Coronavirus: Tiempo de reinventar el arte y la cultura

Coronavirus:

Tiempo de reinventar el arte y la cultura

26 mayo, 2020 Desactivado Por Germán Costanzo Castiglione

Foto UH Edicion Impresa

Cuando a mediados de marzo último el Paraguay se despertó sorpresivamente en la lista de los países invadidos por el virus Covid-19 y las autoridades del Gobierno impusieron las primeras restricciones de actividades con aglomeración de personas, había ocho obras de teatro que estaban a punto de estrenarse y que debieron quedar súbitamente suspendidas, con la pérdida de altas inversiones de dinero que habían realizado sus directores y productores, con actores y actrices que esperaban cobrar por su trabajo. Todos se quedaron flotando en el aire, con sus proyectos truncados, con deudas acumuladas y sin saber cómo mantenerse.

Como un ejemplo, la estupenda película paraguaya Matar a un muerto, dirigida por Hugo Giménez, que esperaba recuperar el costo de la producción con varios meses de exhibición en los cines, apenas pudo permanecer una semana en cartelera cuando las salas debieron cerrar. Las numerosas bandas musicales que esperaban actuar en grandes festivales en vivo a lo largo del año se encontraron con sus contratos cancelados y adelantos que debían devolver. Los escritores que apuntaban a presentar sus nuevas obras en las próximas ferias de libro ahora saben que eso no ocurrirá durante un largo tiempo, ya que ni siquiera las librerías han podido mantener abiertos sus locales. Aunque son elementos muy requeridos para ayudar a soportar la cuarentena, los libros no están incluidos entre los productos esenciales que pueden circular en el periodo de emergencia, como los alimentos y las medicinas.

EL TEATRO SE QUEDÓ VACÍO

Entre los numerosos sectores laborales golpeados por la pandemia, los artistas y creadores del teatro, del cine, de la música, de la producción de espectáculos, los escritores y poetas, han sido los más golpeados.

A diferencia de muchos obreros y empleados, públicos y privados, que han podido permanecer en nómina y ser sostenidos por sus empresas e instituciones, la gran mayoría de los trabajadores del arte y la cultura no tienen un ingreso fijo, dependen de las obras que consiguen montar en los escenarios, de las actuaciones y de las creaciones que entregan al público. Cuando el mundo se paraliza, ellos y ellas simplemente se quedan sin trabajo y sin sustento.

Un ejemplo de esta situación es lo que ha sucedido con el gran arpista paraguayo de renombre internacional Ismael Ledesma, residente en Francia, quien llegó al Paraguay para ofrecer un concierto el 25 de mayo y luego emprender una gira por otros países, pero aquí lo sorprendió la paralización de actividades y el cierre de fronteras, se quedó varado en Areguá, lejos de su familia y sin poder trabajar para recuperar todo lo perdido.

CONCIERTOS DESDE LAS SALAS

Llamativamente, la mayor parte de los ciudadanos, que generalmente no le otorgan un sitial importante al arte y a la creación cultural en medio del trajín cotidiano, al ser obligados a quedarse en sus casas han redescubierto el valor de las expresiones artísticas.

Muchos se toman el tiempo para leer novelas y compartir poesía, otros pasan horas frente al televisor o los dispositivos electrónicos asistiendo a los improvisados conciertos de músicos desde sus casas. En el Paraguay, en estas semanas, hemos asistido a conmovedoras versiones de clásicas canciones ejecutadas de manera colectiva por nuestros artistas más querido, cada uno aportando fragmentos desde la soledad de sus casas. Otros, como el gran cantor Ricardo Flecha, han asumido el hábito de deleitarnos con micro conciertos gratuitos casi diarios desde su domicilio a través del teléfono celular.

Al no poder volver a pisar los escenarios, los artistas han convertido sus salas o sus balcones en escenarios, a través de una plataforma digital como Facebook Live, Instagram Live, YouTube, Skype o Zoom. El primero que inició la racha fue probablemente el cantautor uruguayo Jorge Drexler, quien llegó para brindar un concierto en Costa Rica, que se suspendió al declararse la cuarentena. Entonces Jorge decidió ofrecer un concierto gratuito a sus seguidores desde una sala vacía de público, transmitido a través de su página en Facebook, estrenando además una canción inspirada en la peculiar situación: “Ya volverán los abrazos/ los besos dados con calma/ si te encuentras un amigo/ salúdalo con el alma/ la paranoia y el miedo/ no son, ni serán el modo/ de esta saldremos juntos/ poniendo codo con codo”. En lugar de los 900 espectadores previstos en la sala, lo vieron más de 100 mil personas en todo el mundo.

Lo que ahora ya se conoce como el “efecto Drexler” pronto cundió en otros artistas como Alejandro Sanz, Juanes, James Blunt, Laura Pausini, Tiziano Ferro, Andrea Bocelli, Noah, y muchos más, hasta llegar al legendario OneWorld: Together at Home organizado por Lady Gaga, que congregó vía internet a célebres artistas como Elton John, Paul McCartney, Stevie Wonder, Chris Martin, J. Balvin, Billie Eilish, Rolling Stones, Juanes, Luis Fonsi y Maluma. Aunque en este caso se logró una recaudación millonaria con fines benéficos, la mayoría de los conciertos virtuales son gratuitos, lo cual no produce ingresos para los artistas.

REINVENTAR LOS OFICIOS DE LA CULTURA

Aunque muchos artistas y creadores han estado esperando que pase la pandemia para reencontrarse con su público y poder volver a trabajar de manera productiva, los expertos y las autoridades sanitarias indican que probablemente eso no ocurrirá en mucho tiempo.

Por más que la cuarentena se flexibilice, no se permitirá la aglomeración de personas y aún menos en los lugares cerrados, lo cual significa que pasarán varios meses, quizás años, hasta que podamos volver a llenar un concierto de música, una sala de cine o de teatro, una feria del libro.

Ello supone para los creadores y artistas el desafío de reinventarse, de producir mucho más en formatos digitales y electrónicos, de estar en contacto con el público a través de plataformas en línea… y de lograr que eso pueda redituar compensaciones económicas.

Hasta ahora, en la comercialización de productos del arte y la cultura, el Paraguay ha seguido dependiendo de procesos analógicos. No existen sistemas prácticos de compensación monetaria –o son muy complicados los pocos que están vigentes– para vender un libro paraguayo en Amazon o una canción de un artista local en Spotify, con la debida protección de los derechos autorales. El Estado paraguayo tiene una gran deuda pendiente en crear mecanismos eficientes y una legislación avanzada.

Los artistas y creadores de cultura necesitamos repensar cómo seguir ejerciendo nuestro oficio en un mundo que será distinto y mucho más virtual, pero donde nuestra obra seguirá siendo tanto o más vital y necesario. Ese es el desafío.

Por mucho tiempo no habrá conciertos en público, estrenos en salas de teatro y de cine ni ferias de libros. Los creadores y artistas, que ya eran poco remunerados, deben reinventarse para sobrevivir.