En los orígenes de la PatriaLa dama del carruaje y Mariano Necochea: una historia de amor

En los orígenes de la Patria

La dama del carruaje y Mariano Necochea: una historia de amor

14 julio, 2020 Desactivado Por Juan Alberto Lalanne

¿Sólo el 14 de febrero se expresa en labios de la gente el amor? ¿O la reciente pasada semana de la dulzura, es una de las actuales formas o métodos disparadores impuestos para darle alas a la expresión?
¡Sabemos que no es así!
Cada día es oportuno para abrir las ventanas al amor y vivir de manera impensada la odisea feliz de estar enamorado y realizar sin medidas las cosas menos pensadas. Compartiremos entonces un texto que nos cuenta una interesante historia donde prevalece el interés y la piel a primera vista. El amor en épocas de valientes denodados, de reciedumbre definida, el amor en la historia de la defensa de la Patria…

Necochea y Morgado: una historia de amor
Después de la acción del Tejar, librada el 19 de febrero 1815, el entonces Sargento Mayor Mariano Necochea contrajo enlace con una joven potosina: María Dolores Puentes, de quien se había enamorado dos años antes.
Las contínuas campañas y luego el destino de Necochea a la ciudad de Mendoza, motivaron el traslado de su esposa junto a la niña de ambos, Benjamina, a la casa de los padres del sargento, en Buenos Aires, lugar donde la recibieron con profundas muestras de cariño.
Poco más de un mes había pasado Necochea con su esposa e hija, cuando le ordenaron su destino a Mendoza como jefe del 5° Escuadrón del Regimiento de Granaderos a Caballo ocurrido en septiembre de 1816. Hasta ese momento, la niña Benjamina apenas conocía a su padre.
Llegó así el 12 de febrero de 1817, día en que se libró la gloriosa batalla de Chacabuco. Después de la contienda y a unas pocas leguas de la ciudad de Santiago de Chile, camino del puerto, un grupo de salteadores había rodeado un carruaje empantanado a un costado del camino. Un oficial español de los dragones del Rey había intentado defenderle, pero fue mal herido y así cayó entre el barro mientras los bandidos intentaban ultimarlo.
En esta delicada situación apareció sable en mano y a media rienda un pelotón de jinetes a cuyo frente iba el Sargento Mayor Mariano Necochea, quienes estaban persiguiendo a los derrotados en Chacabuco. La oportuna presencia de Necochea salvó la vida del oficial español y puso en fuga a los salteadores.
Al observar al oficial español haciendo inútiles esfuerzos por incorporarse, ordenó a uno de sus soldados que echara pie a tierra y auxiliara al herido, al tiempo que lo tomaba prisionero. Entretanto, un teniente de Granaderos que se había acercado al carruaje dijo:
– Mi comandante en este carruaje hay una señora.
En ese momento una hermosa dama acompañada por su doncella asomó la cabeza por la ventanilla. Al verla, Necochea acercó su caballo hacia la calesa.
– Señora -le dijo cortésmente, mientras la contemplaba asombrado de los bellísimos y espantados ojos de la dama- deseche todo temor. Y, ruégole me ordene en lo que puedo servirla, con la seguridad de ser obedecida. En esta oportunidad como usted misma ha comprobado es temerario continuar el rumbo a Valparaíso.
– Lo que deseo, señor comandante, es que no sea martirizado el oficial que me custodiaba. Por defenderse ha sido herido y no ha querido salvarse, corriendo el riesgo de perecer junto a la puerta de mi carruaje.
Un gesto malicioso debió advertir la desconocida en el rostro del valiente oficial de San Martín, pues de inmediato agregó:
– Y más mérito tiene este sacrificio cuando ni me ha hablado y solamente por cumplir el encargo que le hiciera mi marido el Coronel Morgado, ha arriesgado perder la vida…
Necochea, al oír el nombre del Coronel Morgado, jefe del Regimiento de Dragones, no pudo reprimir un movimiento de sorpresa, pues este jefe era un prestigioso oficial dentro de las filas realistas, si bien aborrecido por su crueldad.
Desde ese instante, la esposa de Morgado, la hermosa desconocida del carruaje, adquirió cierta importancia política para Necochea y debía ser considerada como su prisionera.
Cabe destacar que Necochea accedió al pedido de su “prisionera” y libró un salvoconducto hacia Valparaíso, a favor del herido teniente realista. Le otorgó además, el mejor caballo y le dijo:
– “Buena suerte y hasta otra vez, usted tiene libre camino”
Mariano Necochea nació en Buenos Aires el 7 de septiembre de 1792. Aunque no participó de la Revolución de Mayo, en 1812 se sumó con el grado de alférez al Regimiento de Granaderos a Caballo, recién fundado por José de San Martín.
