“Desmadejando la Colonialidad” de la UNLP¿Será un nuevo Estado-Mundo?
10 junio, 2020
Abundantes escritos, y en algunos casos, agobiante información, estamos recibiendo, leyendo y escuchando sobre el cambio que se producirá en el sistema “Mundo globalizado” que impera en el mundo actual. ¿Será así? ¿Ocurrirá un cambio trascendental en la organización del Estado-Mundo? Y si ocurriera este cambio trascendental del que tanto se habla, ¿en qué consistirá? ¿Será para bien del género humano? Y en todo caso, cuál querríamos nosotros que fuera el cambio. ¿Es utopía o tiene visos de realidad?
Estos interrogantes que formulamos y otros tantos que nos debiéramos hacer, son la esencia de lo que entiendo debe plantearse, acerca del mundo en que vivimos y en el que vivirán quienes nos continúen.
Para dar comienzo al análisis del por qué y cómo llegamos a un año 2020 con un Estado-Mundo bajo el mando del “sistema financiero sin fronteras”, donde impera el dinero fruto del dinero, concentrado en pocas manos y corriendo, al margen del mentado sistema, a los Estados-Nación, es imprescindible hacer un ligero y breve relato del origen de la Modernidad que instaló el sistema capitalista en la orbe.
Comenzaremos por afirmar que el nuevo sistema mundial surgió a lo largo del siglo XVI. América nació como entidad geosocial durante dicho siglo. Es decir, América como tal no se incorpora en una pre-existente economía-mundo capitalista, sino que a causa de América surge la denominada “Modernidad” (1).
Desde el comienzo de América, los futuros europeos (identidad que aún entonces no existía) asociaron el trabajo no pago o sin contraprestación de salario con las razas –término nuevo entonces- dominadas porque las mismas eran inferiores. Allí está el eje del sistema: la invención de la raza y la jerarquía del imperio-colonia permitió a los blancos (luego llamados europeos), el control del trabajo. Allí, nos dice Quijano que se crea el eurocentrismo, que luego reproduce el sistema de explotación y el criterio de distribución de valor a sujetos y productos.
La creación del ideario hegemónico y eurocéntrico de lo “moderno” como paradigma y la “modernización” como un valor, lo evolucionado y lo desarrollado, instalado como sentido común. La ciencia y la economía como resultados de esa jerarquía fundacional construida sobre el cimiento de la raza orientada a la explotación del trabajo.
La famosa dualidad o análisis binario del eurocentrismo, fue conocido por los argentinos a través de lo enunciado por un arquetipo del colonizado mental: Domingo F. Sarmiento y su planteo de “Civilización o Barbarie”. Con ese enunciado fue clave la creación de subjetividades, formando generaciones enteras -con ilustres excepciones- acerca de la superioridad europea-blanca y los conceptos que nos recuerda Quijano que vienen al caso: desarrollo, progreso, productividad, competitividad, relación desigual, desarraigada y distanciada de un sujeto que observa y administra un “objeto”.
Instalando el “antropocentrismo” en lugar del “cosmocentrismo”, que era propio de los Pueblos Originarios, con lo cual nos instalan un método de conocimiento basado en el racismo. No es más que la razón cartesiana que se enajena y se exterioriza en el cuerpo-objeto, jerarquizando al que indaga (léase Europa como la razón desincorporada) y quien es objeto natural, cuerpo “objetivado” de esa indagación. En definitiva, instalan una Pedagogía de la exterioridad.
Acerca de la “exterioridad” y el capitalismo en el territorio y el pueblo americano
Esta relación de exterioridad con la naturaleza constituye la condición para la apropiación que está en la base del paradigma occidental de un crecimiento sin límites o también denominado desarrollo. Con ese esquema incorporan al sujeto americano varios escalones más abajo del ser avanzado, racional y pensante que constituye el europeo-blanco. El Indio, el Negro, el Criollo, eran seres inferiores. Al punto que la Iglesia Católica se planteaba entonces, el interrogante acerca de si los indios eran personas y fruto de tal decisión, cristianizarlas. Por su parte en relación a los pueblos de América, estos tenían que alistarse en el mito del Desarrollo. Europa blanca, la cuna del desarrollo, era el camino que debían iniciar los pueblos atrasados de América.
