Entrevista a DeliusUna bitácora ilustrada que aloja miradas sobre la dictadura, el feminismo y las luchas colectivas
9 noviembre, 2022
«Este libro reúne un camino recorrido entre Argentina y Brasil, la gente que he conocido y el espíritu de lucha por un mundo mejor que tanto me inspira a seguir andando», escribe Delius en su nueva obra, “El sendero prometido”.
La naturaleza y la convivencia cotidiana y artística provocada desde un espacio de residencia para artistas en Río de Janeiro hace cuatro años, unido al maternaje, la música, el estudio y la intimidad del proceso creador son el escenario del libro de autor “El sendero prometido”, de Delius, como se conoce a la ilustradora e historietista María Delia Lozupone, que en este caso invita a un viaje que da cuenta de esa comunión compartida a las que suma breves historias ilustradas que atraviesan luchas, feminismo y derechos.
«Este libro reúne un camino recorrido entre Argentina y Brasil, la gente que he conocido y el espíritu de lucha por un mundo mejor que tanto me inspira a seguir andando», escribe Delius en su nueva obra, recién salida de la editorial Loco Rabia en castellano, una bitácora de viaje ilustrada e historias.
María Delia Lozupone (Buenos Aires, 1974) es historietista, ilustradora y docente desde hace más de 25 años en la carrera de diseño gráfico de la UBA de donde egresó. Delius, como se la conoce, es autora entre otros libros de «No puedo vivir sin música» (2017), «Mi cuaderno de dibujos y viñetas» (2014) y «Chiquilín de Bachín» (2007).
Participa en el Club Argentino de Kamishibai y desde 2008 integra el colectivo internacional de historietistas Chicks on Comics. Realizó ilustraciones e historietas para distintas editoriales y revistas y su obra fue expuesta en distintos países además de ser invitada a encuentros sobre historieta e ilustración en Argentina, Chile, Perú y Colombia. Como reconocimiento reciente fue galardonada con el Premio Konex 2022 en la categoría «Humor e Historieta».
(Fotos Prensa)
«El sendero prometido» nació publicado en lengua portuguesa el año pasado, en Brasil, de la mano de Deep Editora, fundada por el editor, músico y gestor cultural Antonio Sobral. Una publicación creada y decantada del trabajo realizado por Delius durante el verano de 2018, que compartió con su hija Nina y otros invitados en las Residências São João, un proyecto iniciado en 2012 como residencia artística multidisciplinar situada en una histórica «fazenda» de café de 1853, en la región serrana de Río de Janeiro, Brasil.
«El libro surge por el interés de Antonio en los apuntes del viaje y de mi trabajo. El ofició de primer editor e hizo la revisión del material y sugirió agregar el capítulo de (la antropóloga y activista) Lélia Gonzalez», cuenta Delius en diálogo con Télam sobre la gestación de este libro de autor pensado para el lector brasileño. Luego vino la publicación en castellano a partir de una invitación de Alejandro Farías, interesado en editar «un libro juntos», relata.
«Es un diario de viaje ilustrado y la segunda parte tiene apuntes ilustrados con reflexiones sobre diferentes asuntos, en general problemas sociales del país y de Brasil», explica y agrega: «es una descripción de las situaciones y personas que estuvimos en la residencia, escrita diariamente con las impresiones del momento».
En el libro, los dibujos y la primorosa caligrafía a mano de la autora hilan imágenes y textos de experiencias y desarrollos gráficos sobre hojas, nubes, mientras observa la vida y reflexiona. Allí aparecen como mezclados los siete principios herméticos explicitados, la dictadura cívico militar de 1976 con sus desaparecidos, el miedo y la muestra de esculturas esclarecedora de Juan Carlos Distéfano (1980), pura memoria sin olvido.
«El miedo solo sirve para perderlo todo» dice un Manuel Belgrano dibujado, y en páginas sucesivas despierta la lucha docente, el paro internacional de mujeres y como cierre el rescate de la brasileña Lélia Gonzalez, la intelectual, antropóloga, activista, mujer negra, en un paneo necesario sobre la esclavitud, el racismo, los quilombos como espacios de libertad y resistencia que denotan la herencia afro tan presente, no solo en Brasil.
Presentado en la sala del Centro de Historieta y Humor Gráfico Argentinos de la Biblioteca Nacional ante un público atento y entusiasta, surgieron diversas curiosidades en la charla entre Delius y el investigador Demián Urdín como el del idioma y el formato escogido.
¿El idioma es una barrera? «Para comunicarse e interactuar con las personas durante la residencia no fue una barrera, siempre hubo una manera de ponerse de acuerdo, nos dábamos cuenta qué era se nos pedía o sobre qué teníamos que reflexionar o hacer como en las performances, por ejemplo, o cuando algún compañero describía su trabajo. Se comprendía perfectamente. Sin embargo, para la edición en castellano, tuvimos que hacer la versión en español y editarla acá», apunta. Y acota: «para la edición y el texto escrito es una barrera, en cambio cuando estás allá y ésa es tu circunstancia y es lo único que tenés para comunicarte con el otro, la barrera desaparece».
