Inspirada en Susana TrimarcoEleonora Wexler da testimonio sobre la trata de personas
7 junio, 2024
La película “Historias Invisibles”, de Guillermo Navarro, cuenta la historia de la explotación de dos adolescentes “Sentí que debía aprovechar mi emoción para alimentar la interpretación”, dice la actriz
Cuantos artículos periodísticos o informes en los noticieros hay cada semana mencionando que alguna chica desapareció y su familia la está buscando. Son tantos que ya casi nadie recuerda los nombres, se transforman en números o en casos que nadie se toma el trabajo de investigar. La enormidad de la trata de personas en nuestro país y en el mundo hace creer que es imposible de abarcar y acabar con estas redes criminales que en muchos casos cuentan con la complicidad de la justicia y de la policía que debería proteger a las víctimas. La película Historias Invisibles dirigida por Guillermo Navarro busca darle visibilidad a la dramática situación de la trata de personas en Argentina, un tema que persiste y afecta a miles de familias. Este thriller, inspirado en hechos reales, se estrena el próximo jueves 06 de junio.
La obra narra el secuestro de dos jóvenes, Cecilia (16 años) y Paula (18 años), por una organización dedicada a la trata de personas. Cecilia, proveniente de una familia pobre de Catamarca, es captada por un novio significativamente mayor que ella. Ante la falta de colaboración de la policía, su padre, Jorge, pierde la esperanza hasta que recibe una llamada de su hija y decide emprender un viaje de 2000 km para rescatarla. Por otro lado, Paula, una chica de clase media de Mendoza, es secuestrada violentamente, y su madre decide buscarla en burdeles, enfrentándose a diversos peligros.
La película está protagonizada por Antonella Ferrari, Eleonora Wexler, Vanesa Gonzalez, Pablo Pinto, Pablo Tolosa y Mariano Bertolini. El guion, escrito por Navarro, recibió el premio al mejor guion de largometraje en la Latino Screenplay Competition en Hollywood, California, lo que motivó a Navarro a llevar la historia a la pantalla.
Guillermo Navarro ha enfatizado que la inspiración para Historias Invisibles surgió tras leer numerosos casos en la prensa, lo que le llevó a empatizar con las víctimas y sus familias. “Me puse en el lugar de los padres que enfrentan la desaparición de sus hijas sin la ayuda de la policía, el sistema judicial o los políticos”, expresó Navarro. “La frecuencia con que sucedían y los horrores que se relataban me llevaron a ponerme en el lugar de las víctimas”, añadió.
Para la realización del guion, Navarro recopiló información desde el extranjero, complementándola con testimonios de víctimas y expertos en el tema. Según el director, cada personaje refleja múltiples historias reales para representar a los miles de padres y madres que viven esta situación a diario. “No se basa en un solo caso en particular, sino que de alguna manera representa a los miles de padres y madres que tienen que enfrentar esta situación a diario”, explicó Navarro.
Guillermo Navarro, guionista, director y productor de largometrajes independientes, cuenta con una amplia y diversa carrera en la industria cinematográfica y televisiva. Ha trabajado en más de 25 países realizando documentales para importantes canales de televisión.
Con Historias Invisibles busca concienciar al público sobre la trata de personas y la responsabilidad colectiva en enfrentar esta problemática. Navarro remarca que la película “intenta ser de alguna manera la historia de todos, incluidos nosotros, los que no tenemos nada que ver” y sin embargo, como sociedad, toleramos que esto ocurra todos los días a la vuelta de la esquina”.
Infobae Cultura entrevistó a la actriz Eleonora Wexler, que interpreta a una madre que busca a su hija secuestrada y en ese camino abravecerá una experiencia que cambiará su vida.
—¿Cómo recibiste la propuesta y qué te llevó a aceptarla?
—La propuesta me llegó en 2021, a través del director Guillermo Navarro. No lo conocía personalmente, pero se contactó conmigo desde Hawái. Nos reunimos en el CCK, donde me explicó el proyecto y me entregó el guion. Al leer el guion, me impactó y captó mi interés de inmediato. Sentí que era una historia que deseaba contar, parcialmente porque implica dejar un testimonio significativo. Además, toda la película se filmó en Mendoza con actores locales, lo que le otorgaba un carácter federal que rara vez se ve.