Por cierto que hubo elementos materiales que coadyuvaron a ese nacimiento del sistema mundo capitalista allá por finales del siglo XV y todo el siglo XVI: saqueo de recursos minerales de las tierras americanas que fueron a enriquecer las arcas del denominado “viejo mundo”. Sumado al esquema del “Trabajo” como eje fundante o principal del sistema capitalista: salario, esclavitud y servidumbre.
Pero no fueron la riqueza acumulada y el sistema del trabajo, los únicos elementos que integraron y dieron nacimiento a la sociedad capitalista del siglo XVI y subsiguientes. Había otros factores que jugaban por fuera del Trabajo y la acumulación de Capital: raza, género y edad, que implicaban la distribución del Poder en una sociedad determinada.
Hasta el día de hoy, las sociedades latinoamericanas se constituyen y conforman en forma estamentaria obedeciendo a los patrones culturales más allá del económico –que por cierto está presente-, atribuyendo roles en función de su color de piel, su núcleo de procedencia y pertenencia social, su género y su edad.
Creemos que este escenario del capitalismo en sus distintas versiones históricas -colonialismo, imperialismo financiero, depredador del medio ambiente, colonialidad del poder- está incapacitado para dar las respuestas que hoy necesitan los Pueblos, y en particular, los latinoamericanos.
El trabajo y la pérdida del Estado de Bienestar en los países más empobrecidos.
La desaparición del Estado de Bienestar, a partir de las políticas de Margaret Tatcher y Ronald Reagan, la posterior caída del Muro de Berlín que crea un mundo multipolar, conducen a las poblaciones más postergadas de los Países de América Latina, África y Asia, a un nivel de pobreza extrema.
Y esto resulta de la paulatina desaparición del trabajo en relación de dependencia, como herramienta de obtención de ingresos y eventual movilidad social ascendente, por el fruto de la relocalización mundial de las fábricas que buscan sitios con mano de obra barata, sin normas protectorias del trabajo ni sindicatos fuertes que defiendan al obrero.
Por cierto que este escenario también se produce en Europa y EEUU, donde ante el cierre y traslado de las fábricas, se crea un sinnúmero de ex trabajadores parados-subsidiados que van a conformar lo que se ha dado en llamar el Cuarto Mundo.
Desaparece del escenario latinoamericano, el paradigma de la Justicia Social e impera el crudo individualismo, donde los proyectos comunitarios pasan a la clandestinidad y solo se visualiza y se hace carne, el hoy y el ahora sin proyecto alguno.
Esta situación de la pobreza extrema en nuestros Pueblos, coadyuva a la generación de violencia en la sociedad, culmina con los sectores empobrecidos –en distintos sentidos- y alimenta las cárceles (2).
Se debilitan la ética y la moral, instalándose la salvación individual a través del imaginario que conforma la idea del emprendedurismo, la consigna del nuevo modelo de vida laboral a través de plataformas –Uber, Globo y otras- radicadas en paraísos fiscales que organizan la nueva relación de trabajo mediante telefonía celular manejado a distancia, extraterritoriales y con cuentas bancarias en el extranjero, donde trabajador y usuario-consumidor sólo contribuyen.
Frente a ese probable nuevo desafío que nos presenta la anunciada caída del actual Sistema-Mundo, entendemos que América Latina está en una posición interesante para la creación de un nuevo Sistema que reemplace la globalización, fruto de la modernidad centroeuropea. Para que ello sea conducente, más allá de todo planteo teórico, para que sea francamente superador de una utopía, será menester situarse en América para generar pensamientos localizados que visualicen el Mundo desde nosotros. Será también menester crear un método epistemológico que sepa leer e interpretar esta realidad observada, en donde la persona se asuma como parte de la naturaleza, dando por tierra –y nunca mejor dicho- con el pensamiento cartesiano que cosificó la naturaleza y nos colocó, en el siglo XXI, al borde del abismo.
