialización
forzada y la construcción de una potencia mundial apresurando el reloj histórico.
En los 70 si bien la amenaza externa, que hasta ese momento había sido el elemento
cohesionador, se mantenía, entró en una etapa de estabilidad y relativa distensión, aquí
cambiaron los parámetros y probablemente la revolución golpeada, cansada y deformada,
no encontró los nuevos ejes de su despliegue, pero eso ya es tema de otro análisis.
El Che quien formuló correctamente una de las aristas del problema al enunciar que sin
mujer y hombre nuevo no hay socialismo, reflexionaba en sus escritos acerca de la potencia
solidaria, el altruismo que emerge en la sociedad frente a la catástrofe que la amenaza y
proponía que si lográramos actuar como en esos momentos, en forma constante,
tendríamos a la mujer nueva y hombre nuevo.
Sin embargo es cierto que, cuando la tensión de la amenaza externa se reduce, el sentido
común repliega a las masas hacia su individualismo previo, esto ocurre porque las
tradiciones culturales hasta aquí construidas basadas en la lógica del capital, por ser este
un sistema más antiguo con más tiempo de construcción y naturalización de sus relaciones
de producción, son hegemónicas en la sociedad y a esa hegemonía no hemos logrado aún
desmoronarla. Tal vez podamos estudiar también si en el siglo XX debían aún madurar
ciertas condiciones en el desarrollo de las fuerzas productivas, para la emergencia definitiva
de un sistema económico basado en la cooperación. Condiciones que la cuarta revolución
industrial probablemente optimice.
Volvamos a la hipótesis de la guerra, cuando una sociedad, un pueblo o una nación tienen
las condiciones para responder a una amenaza externa, lo que se produce es una
movilización general de los recursos colectivos orientados al fin de enfrentar y superar la
emergencia, en esos momentos surge el espíritu nacional, la unidad popular y estas están
cimentadas en concepciones y sentimientos altruistas y de fuerte cooperación. El
individualismo y el egoísmo no sólo son pésimamente considerados en esas circunstancias,
sino que también son penados por el estado con el consenso popular. Esos momentos de
emergencia o catástrofe y de respuesta colectiva, son la cabal demostración de nuestra
tesis de la emergencia de la cooperación, como respuesta superadora cuando un alto
nivel de incertidumbre, amenaza la estabilidad de cualquier sistema.
Distinguimos sin embargo 2 tipos de cooperación, una diriamos de carácter netamente
defensivo, circunstancial, un primer nivel de emergencia frente a la crisis, (el que
describimos más arriba basado en el miedo) una primera y precaria respuesta, que no
constituye un cambio o amenaza para el sistema imperante y otra de una carácter
cualitativo superior, que constituye una fluctuación que puede generar un nuevo orden, un
nuevo nivel de complejidad.
La pandemia es la antesala de un mundo que enfrentando las consecuencias de la acción
humana sobre la naturaleza, el antropoceno, la crisis climática, nos pondrá ante la exigencia
de asumir la cooperación como una necesidad imperiosa. ¿Impondrá condiciones objetivas
para el salto hacia una sociedad de cooperación? ¿Lograremos salir de este nivel de
cooperación en la emergencia, defensivo y en cierto sentido conservador para pasar a una
fluctuación que abarque todo el sistema, generando un nuevo orden?
En esa perspectiva pero aún en términos tácticos es que planteamos la necesidad de
desplegar un programa para derrotar la pandemia desde lo colectivo y solidario, un
programa de esas características no puede menos que cuestionar al capitalismo como un
sistema que basado en el egoismo y la acumulaciíon privada de riquezas, solo puede
aportar caos y miseria en el medio y después de la pandemia.
Si se impone la salida del gran capital, tomemos nuestro caso en la Argentina, no solo
pagaremos con hambre y desocupación en niveles nunca vistos, sino que el propio sistema
corre el riesgo de colapsar. La viabilidad de la argentina como nación que viene siendo
puesta en jaque por el liberalismo más extremo cada vez que gobierna, podría estallar
definitivamente, sí en la salida de la cuarentena y crisis consecuente, predominan de una
forma u otra los intereses de los representantes de la elite.
