Aprender a decir que NOPor qué hay personas que sienten culpa al decir que no y qué aconsejan los expertos para abordarlo
27 julio, 2024
En muchos casos, hay quienes aceptan compromisos y situaciones no deseadas por miedo al rechazo o a ofender a los demás. El análisis y las sugerencias de los especialistas para sostener relaciones saludables sin dejar de lado el bienestar individual
Establecer límites es una tarea compleja que implica, entre otras cosas, identificar lo que uno realmente quiere y necesita. Bajo este marco, expresar nuestras ideas y deseos de manera clara nos permite priorizar nuestro bienestar, algo que, por supuesto, es fácil de decir pero difícil de llevar a la práctica.
Por ejemplo, hay muchas personas a las que les cuesta decir “no” debido al miedo a parecer groseros, a los conflictos, al rechazo y, en algunos casos, a la necesidad de complacer a los demás. Esta incapacidad puede llevar a aceptar compromisos no deseados y afectar la posibilidad de manejar el tiempo y la energía de forma efectiva.
Infobae consultó a especialistas que analizaron esta dinámica y dieron consejos para abordarla, en pos de mantener relaciones respetuosas que tengan a los límites saludables como eslabón fundamental.
La culpa y los límites
En primer lugar, Juan Eduardo Tesone, médico psicoanalista, psiquiatra y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), apuntó en diálogo con Infobae: “En el desarrollo del aprendizaje del lenguaje por parte del niño, la aparición de la posibilidad de decir ‘no’ es un momento evolutivo sumamente importante. A través de esta posibilidad ofrecida por el lenguaje, el niño podrá afirmarse en sus elecciones y mediante el ‘no’ afirma su subjetividad. Esto ocurre alrededor del segundo año de vida. Es una etapa necesaria durante la cual decir que no pasa a ser una afirmación de sus deseos”.
“Posteriormente, el ‘no’ formará parte del lenguaje de todo niño, adolescente o adulto. De adultas, las personas pueden tener dificultades para decir que no, como si temieran contradecir. Esto sucede, a veces, por temor a la ruptura del vínculo, por sometimiento a la demanda del otro o por considerar al ‘no’ como una forma de violencia, entre otros motivos. Decir que no puede ser generador de culpa, en aquellos casos en los cuales la persona no se siente con el derecho a sostener sus deseos o sus ideas, atribuyendo al otro un poder que no necesariamente tiene”, sostuvo Tesone.
Y siguió: “Es importante tener una relación serena con la posibilidad de decir que no sin que genere culpa. Es el derecho de poder afirmar la propia subjetividad y no someterse al deseo o a la imposición del otro. El ‘no’ no es violencia en sí mismo, es la posibilidad que ofrece el lenguaje para sentirse libre y protegerse de la imposición de todo otro que pretenda abusar de un ‘sí’ fácil. Poner un límite al otro, mediante un ‘no’, es una expresión de libertad y de respeto a uno mismo”.
Por su parte, Mirta Noemí Cohen, psicoanalista, docente y miembro titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), reflexionó en diálogo con Infobae: “Decir ‘no’ es ponerle un límite al otro; es marcar que algo no será posible de hacer o de llevar a cabo. Es una función que puede ejercer cualquiera, pero que los psicoanalistas nominamos como la función paterna. ¿Por qué? Porque refiere a la ley que históricamente se delegó en aquellos que detentaban algún tipo de poder sobre los demás”.
“Por ejemplo -amplió Cohen-, cuando dejamos a un niño entrar a una pileta solo pero no le permitimos entrar al mar. Esto sucede porque es más difícil controlarlo en el mar, donde no se ve la orilla, que en la pileta que está delimitada por cuatro paredes. Por lo tanto, poner límites también es pensar en el otro: es amor y preocupación por el prójimo.
¿Qué es la culpa? Esto describió la especialista: “El psicoanalista Jacques Lacan decía que solo se siente culpable quien cedió a su deseo. Esto quiere decir haber dado lugar a que la pulsión se exprese y a que lo instintivo actúe libremente. El Génesis y el psicoanálisis dan cuenta de la culpa como estructurante del aparato psíquico. Para el Génesis está representada toda vez que se aparece Dios recordando al hombre que ha hecho algo malo que no debía, sea comer la manzana del árbol prohibido o matar al hermano. Para el psicoanálisis, Sigmund Freud le da a la culpa un lugar muy importante dentro del psiquismo, al que nombra como ‘Súper-yo’. El Súper-yo es la conciencia moral instalada en el sujeto que le marca qué debe y qué no debe hacer”.