Es el momento de poner fin a la tendencia depredadora, fruto de siglos de un capitalismo impiadoso, que ha desdibujado la existencia humana enfrentándola con la naturaleza.
Por cierto, debemos tener en cuenta el riesgo que el capitalismo nos presenta, no olvidemos que está vigente en el sistema mundo durante los últimos cinco siglos, y ante cada amenaza sufrida logró multiplicarse, cual Hidra de Lerna (3).
Quiera el destino que estemos a la altura, para poder terminar con este monstruo de las mil cabezas.
Pensarnos desde aquí
Se visualiza geopolíticamente la probable mutación del capitalismo, que dio comienzo con la relocalización de las empresas hace más de una década en dirección EEUU-Europa a China y Sudeste Asiático. De ese modo, es probable que América Latina -parafraseando a don Arturo– siga jugando al rol de perro, y el pase de manos solo le implique el cambio de collar.
Sumado a ello, hay un escenario ideal para el capitalismo: Totalitarismo de Estado, sin debate político, con manejo discrecional, y fruto de una formación filosófica milenaria.
Que en ese escenario probable, se produzca una des-occidentalización (emblema creado hace cinco siglos por Europa) y vayamos hacia una orientalización, que de todas maneras, para nosotros, siga siendo el desafío de combatir a la colonialidad del poder que solo habría cambiado su situación geográfica.
Por lo tanto, el camino a ratificar y profundizar para los situados en América Latina, será la de pensar y pensarnos desde aquí. Y ese pensar situado nos tiene que conducir, creación mediante de nueva epistemología localizada, a situarnos en el borde, en los límites del sistema capitalista.
Si nuestras economías latinoamericanas están prácticamente por mitades dentro y fuera del Sistema-Mundo, y la mitad que está dentro es manejada por el poder de la colonialidad que extrae nuestra riqueza, vía endeudamiento, financiarización, servidumbre, colonialidad cultural y de las subjetividades que nos llevan a actuar en contra de nuestros propios intereses, quiere decir que el camino de la emancipación será el otro.
Quiere decir que hay que pensar otros modos de producción, otros modos de comercialización, otros modos de financiamiento, de ahorro y de pago, en definitiva, un distinto modo de relacionarse con el otro, una comunidad donde las reglas de la economía sean las opuestas a las que benefician al Sistema-Mundo actual.
Es allí donde aparecen en escena, fruto del acorralamiento y como una genuina creación popular –aun utilizando instrumentos ya conocidos- aquellos movimientos sociales que, asociativismo mediante, a través de la forma jurídica Cooperativa o similar, fueron ocupando el escenario que hasta hace unos años era privativo de la forma Gremio o Sindicato.
No es que se imagine el escenario, soñado por el Poder Económico Mundial, de desaparición del gremialismo-sindicalismo, sino que deberá integrarse con las nuevas formas de asociativismo que genera el trabajo comunitario a través de las Cooperativas, pues no se puede soslayar la existencia de una nueva modalidad de ejercicio de la actividad laboral, autónoma y cooperativizada, donde se desdibuja la figura del empleador patrón tradicional, como el opuesto a combatir por las mejoras, y aparece la del compañero en pie de igualdad.
Un compañero con el que, solidaridad mediante, construimos un nuevo sistema económico que integra a los iguales de necesitados, sin la presencia ya de la figura patronal y por ende con menor participación sindical activa para estos nuevos protagonistas del trabajo.
Esa es y debe ser la DISCUSIÓN que debemos empezar a dar desde nuestra ubicación geopolítica. Sin magia, con realidades tangibles. Volviendo a o retomando uno de los pensamientos pilares en nuestra esencia: la Justicia Social, hoy instalada por la presentación en escena de un nuevo emergente social: el cooperativista.
