Nota de opiniónLas victorias siempre tienen muchos padres; en las derrotas hay que recurrir al análisis de ADN
25 noviembre, 2023
Por Domingo Francese
En el peronismo mucho más se da este aserto del título que encabeza esta columna de opinión. Desde aquel 1983, donde la oposición interna peronista al PJ ortodoxo e isabelista, que bautizó a esa conducción derrotada como «Los mariscales de la derrota», por ser esa la primera vez en la historia desde 1946(24/2), que en «supuestas» elecciones libres, el peronismo era derrotado sin atenuantes.
Lo de «supuestas» elecciones libres se debe a que la preparación de ese proceso electoral, que ganara mi convecino radical Raúl Alfonsin al binomio Luder-Bittel del PJ, lo condujo la dictadura, y se realizó en un contexto de 30.000 desaparecidos, miles de asesinados y exiliados, sindicatos intervenidos, y muchos dirigentes y militantes, aún presos en las cárceles de la dictadura. Por supuesto en su mayoría de origen peronista.
Pero, aún con todos estos agravantes, el pueblo peronista, demostró su resilencia en 1985, apenas dos años después, que esos «mariscales» claramente identificados, como Lorenzo Miguel, Herminio Iglesias y la fórmula presidencial derrotada, entre otros, no requirieron del examen de paternidad, y fueron rápidamente desplazados, aunque necesitando los ganadores, encabezados por Antonio Cafiero, en provincia de Buenos Aires, hacerlo desde un «sello» que no era el PJ «oficial», dado que a este lo manejaba cerradamente Herminio, primer candidato a gobernador peronista derrotado en Buenos Aires (el segundo y último hasta 2023, sería Aníbal Fernández en 2015).
El Frente Renovador JDP, con el sello de la Democracia Cristiana del recordado Carlos Auyero, aplastó al PJ oficial a razón de 3 votos a 1 (760.000 Cafiero contra 330.000 Herminio).
Vendría luego una ola de victorias, encabezadas por un Peronismo Renovador, que al triunfo de Cafiero a la gobernación de Buenos Aires en 1987, sumó luego un núcleo nacional de nuevos dirigentes, que conformaron esa renovación y lideraron sus distritos: el cordobés De la Sota, el porteño Grosso, el riojano Menem, entre otros, fueron preparando el camino para la victoria nacional. Con la previa interna Cafiero-Menem, así se catapultó al riojano Menem a la Presidencia en 1989. En esa instancia el triunfo fue sobre el radical cordobés Eduardo Angeloz, famoso autor del «lápiz rojo ajustador», predecesor de «motosierra» Milei.
Indudablemente el nivel del neoliberalismo, y sus pretensiones de ajuste al pueblo, ha devenido con mayor violencia y desparpajo, ante la pasividad e indolencia de una parte del pueblo cansado de vaivenes y retrocesos.
En los años noventa, con un «¿peronismo?» travestido de ultraliberal de la mano de Menem y Cavallo, continuadores de las políticas económicas de Martínez de Hoz durante la dictadura, se desembocó en una nueva derrota. Luego de la propia reelección de Menem en 1995, pero una vez hipotecadas las «joyas de la abuela» (privatizaciones salvajes), despidos masivos estatales, desocupación cercana al 15%, agotamiento del endeudamiento externo, y recesión de años, el nuevo padre de la derrota fue Eduardo Duhalde, ladero en toda la década de Menem, que tampoco pudo escapar al sino de la derrota en 1999 ante la Alianza. Luego 2003, el intento de regreso de Carlos Menem también fue con derrota ante un ignoto Néstor Kirchner, al punto que el riojano huyó del ballotage, a pesar de ganar la general por dos puntos, asumiendo así su propia derrota.
En este repaso de «derrotados» lideres y/o referentes peronistas, electoralmente hablando, podemos decir, para nombrar sólo las cabezas nacionales de las listas peronistas, empezando por Luder, siguiendo por Menem y su continuidad Duhalde, las más recientes de Daniel Scioli (2015) y Alberto Fernández que no podría negar su responsabilidad en la derrota de Sergio Massa, en su segundo intento presidencial después de 2015 por fuera del peronismo.
Fernández es el primer «peronista» (las comillas son porque él se define socialdemócrata, algo que nunca fue el peronismo) que estando en el gobierno, no puede aspirar a su reelección, y su candidato es derrotado. Exceptúo a Néstor que tampoco fue por su reelección, porque claramente en 2007, al llevar a Cristina como candidata a presidente, y ganando en primera vuelta, se respondía a una estrategia definida por la conducción peronista de la etapa más favorable al país y al pueblo, como la vivida del 2003 al 2015.
El ADN de los «mariscales de esta derrota» está en curso, y será la militancia peronista, actuando democráticamente, con más protagonismo que hasta el presente, sin sectarismos, ni portación de lapiceras iluminadas, la que definirá y construirá una nueva conducción, que prepare a la fuerza política nacional y popular, para el próximo retorno, que el fracaso de este nuevo desquicio neoliberal traerá aparejado rápidamente
Por Domingo Francese