“El culpable es un deudor: es alguien que rompió reglas y que debe pagar por algo que disfruta. Decir que no es ponerle un límite al todo vale y al ‘acá no hay ninguna ley’, pero no puede poner límites el que no los tiene. La persona que no puede decir que no, aconsejo que se analice con un profesional o que reflexione sobre las culpas o deudas con sus ancestros y con la sociedad a la que pertenece”, planteó Cohen.
A su turno, el psicólogo clínico Lucas Vázquez Topssian (MN 60896) precisó en conversación con Infobae: “Cuando una persona no puede decir que no, está capturada por lo que el otro le demanda. Funciona como el genio de Aladín: ‘Tus deseos son órdenes’. La persona en esta posición recibe la satisfacción de ser algo valioso para el otro: la madre perfecta, el rescatador, la que soluciona todo, pero pagando un enorme precio en sufrimiento. Por otro lado, si no cumple con lo que la culpa le señala, sufre un menoscabo en su narcisismo, a la manera de un castigo”.
“Por otro lado, decir que no nos enfrenta al daño narcisista de no poder o no querer cubrir con las expectativas del otro, sean estas reales o no. Esto es especialmente difícil con las figuras más significativas como los hijos, pues ningún niño va a aceptar el límite de buena gana, aunque sea en beneficio de algo que ellos aún no logran ver”, consideró Vázquez Topssian.
Y con respecto a la culpa que aparece en estas situaciones, enfatizó: “La culpa es un sentimiento complejo que tiene varias dimensiones, aunque la más conocida es la que puede sentir cualquiera respecto a otras personas en relación con una deuda. La culpa es constitutiva y aparece en todas las estructuras clínicas, aunque el tratamiento de cada caso es distinto. Por ejemplo, un obsesivo sufre muchísimo la culpa, mientras que un perverso puede proyectarla en el otro: ‘Lo hice porque él o ella me provocó’”.
“Cuando la culpa está en niveles aceptables, motoriza la responsabilidad y la capacidad de reparación, pero cuando aparece de manera excesiva, causa sufrimiento. La persona culposa se ve llevada a realizar acciones aún en contra de su propio deseo y sufre de autorreproches y autocastigos si no lo hace”, dijo Vázquez Toppsian.
Y agregó algunas visiones para tener en cuenta en estas situaciones: “Es esperable que una persona quiera, a nivel de su narcisismo, proteger a todos los que ama. Si el otro tiene un problema, el sujeto siente un sentimiento de responsabilidad. Ahora, la responsabilidad es una cosa y la culpa es un exceso que claramente está puesto en términos de síntoma. En la culpa hay asuntos que se desplazan de generación en generación. Una persona que recibió poco de sus padres puede sentir que debe darle mucho a sus hijos, y eso le impide ponerles un límite”.
En un artículo institucional de la Universidad Autónoma de México (UNAM), Angélica Juárez Loya, profesora de la Facultad de Psicología, propuso que una forma de priorizar y cuidar nuestro bienestar es “mantenerse en contacto con personas que nos resultan valiosas, identificar nuestras relaciones saludables (con las que nos sentimos en confianza, respetados, tranquilos, libres de violencia), y las que no lo son, establecer límites y aprender a decir que no”.
Decir que no, como se ve, está muy asociado a los límites y a la culpa. En ese tono, el médico psiquiatra y psicoanalista Sergio Rojtenberg, integrante de la Asociación de Psiquiatras de Argentina (APSA), analizó ante la consulta de Infobae: “El sentimiento de culpa es una sensación displacentera que tenemos por sentir que hemos hecho algo malo, reprochable hacia nosotros o hacia terceros, al haber infringido normas éticas o morales. Hay culpas que podemos sentir cuando provocamos malestar en alguien, o cuando le ponemos un límite, por ejemplo, a nuestros hijos, que nos piden algo”.
“Los límites que les podemos poner a los chicos son el resguardo que les ofrecemos sobre su impulsividad o sobre sus sentimientos de omnipotencia, y los vamos haciendo entrar en sensaciones de responsabilidad y más maduras, evitando justamente la omnipotencia. Si nos sentimos mal por haber puesto un límite o por provocar algún tipo de malestar, es algo que debemos revisar en cada situación en particular”, sostuvo Rojtenberg.
Al tiempo que cerró: “El sentimiento de culpa está ausente en las personalidades de acción o en las personalidades psicopáticas que pueden hacer daño y provocar displacer sin ningún malestar”.
FUENTE:INFOBAE