RescateLa literatura que quería cambiar el mundo: editan los ensayos de Abelardo Castillo
15 marzo, 2023
El volumen reúne los libros «Las palabras y los días» de 1987 y «Desconsideraciones» de 2010, en los que el autor de «Cuentos crueles» explora la literatura como arma, como testimonio o como modo del conocimiento” que aspiraba “aunque fuera a largo plazo, a influir sobre la gente y a cambiar el mundo”.
El volumen de «Ensayos reunidos» de Abelardo Castillo muestra al escritor argentino construyendo su propio andamiaje literario y cultural, un mundo que el autor de “Crónica de un iniciado” y de “Cuentos Crueles” centra en sus lecturas existencialistas y sus cuentistas favoritos, ubicándose en una generación única de escritores, que como dijo el narrador en el discurso inaugural de la Feria del Libro del 2004 “veía la literatura como arma, como testimonio o como modo del conocimiento” y que aspiraba “aunque fuera a largo plazo, a influir sobre la gente y a cambiar el mundo”.
El volumen publicado por Seix Barral contiene los libros de ensayos «Las palabras y los días» de 1987 y «Desconsideraciones» de 2010. Tiene un prólogo del escritor Claudio Zeiger, que pone en evidencia cómo Castillo pertenece a una genealogía de escritores que ha dejado una huella imborrable en la literatura latinoamericana.
La obra literaria del narrador convivió en estrecha cercanía con la de dos de los más grandes escritores argentinos de su tiempo: Jorge Luis Borges y Julio Cortázar. En la época, se hablaba de ellos como una gran familia literaria, en la que Borges ocupaba el lugar simbólico del padre, Cortázar el del hermano y Abelardo el del tío. Como un tío cómplice (pero no complaciente), Castillo se erige en estos «Ensayos reunidos» como un referente literario de excepción.
Castillo nació en Buenos Aires en 1935 y murió en la misma ciudad en 2017. Creció en San Pedro. Es considerado uno de los maestros del cuento latinoamericano. Además de sus novelas, sus obras de teatro revitalizaron la escena argentina en los años 60, y lo mismo puede decirse de las tres revistas que dirigió: El Grillo de Papel, El Escarabajo de Oro y El Ornitorrinco.
El primer libro de «Ensayos reunidos», «Las palabras y los días», es una recopilación de textos escritos a lo largo de muchos años y pensados originalmente para un programa de radio que compartía con su esposa, la novelista Sylvia Iparraguirre, llamado «Otras aguafuertes porteñas». Castillo comenta en el prólogo que estos textos son de ocasión y que están regidos por la contingencia y el azar, pero aclara que eso no significa que sean escritos casuales o sin intención.
En el epílogo que termina de enmarcar «Desconsideraciones», el escritor habla sobre la belleza y su lugar en la literatura. El autor de «El que tiene sed» menciona que muchos escritores contemporáneos evitan hablar de la belleza porque se sienten incómodos con el lenguaje grandilocuente y pretencioso de algunos narradores del pasado. Castillo termina la introducción hablando sobre el papel del poeta en la sociedad.
Desde aquel prólogo a este epílogo, el libro aborda una variedad de temas, incluyendo la cultura y la historia de Buenos Aires, la literatura y la vida de escritores como Poe, Hemingway, Hesse y Cortázar, así como la psicología y la filosofía de pensadores como Freud y Sartre. También se tratan temas como la muerte, el arte, la política y el poder, y la naturaleza humana.
Castillo se detiene en varios de sus escritores admirados. En unos de los primeros ensayos analiza la obra del uruguayo Horacio Quiroga, quien, a pesar de haber escrito sobre diversos ámbitos y personajes, el ensayista explica que casi siempre Quiroga hizo de la muerte el protagonista de sus cuentos. Castillo destaca que la economía verbal del autor uruguayo no solo es poética, sino también una óntica, es decir, que las cosas aparecen y se manifiestan donde no se las nombra. El escritor explica que la muerte y la voluntad son temas presentes en la obra y vida del autor de «Cuentos de amor, de locura y de muerte».
Otro ensayo del libro se detiene en un fenómeno de su época: la obra de Roberto Arlt está siendo redescubierta y reeditada. Sin embargo, Castillo reflexiona sobre cómo la fama y la admiración pueden convertir a un escritor en una especie de embalsamado, y cómo Arlt podría pasar a ser un autor para encuadernar en cuero de vaca y regalar en las embajadas.
