NarrativaHistorias de terror: los fantasmas y los temores reales que metaforiza la ficción para infancias
23 mayo, 2022
Varios títulos recientes para el público infantil exploran lo desconocido y lo amenazante para aproximarse a cuestiones dolorosas como el bullying y la muerte.
El género del terror atrapa a las infancias con historias donde aparecen monstruos, fantasmas, vampiros, zombies y otros personajes espeluznantes que muchas veces funcionan como invitación a sondear de qué está hecha la sensación ominosa de estar en peligro y por qué crecer activa la percepción de una amenaza, registros que están presentes en una serie de libros recientes donde el horror es también una vía para aproximarse a temáticas como el bullying o la muerte.
«¿Por qué nos sentimos acechados? ¿Es el miedo a crecer? ¿Es el miedo a ser apartado? ¿O el miedo a ser uno más? ¿A saber quiénes somos? ¿Y si lo que soy no me gusta, si soy yo el monstruo que se va transformando en el espejo?» Las preguntas que sugiere Franco Vaccarini, uno de los autores que más trabajan el registro inquietante en la literatura para públicos infantiles y juveniles, funcionan como un punto de partida para explicar el imperecedero magnetismo que provocan las historias de terror. En la Argentina, algunas de estas tramas recurren también al humor, como es en el caso de Mauro Serafini -cuyo alias artístico es «El Bruno»-, autor de «Escuela de monstruos», una saga de historietas terroríficas divertidas que cada vez suman más lectores. Otras narraciones como las de Luciano Saracino y Franco Vaccarini, trabajan con un terror más crudo y real donde, según Saracino a los monstruos «hay que vencerlos, entenderlos, denunciarlos».
«Siempre fui amante del terror. Es un género que me atrajo desde todas sus vertientes: literatura, cine, historietas», cuenta Serafini. Cuando tuvo que plantear una historieta para la revista Billiken, donde se publicó originalmente «Escuela de Monstruos», el escritor tuvo en cuenta un «perfil estudiantil que siempre tuvo la publicación por lo tanto apareció la escuela como escenario». Ahora, en diálogo con Télam dice: «Aparte de esto me encanta dibujar monstruos, así que prácticamente la idea estaba ahí. Lo tenía todo servido».
Saracino es escritor, guionista y docente de guion y narrativa en distintas universidades en las que se enseña cine en Buenos Aires. Nació en el 1978, plena dictadura militar argentina. Su interés por el terror se remonta a este momento ya que, cuando él llegó al mundo, «el terror ya habitaba y es imposible que un niño no lo mame», señala el autor de «Historias entre tumbas». Y agrega: «Los monstruos existían y se llevaban a la gente, la calle estaba llena de fotos sin cuerpo y había un miedo y una tristeza que eran palpables».
«Durante mucho tiempo no supe qué era lo que me fascinaba del terror hasta que lo entendí: me encanta que existan pócimas para matar a los monstruos, que haya universos donde éstos pueden ser vencidos y además, que exista un género donde se trata de enfrentar a los monstruos», cuenta Saracino sobre este registro que lo cautivó desde un comienzo y hoy ejerce en su oficio de adulto. «Eso que yo no podía en mi vida, que no se pudo en la historia de la Argentina, se pudo trasladar a la literatura y al cine. El terror, de alguna manera, es un manual para vencer a tus monstruos y a tus miedos, y a veces te explica el modo correcto de vencerlos», afirma el escritor.
Por su parte Vaccarini, creador de «El síndrome del ángel», una novela donde un investigador privado debe lidiar con una pandemia mortal de gripe, señala que la idea surgió a partir de que ocurriera «una pandemia que no fue, la de Gripe A, en el 2009». Años más tarde, reescribió parte de la historia y la volvió a publicar bajo el título «Efecto mutante». «La coincidencia es que salió en enero del 2020, antes de la pandemia, y es leída como una anticipación, pero la realidad es que las pestes nos azotan desde siempre», advierte el autor.
Las temáticas que oculta el terror
En «Escuela de Monstruos», los padres de Tomás, el protagonista, creen que su hijo es un monstruo. Para El Bruno, «los peques son un reflejo del mundo que les ofrecemos los grandes. Son un cúmulo de experiencias constantes y si esas experiencias son malas es un problema». En este sentido, la saga busca tratar la temática de los prejuicios, «darle la espalda a lo distinto en lugar de aceptarlo y entenderlo», señala el creador de historias donde también se trabajan las relaciones («la amistad sobre todo»). «Tomás (el único niño humano de la historia) es muy travieso pero también muy leal. Encontró entre los monstruos su lugar, ya que muchos de ellos también son niñxs, «con las mismas inquietudes, problemas, fortalezas y debilidades. Y se aceptan y quieren como son», cuenta el autor.