La obra es para Delius «un material contemporáneo entre sí, tanto los apuntes sociales como el diario de viaje fueron trabajados al mismo tiempo, en el mismo formato», al que se le dio un plus con las historias a partir de una decisión acordada entre editor y artista. Además, indica que «en un punto el material habla de lo mismo, del grupo, del movimiento, del amor entre las personas, de dirigirse hacia donde uno siente que tiene que ir, de lo que uno desea, y de luchar si es necesario».
– ¿Qué te lleva a crear desde un trabajo artesanal en un mundo donde lo digital está al orden del día?
– Lo que me lleva a explorar y crear desde un trabajo artesanal, escribiendo a mano, pensando las caligrafías tiene que ver con un manejo del tiempo diferente al que propone esta realidad contemporánea de todos los días. Tiene que ver con la intimidad, con el tiempo, con darse el lugar para observar, para reflexionar, y también con imitar el gesto de los científicos naturalistas que se iban a pasear con un cuadernito a cualquier lugar e iban anotando cosas sin necesidad de sacar una foto ni de comentarlo al instante o hacer un streaming o algo así. Tiene que ver con la búsqueda de un manejo de tiempo diferente. Vivimos todo el día corriendo, resolviendo cosas, haciendo multitasking. Anotar en una bitácora, en un cuaderno con letras con pirulos esperando que llegue cada palabra para escribirla, reflexionando sobre las cosas que pasaron es un gesto que tiene que ver con lo sosegado, con parar un poco la pelota, con detener todo para encontrarse y ver el mundo, escapar un poco a ese mundo digital que está a la orden del día.
– ¿Cómo te influyó el aprendizaje con alguien como Alberto Breccia, los talleres El Tripeo y los recorridos colectivos?
– Influye porque uno evoluciona con el grupo, hay un ida y vuelta, se establece un diálogo entre lo que vos haces y lo que hacen los demás, el punto de vista de los otros, porque además uno se agrupa para eso, de alguna manera, para no transitar el camino solo, o sea, para tener más fuerza a la hora de explorar o materializar algo. Es un intercambio de pensamientos, maneras de resolver cosas gráficas y de ver las cosas, es positivo siempre.
– Decías que te das cuenta que sos una parte muy chiquita y que no tenés nada que hacer» ¿Qué encontrás en la naturaleza además de la geometría?
– Lo bueno de la naturaleza es que te devuelve una escala más real del problema de estar vivo y del lugar que uno tiene en el mundo. Cuando uno está inmerso en la naturaleza, te contiene, pero por supuesto te supera en tamaño, cantidad, volumen, circunstancia, ahí es cuando uno se da cuenta del lugar que ocupa y te ubica en otra manera de mirar, de entender las cosas desde un lugar más humilde e integrado. En ese sentido afecta, es como tener un punto de vista que no es absoluto, es relativo, y que está relacionado a todo lo que uno tiene alrededor. Uno depende de esas cosas. Es una realidad que se impone con la cual no tenés nada que hacer, solo que observar, aceptar y pararte desde ahí para mirar lo demás.
– ¿Cómo juega en tu práctica el trabajo en solitario con el social?
– Primero existen en paralelo, y sí, se tensan unos a otros, se complementan, juegan. Creo necesaria la experiencia colectiva en un primer momento, quizás para que te pasen cosas, sentir, reflexionarlas y después hay una parte más íntima, más solitaria y más personal que permite profundizar la mirada sobre eso colectivo que pasó, plasmarla en un papel. Sí, es más íntima la parte de la producción. Se pueda dibujar estando en grupo, pero la redacción, la reflexión, el encontrar la palabra adecuada es más solitario e, individual, mientras que la experiencia es grupal y eso está muy bien, se van alternando, juegan en la práctica alternándose y complementándose.
– ¿Cómo ves la proyección internacional de ilustradoras e historietistas?
– Creo que es un trabajo al que una siempre aspira, un historietista mujer o un historietista hombre, porque es como superar una barrera, es que el trabajo y la obra supere las fronteras propias. Uno lo desea porque es conquistar otro tipo de públicos y creo que lograr eso depende mucho del tesón y las oportunidades que vea cada artista y cómo puede articular su carrera para que eso suceda. En general se busca y se logra desde los trabajos por encargo, que pueden ser ilustraciones, y en menor medida pero súper importante la proyección de la obra logrando publicar un libro en el exterior, conseguir una estadía afuera, y tener un acceso más directo a lo que es la edición del libro en otro país. ¿Y cómo lo veo?, esforzado, sacrificado, costoso, no es tan llano hacer ese recorrido, pero es lo que lo que todos deseamos, es algo anhelado y trabajado por muchos artistas con mayor o menor suerte, dependiendo del caso. Pero tampoco es tan difícil e inaccesible, es como que las puertas están y hay que ir abriéndolas con trabajo.
FUENTE:TELAM/POR MARINA SEPÚLVEDA