Hemos apoyado el manejo sanitario de la crisis realizado por el gobierno nacional y
saludamos las buenas intenciones y la orientación, de varias de las medidas para aliviar el
peso de la situación, a los más necesitados. Sin embargo debemos decir que a pesar de
esas buenas intenciones en Argentina el peso de la pandemia y la cuarentena la pagamos
lo trabajadores, otra vez somos el pueblo humilde quienes sobrellevamos el peso de la
tragedia.
No, el virus no nos trata a todos por igual, no es lo mismo realizar la cuarentena en un
lujoso Country que en una villa. No sufre de la misma manera la cuarentena un trabajador
informal que ya está al borde de lo soportable que un capitalista, que se ve temporalmente
impedido de seguir extrayendo plusvalía de sus trabajadores.
Por eso no hay lugar para tibiezas ni titubeos, si no queremos condenar a nuestro
pueblo a desgracias innecesarias, se debe actuar con energía en la dirección de
organizar una economía de guerra, colectiva, poniendo el interés supremo del pueblo
y la nación por sobre el interés individual, el gran capital y la usura.
En este contexto la única forma de canalizar todos los recursos en la derrota de la
pandemia y una salida ordenada y popular de la crisis, es nacionalizar/estatizar, poner en
manos del estado y organismos de control popular las principales palancas de la economía
Nacionalizar el sistema de salud, pues en este contexto la salud no puede estar sometida al
mercado y se necesitan todos los recursos en manos todavía privadas para enfrentar la
pandemia.
Nacionalizar todos los servicios básicos a la población, electricidad, gas, y comunicaciones
en toda su gama, porque en una situación de crisis profunda la provisión de los mismos
debe estar garantizada y no puede estar en manos del mercado.
Nacionalizar el comercio exterior, porque hay que movilizar los recursos de la nación para
superar la profunda recesión ya instalada y asegurar el crecimiento futuro.
Nacionalizar la banca porque hay que movilizar el crédito para producir lo necesario y
garantizar la recuperación de la economía.
Simultáneamente hay que impulsar la alternativa de la economía solidaria y cooperativa
como opción superadora. Es hora de plantear una profunda reforma empresarial que
habilite el acceso a la dirección y las ganancias a las trabajadoras y trabajadores de las
grandes empresas, Llegó la hora de la democratización del mundo empresarial, uno de los
pocos donde la dictadura de un puñado es aún norma absoluta.
Es necesario crear un polo científico técnico e industrial, dándole forma de grupo de
empresas estatales, donde agrupemos todas los emprendimientos de vanguardia
tecnológica estilo ARSAT y realicemos un plan de largo plazo dotándolo de todos los
recursos necesarios.
Puede sonar grandilocuente, pero preservar la vida de miles o decenas de miles de
argentinos y apartar de la miseria extrema a millones, no es una tarea simple ni será obra
de medidas circunstanciales.
Es el momento de volver a preguntarnos, si es el capitalismo y su lógica de
producción, distribución, comercialización y consumo, el que puede ofrecernos algo
en estas circunstancias.
¿Alcanza entonces, surge inevitable la pregunta, con medidas fiscales? esto es que el
estado a través fundamentalmente de la emisión monetaria u otros medios ponga plata en
el bolsillo de la gente ¿Adonde va luego esa plata , a alimentar el circuito de la reproducción
ampliada del capital, a alimentar el egoísmo? El gobierno le pide razonabilidad y prudencia
a la voracidad capitalista ¿No hay otro modo de gestionar la crisis, solo se trata de moderar
por un tiempo el egoísmo hasta que esta pase y luego nos lancemos de nuevo
desenfrenados a la orgía de la acumulación y la reproducción de la desigualdad y la
pobreza?
¿No será tiempo de pensar un sistema económico distinto? basado en la solidaridad, en la
cooperación inteligente, con libertad coordinada con el entorno para la iniciativa propia,
poniendo el bien del colectivo del conjunto de la sociedad como organismo complejo al que
hay que preservar, por delante de los intereses individuales o de grupos.
¿ No será tiempo de ensayar un concepto nuevo de libertad? una cuya contrapartida no sea
la negación de la libertad del otro, como es la dupla inescindible de la libertad del burgués:
Libertad/opresión, mientras más “libre” es el Burgués, más oprimido está el conjunto de los
trabajadores que de él depende y mientras más goza de su libertad la élite, más
desigualdad y opresión para los trabajadores pobres hay en la sociedad.