La hermosa esposa del Coronel Morgado miraba evidentemente conmovida la discreta cortesía y generosidad del apuesto comandante de Granaderos.
El bravo Necochea fue deslumbrado por aquella belleza, quedando profundamente impresionado.
Una pura “amistad” unió desde entonces a la linda dama con el Sargento Mayor.
El coronel Morgado trató de conseguir que su esposa se reuniera con él en Talcahuano, pero ella, feliz de verse libre de un hombre que no amaba y del cual tenía que soportar una grosera conducta, eludía el mandato cuyo cumplimiento dependía de su exclusiva voluntad. Ante ésta circunstancia Morgado se irritó de tal forma que decidió ir él mismo a Santiago, dispuesto a matarla, si no lograba ser obedecido. Penetró por fin en la capital chilena, refugiándose en un convento.
El General Bernado O´Higgins, enterado de la presencia de Morgado en Santiago y enconado por las violencias y crueldades del jefe español, ordenó que se lo detuviera y que, pretextando un intento de fuga, fuese muerto por la patrulla encargada de conducirlo.
Una hora antes de que esto ocurriese, el coronel Morgado fue salvado por el Sargento Mayor Necochea, quien se había enterado del complot.
O´Higgins al saber del hecho se irritó de manera considerable, pero su molestia no llegó a mayores ya que provino la orden de que los Granaderos se pusieran inmediatamente en marcha hacia el llano de Maipú, donde estaba por librarse la gran batalla que coronaría con el laurel de la victoria al Ejercito Libertador, el 5 de abril de 1818.
Ya montado a caballo, Necochea tuvo tiempo aún de comunicar al Director General Don Bernardo O´Hogiggins, por intermedio de Guido, que su nombre hubiera quedado manchado con una horrible calumnia si sabiendo lo que pasaba y la matanza que iba a tener lugar, no hubiera ocurrido salvar a los que iban a caer víctimas de una celada; que hecho eso, su nombre y el de una dama a quien estimaba mucho, hubieran pasado por ser los principales asesinos y explotadores de una venganza baja; que en su carrera siempre había pasado por clemente y generoso y que, a falta de las virtudes que a otros tenían o fingían, él se contentaba con que nadie le negara esas otras al menos.
Según cuenta la tradición, le herida que le impidió al Sargento Mayor Necochea concurrir a la gran Batalla de Maipú, fue recibida en una emboscada que el día de la batalla le preparó el coronel Morgado para asesinarlo y de la cual se salvó providencialmente.
Dejando de lado los episodios bélicos volvemos al idilio que no cesaba, entre Necochea y Pepita Morgado.
Mariano Necochea sentía como es lógico, un inmenso cariño por su hija Benjamina. Ya había cortado los vínculos con su legítima esposa y la niña vivía con su madre en Buenos Aires.
Estando en Chile junto a Pepita, la dama del Carruaje, el recuerdo de la pequeña martirizaba constantemente a Necochea.
Ante esta situación, nuestra enamorada Pepita -quien amaba sin dobleces a Necochea y con intención de satisfacerlo y así aminorar su angustia- emprendió una proeza colosal. Ella acostumbrada al lujo y la comodidad, no vaciló en lanzarse a través de la cordillera a lomo de mula hasta llegar a Buenos Aires.
Ya en la capital porteña, logró raptar a la niña y, siempre a lomo de mula, regresó a Santiago de Chile, llevándosela a su padre.
Necochea reaccionó rápidamente y tras los primeros momentos de alegría por tener a su hija a su lado, comprendió que la niña no podía permanecer con él y que su lugar era al lado de su madre, que desesperada ya la daba por perdida.
Allá fue otra vez Pepita Morgado, a lomo de mula a través de la cordillera, llevando nuevamente al hogar de su madre y, en pocos meses, por cuarta vez repitió su hazaña, cruzando el macizo andino para volver al lado de Mariano Necochea, a quien había entregado su vida.
En Perú, Mariano Necochea, junto a Bolívar, participó en el combate de Junín donde fue seriamente herido con sablazos en la cabeza, el brazo izquierdo quebrado, un pulmón perforado y una estocada en el vientre. Un grupo de soldados patriotas lo rescató pero quedó transitoriamente inválido. Según cuenta el escritor Belgrano Rawson, Pepa Morgado, una de las mujeres más bellas de América, le succionaba las heridas para curarlo, mientras el general volaba de fiebre por la infección.

Amor es el Todo: es
el cuerpo eterno de un dios
que quiso partirse en dos
para juntarse después.
Donde una pareja ves
fundiendo sus voluntades,
no veas dos unidades
juntas por afinidad,
sino una sola unidad
uniendo sus dos mitades.

Bibliografía:
Igarzabal Josué: “Reflejos del Pasado”
Orta Ruiz Jesus: Décima extracto de controversia (Payada) celebrada en 1955 en Cuba