Crónica de un entierroMorir en tiempos de coronavirus

Crónica de un entierro

Morir en tiempos de coronavirus

18 julio, 2020 Desactivado Por Viviana Peña Balladares

 

Cuando llegó la noticia de que se infectó de coronavirus, ya se empezó a vislumbrar lo que parecía ser el final. Salomón “José” Polakoff, mi bisabuelo de 100 añosfalleció mientras dormía y luego de haber estado varios días con apnea respiratoria. Apareció en el informe matutino de ese día como la víctima de Covid-19 con 100 años.

La noticia llegó casi al instante, y con ella lo que podría ser descrito como un entierro singular. Desde el sanatorio donde se encontraba internado informaron a Fabián, el nieto mayor de la familia, que José había pasado a mejor vida. Ahora debía ir a la clínica donde estaba su cuerpo a realizar una serie de trámites que reemplazan a lo que sería el “reconocimiento del cuerpo”, debido a que no se puede realizar por la pandemia.

“Cuando me avisaron que había fallecido, tuve sensaciones encontradas, porque por un lado sentí tristeza por la noticia, pero por el otro me preocupó el tener que ir a un lugar donde sabía que había personas enfermas de coronavirus”, explicó Fabián y a lo que luego agregó: “Llegué al lugar completamente tapado, con barbijo, guantes y una máscara protectora, buscando evitar por todos los medios posibles cualquier posibilidad de contagio”.

“Una vez ahí, me hicieron firmar unos papeles y me explicaron que no iba a poder confirmar que se trataba de mi abuelo, ya que no se pueden observar los fallecidos de coronavirus por riesgo al contagio”, continuó explicando y cerró: “De allí lo llevaron a la cochería, donde se realizaron los preparativos para enterrarlo, sin velorio y con distanciamiento social en el cementerio”.

El cuerpo fue llevado desde el sanatorio hasta la cochería, donde sería higienizado por personal del lugar con trajes especiales que evitan cualquier posibilidad de contagio. Además, pasaría por un lavaje ritual, tradicional en el pueblo judío, que requiere aún más precauciones por parte del personal.

El director del Departamento de Sepelios Comunitarios de AMIASalvador Auday, explicó que durante este proceso se realizan protocolos totalmente nuevos y creados a partir del inicio de la pandemia. “Durante un procedimiento normal de un fallecimiento por coronavirus en la comunidad judía, los familiares se comunican con la cochería y a partir de ahí se envía una ambulancia a retirar al fallecido, lo que es el primer cambio en el protocolo”, sostuvo.

Además, Auday detalló: “Los ambulancieros tienen que estar vestidos con ropas especiales para esto. El fallecido tiene que estar en una bolsa y nosotros ahí hacemos una desinfección previa a llevarnos al cadáver”.

Una vez en la cochería, que funciona como casa velatoria, los familiares se presentaron 30 minutos antes de la salida del cortejo fúnebre, ya que no se puede velar al muerto porque los mismos están prohibidos en toda la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Desde allí, sin entrar en la sala velatoria, se dirigieron directo hacia el cementerio. En este caso fue en La Tablada, donde se encuentra uno de los lugares de sepulcro tradicionales en la comunidad judía, ubicado en el partido de La Matanza. “No pueden ingresar más de 5 personas acompañando al fallecido, mientras que el personal del cementerio está completamente vestido con la vestimenta de seguridad” explicó Auday, que también confirmó: “No hay contacto físico en ningún momento entre ninguna de las personas”.

No pueden ingresar más de 5 personas acompañando al fallecido, mientras que el personal del cementerio está completamente vestido con la vestimenta de seguridad» (Salvador Auday, director del Departamento de Sepelios Comunitarios de AMIA)

Una vez en el cementerio de La Tablada, también se continúa respetando un protocolo especial, como todo en estos tiempos de pandemia. En lugar de llevar el ataúd hacia la tumba a pie, como suele ser la tradición, se ingresa con los autos y se va hasta donde será el entierro. “Fue raro ir por un lugar donde se suele pasar caminando arriba de un auto, al lado de las tumbas”, aseguró Fabián sobre el nuevo proceso.

Cuatro personas presenciaron el entierro, Fabián, sus dos hermanos y su esposa. Además, estuvo presente un rabino y el personal del cementerio que se ocupó de sepultar el ataúd. Por otra parte, los hijos de José estuvieron presentes mediante una llamada de WhatsApp, viendo a la distancia el entierro de su padre, debido a que están en el grupo de riesgo del Covid-19.

Salomón “José” Polakoff nació en 1920, en medio de una epidemia de fiebre amarilla en Argentina. Falleció 100 años después, ahora en medio de una pandemia. La crisis del coronavirus vino a establecer cambios en nuestra sociedad que parecen permanentes. Y dejará recuerdos, como el peculiar entierro de José.

Fabián lo resume perfectamente: “Me da pena no haber podido despedir a mi abuelo viendo su cuerpo una última vez. Pero sé que él está arriba, viendo con felicidad cómo se va a seguir hablando de él, no solo por lo que hizo, sino por haberse ido de una forma tan particular y en un contexto tan único como lo es esta pandemia”.

( Fuente: Ámbito Financiero)