TurquíaEstambul, la urbe que sorprende en el encuentro de dos continentes

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Estambul, la urbe que sorprende en el encuentro de dos continentes

8 junio, 2023 Desactivado Por Germán Costanzo Castiglione

La ciudad atrapa a los sentidos por sus paisajes y sus aromas a especias y café y sus construcciones históricas y enigmáticas.

Estambul, ciudad con una impronta histórica que la erige como cuna de civilizaciones, atrapa a los sentidos por sus paisajes y sus aromas a especias y café, pero sobre todo por esa particularidad de ser la ciudad de los dos continentes.

Ubicada a orillas del Bósforo, estrecho que separa dos mares, el Negro al norte y el Mármara al sur, una parte de la ciudad, la más histórica y tradicional, está en el continente europeo, mientras que otra gran parte de su territorio se encuentra en el continente asiático, por lo que los habitantes de esta gran urbe conviven con el hecho de cruzar permanentemente de un continente a otro.

Para Ahmed, este cruce no es más que parte de su vida cotidiana. Vive en la zona de Ümraniye, en el sector asiático, y todos los días utiliza el transporte público, preferentemente el metro, aunque a veces también el autobús, para llegar hasta la Plaza Taksim, donde tiene un puesto de venta de unos panes típicos muy apreciados por propios y extraños.

«Para mí no es algo extraordinario. Es mi vida de todos los días. Cruzar el río (así le llaman al estrecho del Bósforo), es lo más normal. Sé que la gente de afuera, los turistas, se impresionan por eso, pero para a los que vivimos acá es parte de nuestra vida cotidiana», contó a Télam con la naturalidad de quienes conviven con lo imponente sin percatarse demasiado de ello.

A la inversa, la joven Elvan, de 21 años, diariamente viaja hacia el aeropuerto de Sabiha Gökcen, donde operan la mayoría de las compañías aéreas low cost y las que hacen vuelos domésticos y regionales, que se encuentra ubicado en el barrio de Sanayi, en el continente asiático.

Allí atiende una de las tantas tiendas de la estación aérea.

«Yo cruzo en ferry todos los días y después me tomo el metro hasta el aeropuerto. Es la forma más rápida para mí porque vivo cerca de la estación del ferry, así que todos los días cruzo el Bósforo y nunca me caso de disfrutarlo. Sé que estoy cruzando continentes y aunque es algo para mí totalmente normal y cotidiano, yo sí soy consciente de lo que eso significa», comentó.

La experiencia de Ahmed y Elvan se repite en cada rincón de Estambul: son muchos los que viviendo en un continente trabajan en el otro, y el cruce diario forma parte de sus vidas.

Entre ellos, muchos estudiantes que acuden a la Universidad de Estambul (?stanbul Üniversitesi en turco), la institución educativa más importante de Turquía y una de las más antiguas del mundo.

Estambul, pese a no ser la capital del país, es su urbe más grande e importante.

Territorio de gran riqueza industrial, comercial, cultural y, por supuesto, turística, contribuye con un papel fundamental a la economía turca.

Y es el turismo, precisamente, una de las fuentes de ingresos más importantes.

«Nosotros vivimos en gran medida de los turistas», dijo a Télam Selman, dueño de uno de los negocios ubicados en el interior del Gran Bazar.

«Cuando hay turistas, los precios suben», detalló mientras se abocaba con particular fervor a un regateo interminable con una mujer inglesa que pretendía llevarse una chalina turca.

El precio inicial era de 1.100 liras turcas (1 dólar equivale a 20,22 liras) pero finalmente quedó en 450; la compradora inglesa y Selman se despidieron con una sonrisa de satisfacción que demostraba que los dos habían salido ganando.

Los turistas, en su gran mayoría, concentran su atención en el centro histórico donde la majestuosa Santa Sofía, la preciosa Mezquita Azul o el impresionante Palacio Topkapi, sobresalen en la consideración de los extranjeros.

Pero es el Gran Bazar el que resume la esencia de Turquía, con más de 4.000 tiendas repartidas en 58 calles que reciben cada día cerca de medio millón de visitantes.

Son comunes las tiendas de alfombras cosidas a mano, las dedicadas a la venta de especias y la orfebrería.

Los colores se hacen protagonistas en este bello y peculiar lugar donde se mezclan olores y sabores que quedan en el recuerdo de los viajeros.

«Es que uno no sabe con qué quedarse. Todo es maravilloso, es tan extraño y a la vez fascinante. Toda Estambul es así, como este Gran Bazar», expresó a Télam Elizabeth, una española que llegó por primera vez a Estambul y deambula entusiasmada por los intrincados pasillos del Gran Bazar procurando llevarse todo.

Con más de 15 millones de habitantes, la mayoría de religión musulmana, Estambul es una de las ciudades más pobladas del mundo y tiene un ritmo frenético, con automóviles circulando a una velocidad asombrosa.

Aunque tiene un buen servicio de transporte público, por momentos la ciudad es un caos; pero basta con adentrarse en callecitas adyacentes a las principales arterias para encontrar un mundo distinto, más sereno, con personas degustando un café mientras juegan a las cartas o simplemente sentados junto a la acera en mera actitud contemplativa.

Estambul tiene un encanto atemporal que debe mucho a su interesante historia: conocida en el pasado como Bizancio y Constantinopla, la ciudad ha sido el centro de varios imperios ancestrales (fue la capital del Imperio Romano de Oriente y del Imperio Otomano) de los cuales todavía conserva grandes maravillas arquitectónicas.Pero hay una característica más de esta ciudad que asombra, y es que es el paraíso de los gatos. Estambul es una de las ciudades en el mundo donde se pueden encontrar gatos en cualquier sitio: por las calles, en las tiendas, descansando en los restaurantes e incluso en las estaciones de tren.

Todos, absolutamente todos los gatos están bien cuidados y esto es porque la gente los protege y alimenta como si fueran propios.

«Sin gatos, Estambul perdería su alma», dice Derya, una joven que atiende en un negocio de comida. Allí, un gato negro y blanco se acomoda sobre un almohadón que le colocaron, junto a un plato de comida y agua.

 

FUENTE:TELAM/Por Claudio Benites, enviado especial