Única vía en nuestro País, luego de la desaparición del Estado de Bienestar, dictadura y años ´90 mediante, para recuperar seres humanos arrojados a la vera del camino por un sistema neoliberal que se había alejado de la producción y se había inclinado por la financiarización del Sistema-Mundo.
Por un Derecho humano al desarrollo progresivo
Para ese nuevo escenario se hacen presentes voces desde el pensamiento filosófico situado, económico, social, cultural, que le presente batalla a la posibilidad cierta de que luego de la pandemia renazca un neoliberalismo más fortalecido y concentrado.
Desde lo económico habrá de ser un País que maneje su sistema financiero, su comercio exterior, sus intelectualidades relativas a la ciencia y la tecnología que apunte al agregado de valor en su producción primaria, un sistema económico que contemple nuevas relaciones de trabajo con eje en la solidaridad y el cooperativismo como alternativa a las figuras del empresario tradicional y sus empleados cuasi objetivados.
Una comunidad donde vuelva a prevalecer la persona y se reinstale la movilidad social ascendente que dote al ciudadano de un proyecto de vida que lo incluya en la comunidad a la que pertenece, se distribuya equitativamente la riqueza que se produce, promoviendo un derecho humano al desarrollo progresivo –del que larga y fundadamente nos habla el Dr. Raúl Zaffaroni-.
Donde habrá que discutir el Derecho de la Madre Tierra, de la Pachamamao de la naturaleza, y así se respete a los recursos naturales y cesen los proyectos extractivistas sin limitaciones que solo buscan la riqueza de pocos a costa de los demás y del entorno natural –cuestión esta última que tuvo, como dijéramos, su nacimiento filosófico con Descartes y la centralización del hombre objetivando y por tal, sometiendo a la naturaleza que hoy está reaccionando y diciendo basta.
Y la difusión esencial de nuestra cultura originaria complementada con los inmigrantes que vinieron a nuestra América, desarmando todas las creencias y nefasta creación del pseudo sentido común por parte de la colonialidad del poder, en una de sus herramientas básicas como es la Cultura como instrumento de dominación y enajenación de los pueblos.
(1)Pensadores de la talla de Aníbal Quijano y Wallerstgein, nos enseñan que: “Esta última no hubiera tenido existencia sin América. La novedad americana significó: Colonialidad, como una distancia en una jerarquía de Estados y fronteras administrativas definidas por la autoridad colonial. Etnicidad,con la creación de categorías étnicas antes no existentes que acabaron convirtiéndose en la matriz cultural del entero sistema mundial (indio, negro, blanco, conforme el eje anterior), racismo, como invento colonial para organizar la explotación en el moderno sistema mundo y el concepto de novedad misma”.
(2) Pues como nos enseña el maestro Raúl Zaffaroni, “No es la simple pobreza la que se traduce automáticamente en la violencia letal, sino la falta de proyecto, es decir, la frustración existencial que provoca la sociedad excluyente”. Y a tono con el estado de pandemia actual, nos continúa ilustrando: “Nada de esto nos puede sorprender mucho, pues es sabido que en situaciones de extrema necesidad (terremotos, catástrofes, guerras) incluso desciende el nivel de violencia criminal y de suicidios. Esto se debe a que en esas situaciones se refuerza el sentimiento comunitario –todos comparten las mismas limitaciones- y existe un proyecto de supervivencia común. La vida humana es proyecto, que la hace existencia. La privación de proyecto es privación de vida y en ese vacío existencial florecen las pulsiones tanáticas”. “El Derecho Latinoamericano en la fase superior del colonialismo”. Ediciones madres de plaza de mayo, pagina 69.-
(3) Monstruo mitológico que ante cada corte que sufría en una de sus cabezas lograba que nacieran dos, siendo vencida por Hércules y su sobrino Yolao.
José Hernán Mercado
Director de la Cátedra Libre
“Desmadejando la Colonialidad” de la UNLP