A Saracino le gusta «jugar con que los monstruos existen y hay que vencerlos, entenderlos, denunciarlos». Se explaya: «Mientras hablamos del terror podemos hablar de otras temáticas como el bullying, la muerte y la vida tal cual la conocemos. En esos laberintos me gusta perderme cuando escribo libros de terror para chicos», afirma el autor sobre los temas que subyacen en las historias de sus libros, que siempre buscan, según cuenta, «contradecir el concepto de ‘Scooby Doo’, donde finalmente el terror siempre viene de alguien disfrazado».
En sus libros, «los fantasmas son fantasmas de gente que estuvo viva y ya no está y el terror es terror», apunta el escritor de «Historia entre tumbas», obra que tendrá su adaptación en dibujo animado este año por la señal Paka Paka. Por ejemplo, en la colección «Historias entre tumbas» el protagonista es Moritz, un chico de 11 años que llega a su nuevo hogar y se da cuenta automáticamente de que no es normal porque se trata de la casona de un cementerio, donde hay una niña que aparece y desaparece entre las tumbas. «Cabello blanco», por su parte, se sitúa en Santa Catalina de la Costa, un pueblo pesquero en una isla a algo más de veinte kilómetros del continente, donde todo transcurre todo con calma hasta la aparición de una niña con ojos llorosos que deambula sola por la calle con un gran sombrero, una canasta de frutillas en el brazo y la cabellera totalmente blanca.
A Vaccarini, en cuya literatura hay detectives y misterios que desvelar, lo que más le interesa es «avanzar hacia la posible explicación de un misterio, más allá del humor, el suspenso o el género», explica.
«No sabemos del todo qué hacemos aquí y tenemos preguntas gigantes, pero siempre conviene empezar por un grano de arena y después ir elevando la vista -detalla-. Escribí cuentos de zombis, vampiros, muertos: monstruos que simbolizan lo oscuro, la soledad, lo desconocido. Esa sensación ominosa de estar en peligro, pero ¿en peligro de qué? ¿Por qué nos sentimos acechados? ¿Es el miedo a crecer? ¿Es el miedo a ser apartado? ¿O el miedo a ser uno más? ¿A saber quiénes somos? ¿Y si lo que soy no me gusta, si soy yo el monstruo que va transformando en el espejo?», se pregunta el autor y señala que «la literatura nos da herramientas sin querer para aceptarnos, así, como somos».
Un género que atrapa a las infancias
El Bruno considera que quien se vuelca a este tipo de lecturas lo hace por curiosidad. «El terror es eso que desconocemos, que nos aterra pero a la vez nos intriga. Nos asusta pero nos da adrenalina pero también, nos enseña que esos monstruos y esos miedos a veces pueden ser vencidos. Y eso me parece mágico», define el escritor.
Para Saracino, además «el niño se siente atraído porque puede hablar el de algunas cosas que no puede hablar en ningún otro espacio de su vida», agrega. Sobre qué simboliza el terror, para el escritor de «Escuela de Monstruos» representa «lo mismo hoy que hace 500 años, el miedo natural a lo que no podemos abarcar o entender, la sensación de vulnerabilidad» ya que «el miedo es algo que traemos con nosotros, y la literatura generalmente le da forma y nombre a ese miedo».
«El terror funciona como una puerta a la literatura. Generalmente, las infancias entran por la historieta o el terror y ya se quedan a ver qué hay. Y por supuesto, hay un montón: hay poesía, teatro, aventuras, fantasía, crónica», observa Saracino. Tal es el ejemplo de la vasta literatura del género en adultos, con autoras que hoy son un éxito literario como Mariana Enriquez, Agustina Bazterrica o Samantha Schweblin. En este sentido, muchos coinciden en que hoy en día el género tiene muchísima más aceptación.
En el caso de El Bruno, «no se considera una lectura ´pasatista´, sino que tiene entidad y peso. Por lo tanto, es normal que gran parte de esa literatura también esté apuntada a los chicos y chicas. Sólo hay que recorrer librerías para darse cuenta de la cantidad de títulos que se están publicando en los últimos años», remarca el escritor.
Por lo tanto, el terror, como otros géneros populares tales como el policial o la ciencia ficción, aunque según Vaccarini «en la literatura infantil la tradición arranca desde los cuentos clásicos, está íntimamente ligada a nuestros primeros relatos, con el lobo como sinónimo de miedo y el bosque como un mundo cargado de peligros y criaturas extrañas».
LOS ORÍGENES DEL TERROR EN LA LITERATURA: RELATOS CRUENTOS PARA ADULTOS QUE LLEGARON A LAS INFANCIAS
Muchos de los cuentos clásicos infantiles que hoy conocemos, como «Caperucita Roja» o «Cenicienta», originariamente no tenían como destinatarios a las infancias. Los relatos de Perrault, por ejemplo, escritos a fines del 1600 y publicados bajo el título «Cuentos de Mamá Ganso», eran leídos en la corte de Versalles. Sus argumentos eran mucho más crueles de lo que conocemos hoy: las hermanastras de Cenicienta, por ejemplo, se cortaban los dedos de los pies para que les entre el zapato perdido.