Simultáneamente ¿Que hacemos con el gigantesco proceso de endeudamiento mundial
que ha promovido el gran capital como método de exorcizar la crisis que de cualquier modo
llegó? debemos solamente postergar sus pagos por un tiempo para permanecer atados por
décadas en el contexto de la profunda crisis que se despliega a esta deuda, es razonable
que todo el proyecto económico de un país como la Argentina, aunque no responda a la
lógica neoliberal, este diseñado en buena medida ( las políticas fiscales, monetarias
exportadoras industriales, de relación geopolítica con el mundo) para pagar esa deuda.
¿ Alcanza en este contexto con una moratoria o reducción de intereses? No habrá llegado
el momento de que los países del mundo en desarrollo y todos los deudores pequeños y
medianos seamos liberados de esas cadenas. Imaginense el gigantesco impulso a la
producción el comercio y el bienestar colectivo, que significaría que volvamos a ser dueños
de nuestro tiempo de trabajo futuro.
Está claro que estos son planteos estratégicos y que la política concreta exige que
con este horizonte, seamos capaces de realizar todos los acuerdos y desplegar todas
la tácticas, que aún indirectas, nos pongan en tensión hacia el logro de esta
perspectiva.
Qué hacer
Claro que no necesariamente este será el programa de salida de la pandemia ni aquí ni el
mundo.
En ese contexto los que creemos en una sociedad distinta, los que creemos que el egoísmo
ya nos ha puesto demasiado tiempo al borde del abismo, debemos levantar con firmeza y
con toda la tensión de nuestro intelecto y nuestro brazo, parafraseando a Ingenieros, la
alternativa de la cooperación y el socialismo.
No se trata ya de salvar el capitalismo ni siquiera de reformarlo, se trata de enterrarlo
definitivamente en la fosa del pasado de la humanidad.
Pero para eso habrá que alistar las fuerzas que darán esa batalla, es aquí donde el candor
de los publicistas reformistas que creen ver cómo se hunde aceleradamente un mundo, y
espontáneamente surgirá una sociedad más justa, nos provoca no una sonrisa sino un
escalofrío. Recordamos aquí aquella frase de Gramsci: “El viejo mundo no termina de morir,
el nuevo no termina de nacer y en claroscuro surgen los monstruos”. Y sin duda veremos
surgir monstruos impensables en medio del violento recrudecimiento de la lucha de clases.
El imperialismo y su elite hace rato decidieron salvarse solos, este también es un tema para
desarrollar con mucha más profundidad, adelantaré aquí solo unos párrafos. Apuestan a la
revolución tecnológica como su arma central que les permita ganar la definitiva distancia
con nosotros, la chusma del mundo, y lograr una relativa independencia ( concepto
claramente cuestionable) del trabajo asalariado gracias a la robotización de la producción.
Mientras ellos se imaginan diseñando a sus hijos con los últimos adelantos de la
genética, nosotros seremos algo así como el eslabón perdido de ese nuevo salto
evolutivo, condenados a la miseria en medio de las consecuencias del calentamiento
global y contenidos por sus escuadrones de exterminio. No es este un relato surgido de
la mente afiebrada de un director de ciencia ficción clase B yankee, es el diseño de sus
pensadores estratégicos (7).
No, no iremos graciosa y espontáneamente hacia el socialismo. Es cierto que todo el
desarrollo científico técnico, todo el desarrollo cultural de la humanidad, la posibilidad que
brinda la democratización del conocimiento que supone internet y las nuevas tecnologías de
procesamiento de la información, generan importantes condiciones para que planteemos
nuevas y superiores relaciones de producción basadas en la cooperación y no en la
competencia, basadas en la solidaridad y no en el egoísmo y construyamos con eficacia
revolucionaria una alternativa a esa pesadilla orwelliana.
Pero para eso hace falta una teoría política que dé cuenta del siglo XXI desde una
perspectiva revolucionaria y científica. El marxismo nos proporciona una base y un eje más
que sólido para avanzar en el desarrollo de esa teoría revolucionaria, pero no podemos
pedirle a Marx que hable sobre el calentamiento global y lo integre a su ecuación del capital,
ni a Lenin que nos explique sobre la situación geopolítica nueva que se abre con la disputa
China – EE.UU. O la nueva fase del imperialismo que se despliega con la construcción de
un protoestado mundial. Estos desafíos debemos afrontarlos nosotros y hace ya demasiado
tiempo que sólo balbuceamos.
