Cambio climático: ¿Qué puede esperar la Argentina y cómo debe prepararse para el futuro?

Cambio climático:

¿Qué puede esperar la Argentina y cómo debe prepararse para el futuro?

2 marzo, 2020 Desactivado Por Germán Costanzo Castiglione

Tormentas, inundaciones, sequías son solo algunos de los efectos del cambio climático. Mientras hay quienes plantean que solo se trata de una “construcción mediática”, la realidad científica evidencia que no existen relatos, sino una transformación que puede convertirse en una catástrofe.
Desde finales del siglo XIX, la industrialización, la combustión de recursos no renovables como el petróleo y el carbón, la tala de los bosques y algunas actividades vinculadas con la producción agrícola, entre otras actividades, han generado que la temperatura de la Tierra se eleve.
Este incremento en la temperatura trajo consigo serias consecuencias que van desde un aumento notorio de las denominadas “olas de calor”, inundaciones y hasta la propagación de enfermedades que antes solo se centraban en zonas cálidas.
Impulsados por los más jóvenes,las manifestaciones se han multiplicado en distintos lugares del mundo y la presión por parte de la sociedad mundial, más consciente de las consecuencias, obligó a que los líderes mundiales tomen nota de la realidad.

¿Qué es el cambio climático?
Hace escasos años, hablar sobre el cambio climático era algo lejano. Se trataba de una temática más abordada por Hollywood que por líderes mundiales. Sin embargo, la ciencia siempre mantuvo el foco en cómo las actividades humanas afectaban al mundo y a cada uno de los seres que lo habitan.
“El cambio climático es una variación en los parámetros que describen al clima, tales como la temperatura, el viento y la humedad, que persiste en el tiempo y duran en el orden de varias décadas”, explicó a A24.com la investigadora del Conicet y miembro del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA), Inés Camilloni.
Pese a que desde 1850, momento en que se inicia el “período instrumental”, existen mediciones, la información es dispersa. Entre el 1900 y el 1950 “no ser percibieron cambios en el clima que sean consecuencias de las acciones humanas”, pero luego de ese año, denominado “pre industrial”, comenzaron a evidenciarse modificaciones.
“El clima siempre tuvo variaciones y cambios. Lo significativo del cambio climático es que nunca ascendió la temperatura de una forma tan marcada y acelerada como lo está haciendo ahora; y nunca hubo tanto dióxido de carbono en la atmósfera como en la actualidad”, explicó Camilloni.
En ese sentido, la investigadora del Conicet resaltó que la sociedad tomó mayor consciencia de esta realidad porque “los cambios que estamos viendo se dan en la escala de vida de una persona. Por ejemplo, si le preguntás a alguien cómo era el clima cuando eran chicos, te van a decir que los inviernos eran mucho más fríos o que no había olas de calor como ahora”.

Las consecuencias ya están entre nosotros
Los cambios en el clima no son homogéneos. Más allá del aumento promedio de la temperatura, en algunas zonas del planeta se va registrar un mayor aumento de la temperatura con lo cual se generan diferencias en la presión y la circulación del aire en la atmósfera, responsable del vapor de agua que, posteriormente, se convierte en lluvia.
En resumen, no solo varía la temperatura, sino también los vientos, la humedad y las precipitaciones y, por consecuencia, la composición química de los océanos y los suelos, siendo que estos últimos también son influenciados por la propia actividad del hombre, que elimina bosques para urbanizaciones y producción agrícola.
“Con respecto al periodo pre industrial, en 2019 la temperatura de la tierra aumentó un promedio de 1,1 grados, pero no es homogéneo. Hay lugares en el ártico en donde ascendió entre 2 y 3 grados. Las regiones donde más se calentó el aire es sobre los continentes. Los océanos también se están calentando e impactan sobre el nivel del mar, la flora y la fauna”, resaltó la experta.
En ese sentido, Camilloni profundizó: “En el caso de los océanos, al aumentarse la temperatura se modifica el hábitat y la acidez. Si la temperatura aumenta 1,5° desaparece el 90% de los arrecifes; si asciende 2° desaparecen todos los arrecifes y el 50% de las especies marinas”.
Pero eso no es todo. Existen versiones dispersas en las redes sociales que, tras un fuerte deshielo, podrían surgir virus antiguos que desencadenarían pandemias y millones de muertos. Más allá de las especulaciones conspirativas y algunas teorías descabelladas, el cambio en el clima sí puede incidir en la salud mundial.
“Se pueden generar ambientes favorables para las enfermedades que se transmiten por vectores, como la malaria, el dengue y el hantavirus; ya que esos vectores pueden transitar mayores extensiones de territorio llevando males a zonas donde no existían”, explicó la especialista.