Luego, con la llegada de los Hermanos Grimm al campo de la literatura, se emprende la tarea de recopilar estos relatos con el objetivo de recuperar leyendas y relatos de origen germánico. En 1825, la dupla logra una versión de estos cuentos que empieza a circular para los niños.
El terror en los cuentos ha sido analizado desde numerosas perspectivas. En el caso del psicoanálisis, Bruno Bettelheim en su libro «Psicoanálisis de los cuentos de hadas» ha señalado que en «Caperucita Roja» es posible encontrar un conflicto edípico y un deseo de parte de la protagonista hacia el lobo. Sin embargo, Battelheim también planteará un punto interesante: «El niño confía en lo que le cuenta el cuento de hadas porque ambos tienen la misma manera de concebir el mundo». Por lo tanto, considera que los cuentos infantiles ofrecen «un espacio psíquico propicio» para elaborar conflictos, miedos, fantasías.
A principios del siglo XX, la función pedagógica que se le atribuía a los cuentos infantiles se desplazó. Los cuentos comienzan a interpretarse como un «desborde de fantasía y horror» que no coopera en la educación infantil. Muchos de estos relatos permanecieron solo a partir de atenuar temáticas sangrientas, o sobre odio y venganza.
Howard Phillips Lovecraft, autor estadounidense de novelas y relatos de terror y ciencia ficción, reflexiona en su ensayo «El horror sobrenatural de la literatura» sobre el surgimiento y las características del género del terror. Para el escritor, el miedo es una «sensación primigenia» que surge de aquello que no se comprende y «los genuinos cuentos fantásticos incluyen algo más que un misterioso asesinato, unos huesos ensangrentados o unos espectros agitando sus cadenas según las viejas normas».
Para Lovecraft, debe «respirarse» en los cuentos una atmósfera de «de ansiedad e inexplicable temor ante lo ignoto y el más allá; ha de insinuarse la presencia de fuerzas desconocidas, y sugerir, con pinceladas concretas, ese concepto abrumador para la mente humana: la maligna violación o derrota de las leyes inmutables de la naturaleza, las cuales representan nuestra única salvaguardia contra la invasión del caos y los demonios de los abismos exteriores».
En contraposición a la «adaptación» para chicos que caracterizó a la literatura en el siglo XX, la clave estaba en dejar de lado la típica moraleja o enseñanza que caracterizaba a la mayoría de los relatos infantiles.
A partir de estos planteos, comenzó a entenderse que era posible que los pequeños lectores se vieran interpelados y disfrutaran de una experiencia de lectura de terror. Esta incipiente literatura destinada a niños específicamente y orientada a «inquietar» más que a «tranquilizar», se amplió con autores como Jaques Prevert (1900-1977), Roald Dahl (1916-1990) y Maurice Sendak (1928-2012).
LAS EXPERIENCIAS DE LECTURA EN LA MIRADA DE FRANCO VACCARINI Y LUCIANO SARACINO
«Ahora que volvimos a las escuelas, a conversar con los chicos, especialmente a mirarlos a los ojos, vinimos a conquistar también una parte que habíamos perdido. Los escritores de literatura juvenil tenemos la posibilidad de encontrarnos con el lector en las escuelas y en ferias y es un lujo», cuenta Luciano Saracino sobre el reencuentro con su público lector luego de la interrupción que ocasionó la pandemia.
«Es hermoso cuando le contas un cuento de terror a los niños y sus manitos se estrujan, la mirada que te mira fijamente pero que también mira hacia adentro de ellos porque el monstruo es de ellos y se lo van imaginando», dice el escritor. «Es un vínculo fascinante y cuando realmente vencemos al monstruo entre todos, es la parte más linda», expresa Saracino.
Sobre este momento de lectura, Franco Vaccarini recuerda cuando leyó una serie de cuentos cortos de terror de su libro «La mecedora del fantasma», en una escuela de Pilar, un pueblo de Santa Fe. Para él, «fue divertido ver a las chicas y chicos asustarse y reírse a la vez y pedir otro cuento más» y comprendió que se genera un alivio en la capacidad de «poder reírnos de nuestros miedos».
«Sabemos que es una ficción y a la vez un entrenamiento», observa Vaccarini y agrega que, sin embargo, los más chicos a veces suelen preguntar «si viste fantasmas, si lo que te pasó es real».
«La pregunta se repite y mis respuestas van variando, pero prefiero decir que nunca vi un fantasma en mi vida», concluye el escritor.
FUENTE:TELAM/POR LEILA TORRES