Son alrededor de 200 milEmigrar al país más lejano: la experiencia de los «argenchinos» de distintas generaciones
4 julio, 2021
La primera corriente migratoria significativa empezó en la década de 1970 cuando vinieron familias taiwanesas, y desde la segunda mitad de los 80 arribaron mayoritariamente de la provincia de Fujian, en China Continental.
La inmigración china, «la cuarta más grande de Argentina», se encuentra en pleno desarrollo y presenta una disyuntiva entre dos culturas muy diferentes: la oriental y la occidental, indicaron investigadores que la definen como una «migración nueva».
Migrantes que pertenecen a la segunda generación de chinos y taiwaneses en Argentina compartieron con Télam sus historias de vida y cuentan en primera persona cómo atravesaron la experiencia de emigrar a un país del que sabían muy poco (ver recuadros).
«El lugar más lejos del planeta donde puede ir una persona que emigra desde China es Argentina», afirmó a Télam el investigador y periodista Gustavo Ng, descendiente de chinos cantoneses, que co-fundó la primera revista de intercambio cultural Argentina-China, llamada Dang Dai.
«La migración china residente en la Argentina se ha caracterizado por ser una migración nueva» en comparación con «los flujos europeos de principios del siglo veinte», asegura Laura Bogado Bordazar, Magíster de Relaciones Internacionales, en su artículo La migración china en la Argentina: particularidades de fines del siglo XX.
En la misma línea, Gustavo Ng, explicó a Télam: «Hay otros países de América que tienen inmigración China desde 1840 como Perú, en cambio, en Argentina es muy reciente en comparación al resto del mundo, porque estamos muy lejos».
Además, los autores coinciden en señalar que si bien hay estimaciones de la cantidad de chinos en la Argentina los datos no son oficiales y presenta dificultades para calcularse, pero se estima que actualmente son 200 mil migrantes o más.
La primera corriente migratoria significativa hacia Argentina, en cuanto a cantidad de personas, empezó en la década de 1970 cuando vinieron familias taiwanesas, y a partir de la segunda mitad de los 80 en adelante empezaron a venir los fujianeses desde la zona costera de la China Continental a la Argentina, «más del 90% son de la provincia de Fujian», señala Ng.
«Si bien los taiwaneses son poquísimos en relación con los fujianeses en Argentina, -completa el investigador- tienen más visibilidad porque venían con un entrenamiento de inglés debido a las relaciones entre Taiwán y Estados Unidos, entonces ellos conocen más el código occidental, tenían más herramientas para comunicarse y adaptarse».
Ana Kuo (50) nació en la ciudad de Tainan, ubicada en el sur de Taiwán, y llegó a Argentina a sus 13 años, en 1983. «Yo no sabía dónde quedaba, solo sabía algo de la guerra con Inglaterra», señala a Télam.
Para Ana es muy complejo definirse solo como «china», «taiwanesa» o «argentina» porque «la cultura taiwanesa -explica- tiene un 90% de cultura china» y ella se identifica como «argenchina», resumió.
Actualmente vive en el barrio porteño de Caballito junto a sus dos hijas y con su pareja. Cursó la secundaria en Argentina, también estudió profesorado de inglés y ahora está terminando la licenciatura en Gestión Educativa.
Llegó al país junto a su familia. En Taiwán, convivían en una casa en una zona céntrica con sus abuelos y tíos. Su mamá era obrera en una fábrica textil. El papá trabajaba con la familia y no tenía dinero propio sino que los abuelos lo administraban.
Cuando llegaron a Argentina se alojaron en la localidad de Burzaco en la casa de las personas que los ayudaron a concretar el viaje, «nos alquilaban a buen precio y nosotros veníamos con dólares así que ellos felices», relata Ana.
En el contexto de hiperinflación conocieron a un chef. «No sé cómo hicieron -dice mientras se ríe- porque no hablaban nada de español, pero el chef los fue a capacitar cuando abrieron una rotisería donde vendían las comidas más básicas argentinas, que nosotros no conocíamos, como el pollo al spiedo, las papas fritas, lenguas a la vinagreta, ensalada rusa». Luego, sus padres se dedicaron al supermercadismo.
«La instalación de los almacenes y luego de los supermercados, son espacios donde pueden darle trabajo a otras personas de la comunidad y ayudarse mutuamente, además no necesitan mucho conocimiento del idioma», explicó a Télam la doctora en Antropología Social Luciana Denardi, que trabaja sobre diferentes aspectos de China desde 2012.
«Después todo se va diversificando porque los hijos van a escuelas y universidades argentinas y se forman en áreas predominantemente económicas, en medicina, administración de empresas, importación y exportación, diseño gráfico, arte, arquitectura, la enseñanza, la traducción del idioma», completó.
En cuanto a las generaciones de migrantes -explica Denardi- se dividen por franjas etarias. De las familias taiwanesas, «la primera generación sería la de los primeros que llegaron, que ahora pueden tener entre 70 y 80 años y que no aprendieron el idioma porque básicamente no lo necesitaban; la segunda serían sus hijos, que tendrán unos 40 años y se escolarizaron en Argentina, por lo tanto están más integrados, saben el idioma y fueron traductores de sus padres en escuelas y hospitales; y la tercera serían los nietos de la primera generación son los nacidos en Argentina», explicó la especialista. En el caso de los provenientes de China continental, «tenemos solo dos generaciones», concluyó.
Desde hace más de 25 años, Ana se dedica a la enseñanza de inglés y chino en el país, y debido a su experiencia y su necesidad de transmitir la cultura, creó en 2005 la Asociación Cultural Chino Argentina (ACCA) que preside, donde recibe 1.500 alumnos que estudian chino mandarín, medicina china, artes marciales, Tai chi chuan, Kungfu, caligrafía y pintura china.
La vida social de Ana transcurrió mayormente con su círculo de amistades del Colegio chino los días sábados, donde se aprende chino como lengua nativa con una educación muy similar a la que se brinda allá, que es «más exigente», donde actualmente también ella envía a sus dos hijas que nacieron acá, y el templo budista de los días domingos.
El hermano menor de Ana, Cheng Chung, «no pudo echar raíces» y regresó en diciembre de 2020 a Taiwán, para establecerse allá, luego de intentar sostener distintos comercios acá.
«Algunos vuelven y otros no, pero influyen un par de cosas -señaló el investigador Gustavo Ng-: el apego a la familia más fuerte (más que otras migraciones), los chinos continúan siendo chinos en otros países, en Estados Unidos hay sexta u octava generación que todavía se sigue volviendo a China, ellos vienen acá a progresar, no a dejar de ser chinos».
Otro de los factores. concluyó, es que «empieza a haber una diferencia muy grande entre China y Argentina porque, desde hace cinco años, China presenta más oportunidades para progresar».