Necesitamos cuadros con una sólida formación científica. Acostumbrados a lidiar con la
incertidumbre, debemos huir del dogmatismo como de una enfermedad mortal, al tiempo
que somos capaces de enfrentar las múltiples modas teóricas que pretende vendernos el
capitalismo.
Realizaré aquí una pequeña disrupción acerca de los cuadros.
La concepción del ser humano de las iglesias protestantes fundamentalmente cuando
surgieron, se basaba en el concepto de predestinación. Este tema está desarrollado en “La
Ética Protestante” de Weber. -Hay un camino que es el camino de Dios y la providencia
determina desde antes si estoy entre los elegidos o los condenados, cualquier paso
equivocado que de, es simplemente la cabal demostración que he sido designado por la
mano divina para estar entre los condenados-. Esta idea típica del Calvinismo, no admite la
mínima posibilidad de apartarse del camino.
Sirve para evidenciar la enorme tensión interna de quienes pretendían vivir de esos
preceptos. Cualquier desvío de la rectitud pregonada significaba admitir que se estaba en el
rebaño del mal. El Dogma lo era todo, quien se apartaba de él estaba perdido. Estas
concepciones en su momento demostraron su poder histórico para forjar una nueva ética.
Sin embargo las citamos, entendiendo que es un caso extremo aún en la iglesia (no muchos
aceptaban este tipo de interpretaciones), para contrastarlas con lo que pretendemos
construir.
No es el cuadro cuya fortaleza es la adhesión incondicional al dogma el queremos
imitar, es más ese es un modelo impotente para enfrentar el mundo que viene y las tareas
que tenemos los revolucionarios. Debemos reconocer que la izquierda frente a la
impotencia que le produce su retraso teórico se ha acostumbrado, en el mejor de los casos,
al desarrollo de este tipo de cuadros. En el peor simplemente abandonan cualquier
pretensión teórica coherente.
Los cuadros que necesitamos deben tener una alta formación científica, en un mundo
donde la ciencia tiene un desarrollo vertiginoso, capaces de entender sus propios errores,
capaces de modificar el rumbo cuantas veces sea necesario sin perder la mirada
estratégica. Deben ser flexibles, dúctiles, con una voluntad firme y un inclaudicable amor a
la humanidad.
Debemos ir hacia la construcción de una fuerza con una alta capacidad ideológica y por lo
tanto con gran flexibilidad política, que pueda accionar descentralizadamente cuando sea
necesario para enfrentar los esfuerzos de neutralización del enemigo. Pero con la habilidad
de concentrarse rápida y eficazmente cuando lo necesite. Una fuerza con sólidos
principios, pero con la capacidad de transitar todos los caminos políticos indirectos
necesarios para sorprender al enemigo.
Tenemos que volver a levantar un programa anticapitalista en las condiciones actuales, que
articule libertad responsable con compromiso social, con igualdad. Un programa que se
proponga mediante un conjunto de transformaciones, terminar con la gran propiedad
privada de los medios de producción y la lógica consecuente de acumulación. Un programa
que se proponga terminar para siempre con la dupla inescindible en la sociedad burguesa,
riqueza concentrada/ miseria extendida. Un programa que reivindique el papel del estado,
pero de un estado nuevo, transformado, capaz de articular con el movimiento social y
popular en nuevos términos. un programa que reivindique nuevas formas de producción
cooperativa eficaz y moderna. Un programa que se plantee poner los avances
tecnológicos en manos de las masas populares y para beneficio del conjunto del pueblo,
que plantee relaciones económicas basadas en la cooperación a gran escala, pero que
inteligentemente contenga la necesaria tensión interna, para que el proceso no se cristalice
y retroceda. En síntesis la construcción de las modernas relaciones de producción
socialistas a la luz de la experiencia histórica y aprendiendo de ella.
Hay una enorme tarea, que debe en primer momento encontrar las formas de
reagrupamiento de los que sabemos que el capitalismo puede y debe tener sus días
contados y que eso será obra de una gigantesca tarea revolucionaria.
Notas
(7) Recomendamos en este punto el texto- Homo Deus- de Harari, donde se plantea
la visión de un sector de la burguesía, que intenta diseñar el futuro de la humanidad
desde una perspectiva apoyada en la ciencia y defendiendo a rajatablas sus
intereses
Jorge “Abasto” Barone