En un ensayo de 1984, Castillo habla sobre la figura de Cortázar después de su muerte y sobre cómo ha sido tratado por parte de la sociedad y de algunos escritores y artistas. En particular, critica el uso superficial que se ha hecho de la figura del «cronopio», como un símbolo de la rebeldía y la insurrección contra la sociedad, por parte de algunas personas que lo idolatraban sin realmente entender su obra.
La literatura argentina es el centro de varios de los ensayos de este libro. En uno reflexiona sobre la figura de Echeverría como fundador de la poesía romántica en América, aunque es consciente que su figura es criticada por algunos sectores. Castillo con argumentos sólidos defiende la importancia de la figura de Echeverría y su contribución a la literatura argentina.
Las lecciones de filosofía del escritor polaco Witold Gombrowicz que dio a su esposa y a Dominique de Roux, entre abril y mayo de 1969, poco antes de su muerte son el tema de otro de sus ensayos. A pesar de que solo dos personas estuvieron presentes, estas lecciones son consideradas por Castillo como una de las obras más prodigiosas e inusuales de su vida intelectual. El autor describe algunos aspectos de las lecciones, como los juicios de Kant, el fenómeno y la cosa en sí, el imperativo moral, Nietzsche, entre otros.
En más de un ensayo, Castillo resalta la figura del filósofo Jean-Paul Sartre, cuya vida estuvo marcada por una gran precariedad económica y una búsqueda constante de identidad. A pesar de ello, el autor de «Crónica de un iniciado» sostiene que Sartre logró plasmar en su escritura y en sus actos el tiempo que le tocó vivir, pero a la vez participó en la resistencia clandestina y apoyó el comunismo, aunque luego se opuso a la invasión de Hungría. Además, el filósofo existencialista rechazó el Premio Nobel, pero aceptó una distinción del gobierno israelí y se definió a sí mismo como anarquista y existencialista. A pesar de las contradicciones aparentes, Castillo destaca la coherencia del pensamiento de Sartre y su esfuerzo por alcanzarla.
De su propia experiencia como escritor, cabe resaltar dos textos en los que Castillo habla de su adolescencia, momento en el que decidió dedicarse a este oficio. En uno de ellos, narra la inspiración que le brindó la lectura de un libro de Sábato durante una clase de Contabilidad en el colegio. El profesor de Contabilidad descubrió que el joven Abelardo había estado leyendo un libro durante la clase y le propuso convertirse en escritor y concretó una cita con él para leer sus escritos. El autor aceptó y así comenzó su carrera literaria.
También otro de sus trabajos aborda la adolescencia y cómo en esa etapa de la vida se experimentan emociones intensas, como la angustia y el privilegio de vivir el momento presente sin pensar en el futuro. Castillo señala que ciertos libros se comprenden mejor en la adolescencia y cómo un joven puede leer con naturalidad obras de autores complejos, mientras que un adulto puede tener dificultades para comprenderlos.
Para Castillo, Edgar Allan Poe es el precursor de la teoría del Big Bang, que se concibió como un estallido a partir de la idea de que lo que se aparta debió estar junto. Para el escritor, el autor de la teoría fue Poe, quien ya lo había descrito en una reunión con un editor en 1847. Lo cierto es que, para el narrador argentino, la ciencia y la poesía pueden estar relacionadas y las ideas de un poeta pueden inspirar teorías científicas.
Los cafés y Buenos Aires también están presentes en estos ensayos. La capital argentina se compara con una mujer. Castillo afirma que la verdadera experiencia de conocer la gran ciudad se da de noche, en los barrios, plazas y vías de trenes, y que durante el día la ciudad se convierte en una apelmazada capital del mundo, como cualquier otra.
Para enmarcar, como quien guarda un recorte que describe toda una época, es el ensayo que le dedica al «Café de los Inmortales». En ese lugar que estaba en la calle Corrientes, Castillo había leído una cantidad innumerable de libros. Era un tiempo en el que no asombraba que un escritor discutiera la importancia de las reuniones literarias en los cafés y cómo estas podían ser lugares económicos para usar como redacción de una revista.
Los ensayos de este libro llevan a los lectores mayores a una época literaria ya olvidada y a los jóvenes los transportan a los años que no vivieron, cuando la literatura generaba debates, con piñas de por medio. Un libro imprescindible para entender los años dorados de la narrativa argentina.
FUENTE:TELAM/Por Carlos Daniel Aletto