¿Qué ocurre en la Argentina?
En la Argentina, el cambio climático ya impacta. En la Ciudad de Buenos Aires, por tomar un ejemplo, las olas de calor o las precipitaciones intensas, se manifiestan en varias oportunidades. Fenómenos, además, que se replican a lo largo y ancho del país.
“Las consecuencias dependen de cuánto ascienda el nivel del mar. Las proyecciones son que podría aumentar un metro y con eso podrían desaparecer unas islas cerca de Bahía Blanca. La sudestada, que está causada por el efecto del viento, tendría un metro más y habrá inundaciones temporales más frecuentes”, aseguró la Doctora en Meteorología de la Universidad de Buenos Aires.
Desde 1960, la temperatura en la Patagonia aumentó un grado, mientras que en el Centro-Norte de la Argentina el incremento fue de medio grado.
Por este incremento hay un “proceso de retracción de los glaciares andino-patagónicos, salvo el Perito Moreno. Al haber una menor acumulación de nieve impacta en los caudales de los ríos de la región Cuyo-Comahue, donde hay cada vez menor agua”.
En el Litoral, en tanto, ya hay un 30% de aumento en las precipitaciones, se registran eventos extremos (tormentas intensas), provocando inundaciones y una subida en los niveles de los grandes ríos.
Además, habrá olas de calor más fuertes y por más días, un efecto que se prevé continúe y genere, además, riesgo de sequías e incendios en zonas como el Centro-Norte, la Patagonia y la región Andina, donde además sufrirán una disminución en las lluvias.

¿Puede frenarse el cambio climático?
Ante tan abrumador panorama y aún más inquietante futuro, surge la pregunta ¿puede frenarse? Lo cierto es que la ciencia y varios activistas como Greta Thunberg pregonan un cambio no solo en la manera de percibir la naturaleza y sus recursos, sino también en cómo los países pueden continuar su crecimiento sin perjudicar el medioambiente.
“La ciencia dice que para que se logre estabilizar la temperatura hay bajar las emisiones de dióxido de carbono en un 45% para 2030. En 10 años tenemos que bajar a la mitad las emisiones y para 2050 tenemos que ser ‘carbono neutral’. Es posible realizarlo, pero la transformación debe ser gigantezca”, explicó Camilloni.
En palabras de la especialista, en 2019 se desaceleraron las emisiones, pero no se redujeron. “Veo difícil que se logre, la ciencia dice que se puede, pero las medidas políticas no parecen estar muy encaminadas. La esperanza está en la presión de los más jóvenes, que están bien informados”, afirmó.
Hasta el momento, quienes más contribuyen en este aumento de la temperatura de la tierra son China y Estados Unidos. Argentina produce algo menos del 1% del total de los gases de invernadero que se desprenden a la atmósfera, aunque está ubicado entre los 30 países que más emiten.
En América Latina, por ejemplo, quien lidera el ranking de mayor cantidad de emisiones es México, seguido por Brasil y escoltado por la Argentina, aunque, según aclaró la especialista, “año a año hay oscilaciones”.
“La Argentina adhirió al acuerdo de París, donde todos los países firmantes se comprometen a reducir las emisiones para que la temperatura no aumente un grado y medio para 2030”, afirmó la investigadora, aunque se estima que para finales del siglo la temperatura podría incrementarse en 3 grados.
De todas maneras, en ese acuerdo, la Argentina se comprometió a que, para 2025, el 20% de su energía se obtenga mediante recursos renovables. Incluso, la comunidad científica mundial espera un mayor compromiso por parte de los países durante la próxima Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático 2020 (COP 26), que se realizará entre el 9 y 20 de noviembre en Glasgow, Escocia, Reino Unido.
Pero las esperanzas no son tan grandes, ya que durante el COP 25, que se realizó en Madrid, los líderes mundiales dilataron las decisiones. “Si no están todos de acuerdo y reducen en serio las emisiones no se va a lograr detener o desacelerar el calentamiento global”, afirmó la Camilloni y agregó: “Ahí es donde está la presión de los jóvenes, la ciencia y muchos medios de comunicación que informan sobre esta realidad”.
La postura de las diferentes naciones sobre el cambio climático radica en la economía. Desde intereses encontrados hasta pedidos de emitir dióxido de carbono con el objetivo de un crecimiento interno, junto al aditivo del descreimiento de los propios presidentes, el futuro no parece muy alentador. Aunque las consecuencias climáticas a las que deben enfrentarse las naciones son aún más onerosas que las medidas que se impulsan.

¿Qué podemos hacer?
Lejos de las pujas de poder, ansias de crecimiento y desarrollo económico, cada uno de los habitantes de este planeta puede contribuir.
En el último “Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero (GEI)” emitido en 2014, la generación de energía es la responsable del 52,5% de las emisiones, seguida por Agricultura, ganadería y otros usos de la tierra con el 39,2%, los procesos industriales con el 4,5% y los residuos con el 3,8%.
El último de estos rubros es uno de los más promocionados y que más profundo caló en la sociedad argentina. La regla de las tres “erres” (reciclar, reutilizar y reducir) se ha convertido en una herramienta imprescindible, aunque puede haber una más: consumo responsable de la energía.
“Cuando uno hace uso eficiente y consciente de la energía que se usa en los hogares, usa el transporte público en vez de automóviles particulares, consume menos productos industriales o que son producidos mediante el uso de la energía y hasta una disminución en el consumo de alimentos procesados, todo contribuye. A nivel global, por ejemplo, el 30% de los alimentos descartados están en buen estado y podrían ser consumidos”, explicó Camilloni.
La realidad es acuciante. Los efectos del cambio climático ya están entre nosotros y somos todos los que habitamos este planeta los que podemos cuidarlo. Lo que cada uno puede realizar desde su lugar puede ser solo un granito de arena en una inmensa playa, pero sin ese granito la playa no es la misma.