—¿Cómo construiste este personaje tan fuerte y a la vez frágil?
—Mi personaje atraviesa varios estados emocionales. Al principio, como madre, no entiende dónde está su hija, no puede imaginarse lo peor. Esperaba cualquier cosa menos que una red de trata la secuestrara. Esta inicial incomprensión lleva a la desesperación. Luego, al darse cuenta de esta posibilidad, se transforma y se decide a encontrarla. Sin embargo, el dolor persiste y se convierte en lucha, ya que de otra manera se dejaría morir. Así, decide luchar por su hija y, si no lo logra, quiere evitar que otras chicas pasen por lo mismo. Es un reflejo de la historia escrita por el director y de tantos ejemplos de madres en situaciones similares. Guillermo me guió, mostrando cómo el personaje pasa por el desconcierto, la certeza, la búsqueda, la frustración y, finalmente, la lucha. Personalmente, tengo una hija adolescente y, aunque intenté imaginar cómo reaccionaría en una situación así, es imposible preverlo realmente.
—¿Te inspiraste en alguna historia real?
—El caso de Susana Trimarco y su hija Marita Verón fue un punto de partida importante, tanto para mí como para el director. Empecé a leer sobre el tema y me entristeció ver la cantidad de casos similares en Argentina y en el mundo. La historia de Susana Trimarco me impactó especialmente porque luego creó una fundación, lo que me pareció un buen ejemplo para informarme y escuchar. A veces, escuchar es fundamental y ciertas cosas te ayudan a darle vida al personaje. Personalmente, no podía ignorar el tema; sentí que debía aprovechar la emoción que me generaba para alimentar mi interpretación.
—¿Qué te pasa con estas historias?
—Estas historias siempre buscan concientizar y dejar un testimonio. Tanto esta película como Yo nena, yo princesa y la anterior que hice, Algo incorrecto, han sido muy transformadoras y permitían abrir discusiones con el público. Son películas que no terminan cuando se van de las salas; pueden proyectarse en fundaciones, en el Día contra la Trata o en colegios. La concientización es fundamental y considero que es uno de los caminos más interesantes a seguir.
—La película tiene un mensaje claro sobre la continuidad y magnitud de esta lucha, donde cada pequeño acto cuenta.
—Se busca visibilizar y poner al descubierto todos los errores y complicidades, desde la policía hasta los jueces. La idea es exponer lo que sucede y recordar que el arte siempre interpela y cualquier pequeño aporte puede ser significativo. La palabra clave para mí es “concientización”; es fundamental crear espacios de reflexión y despertar algo en la audiencia. Especialmente entre adolescentes, este tema está más cerca de lo que se imagina. Tuvimos un caso particular: mientras filmábamos, allanaron un edificio al lado del hotel donde nos hospedábamos, y en varios departamentos funcionaba una red de trata. Los vecinos estaban sorprendidos porque veían a las chicas y nunca imaginaron que estaban secuestradas.
—¿Cómo vivís el momento actual de la cultura?
—Todo es una gran crisis. La sensación que uno tiene es que no hay espacio para la cultura. Si la cultura es la identidad de un país, pero no hay ficción, hay un INCAA que está desfinanciado, hay un espacio cada vez más acotado y hay una gran incertidumbre. Por mi lado, lo que te puedo decir es que estoy haciendo una serie. Pero en televisión de aire solamente hay programas que tienen que ver con juegos o reality shows. La gente extraña la ficción. Estoy filmando una serie que es de 22 capítulos, que es un experimento a ver si la plataforma puede alcanzar a una a un tipo de ficción más popular, es un culebrón. Es poco lo que hay, pero si te puedo decir que teatro hay una cantidad enorme, porque justamente al haber tan poco audiovisual muchos actores necesitamos poder desplegar el arte y por el otro lado también comer. Es un momento muy complicado para la cultura y yo siempre creo que los mejores espacios son de conciliación y no patear el tablero.
[Fotos: Gustavo Gavotti]