Trastornos del sueño, depresión e inseguridad:El impacto de la pandemia en los adolescentes argentinos
9 marzo, 2022
Especialistas consultados por Infobae describieron el panorama de la salud mental de los jóvenes tras dos años de crisis sanitaria. Los cuadros más habituales y cómo evitarlos.
El aislamiento, producto de la pandemia, modificó la vida de todas las personas, de eso no cabe ninguna duda. El encierro obligó a un distanciamiento físico, que tuvo el peso puesto en lo social: las formas de relacionarse, habituales hasta el comienzo de la pandemia, se vieron alteradas y tuvieron que adaptarse. La tecnología facilitó los encuentros familiares, con amigos, el trabajo en equipo, que de otro modo, en otro tiempo, hubieran sido impensados. De pronto, aquellos que compartían techo pasaron de un encuentro al día a un maratón de convivencia. Pero si bien fue un encierro con ventajas, esto trajo aparejada una cantidad de problemáticas nuevas y/o exacerbó las preexistentes.
La pandemia impactó fuerte entre los adolescentes. Pasaron de ir al colegio, del que se quejaban, a dejar la presencialidad por completo. ”Lo que sucedió fue que, al no poder verse o tener una actividad social, comenzaron a encerrarse y a aparecer las depresiones adolescentes y las fobias, que es normal: estar 24 horas en la casa, sin hacer nada, ni ver a otras personas, ante la televisión o las plataformas de streaming, con poco movimiento”, generó esas reacciones, explicó a Infobae la licenciada Cynthia Jesica Zaiatz, Neuropsicóloga, jefa de salud mental del Sanatorio Modelo de Caseros. “No es solo el aislamiento, sino que el ser humano es un ser social y necesita del contacto, y no solo del contacto con la familia”, subrayó.
“Por más que muchos fantaseaban con la idea de “bueno, me quedo en mi casa en pijama” -destacó Zaiatz- no es lo mismo hablar por videollamada y hacer teletrabajo sentado desde la casa, porque el problema de quedarse adentro en pijama es la depresión que eso causa. Es el no ver el sol, que es algo que nos da vitalidad, energía y que necesitamos”.
En los países donde los días son más cortos y, por lo tanto, hay menos horas con luz de día, las estadísticas indican que más gente padece de depresión. “Se empezó a observar que tanto en los gerontes, que fueron los que menos salieron, y los adolescentes, la depresión, la ansiedad y las fobias aumentaron.”, indicó Zaiatz.
Sin duda las forma de vincularse durante la pandemia fueron las videollamadas y las redes sociales, esto implicó que el uso del teléfono fuera en aumento. Al ser consultada por Infobae la doctora María José Elías, médica psiquiatra y psicoanalista, sostuvo que el uso de redes sociales influyó negativamente entre los más jóvenes. “Las redes sociales son el virus de los jóvenes, la que genera todas sus inseguridades, por eso creo que es la peor manera que tenemos para comunicarnos, pero también la más cómoda y rápida para informarse y estar contactados.”
Antes de la pandemia, los adolescentes ya hacían uso permanente del celular, pero al no poder verse y realizar sus actividades diarias, ni siquiera poder encontrarse en una plaza, ese uso fue en aumento, y así siguió. En los primeros tiempos de la pandemia lo único que tenían y podían hacer era utilizar el celular, para sus reuniones sociales, festejos de cumpleaños, actividades extracurriculares y para recibir la educación formal. De la escuela tangible a la conectividad intangible.
Desde ahí surgió, en gran medida, la adicción al celular: el aparato se convirtió en el núcleo, el centro de cómputos de las emociones, el lugar de pertenencia. A esta adicción al celular se la conoce como nomofobia. “La nomofobia es algo que ahora se está viendo en chicos y adultos”, aseguró Zaiatz, y agregó: “nos vamos de nuestra casa y olvidamos el celular y volvemos a buscarlo, ¿Por qué? Es como que tenemos que estar 100% conectados, 100% conectados a las redes. Nos hace mal el no pertenecer”.
La especialista explicó que los jóvenes tienen la necesidad de compartir sus fotos en las redes porque sino se sienten excluidos de lo que sería estar “en la onda, en la movida”. Eso también trae a colación otro problema, como es el hecho de no pertenecer y decir “‘mirá como está esta persona, pasándola re bien’ y tal vez sólo fue un minuto en que se sacó una foto, pero eso igual les influye”, concluyó.
De ahí surgen dos conceptos: Fomo y Jomo. El primero es el miedo a perderse cosas, esto llevó a que los adolescentes se forzaran a concurrir a eventos por miedo a no salir en las fotos. “Esto es lo que ahora está pasando, hubo tanto distanciamiento que los adolescentes, en general, no quieren perderse cosas”, expusó Zaiatz.
El concepto de Jomo, es todo lo contrario, es disfrutar de las pequeñas cosas, desconectarse de la tecnología para poder vincularse desde otro lugar, vinculado al reconocer y al placer. “Muchas adolescentes a partir de la pandemia y de la necesidad del contacto físico, la necesidad de la sociabilización, muy necesaria, eligieron dejar el celular y tener placer en perderse de las cosas, disfrutar de las pequeñas cosas porque cuando estaba encerradas no podían salir, no podían disfrutar”, concluyó. Una especie de detox, donde no pasa nada si no forman parte de la foto.
Las consultas con especialistas de la salud mental aumentaron durante el periodo de aislamiento. La falta de contacto de los adolescentes con sus pares y la imposibilidad de tener una vida social acorde a esa edad generó una serie de trastornos o de padecimientos a su bienestar emocional.
El motivo de consulta más frecuente fueron las crisis de angustia “que en algunos casos pueden haber terminado en cuadros depresivos, ahí hay que ser muy cuidadoso en los dispositivos terapéuticos a implementar, sobre todo sugerir en principio una psicoterapia y luego ver si hay criterios para un tratamiento psicofarmacológico”, aseguró Elías.
Otro motivo de consulta fueron los trastornos alimentarios, “el aislamiento y el encierro produjeron aumento de peso y eso condiciona mucho la imagen corporal de las adolescentes, que en algunos casos ya venían con algún trastorno alimentario, pero la pandemia esto lo agudizó”, comentó la psiquiatra.
La importancia del ritmo circadiano
Por otro lado, los cambios en el ritmo sueño-vigilia también fueron un motivo frecuente de consulta, ya que “los adolescente y los jóvenes dormían durante el día y de noche se mantenían despiertos”, esto trajo un bajo rendimiento académico. El cambio en el ritmo circadiano sueño-vigilia produce muchos cambios en los hábitos alimentarios, en el estudio, la concentración y la salud en general.
Desde que comenzó la cuarentena se multiplicaron los casos de insomnio en la población, desde dormirse a las 2 o 3 de la mañana y despertarte temprano, durmiendo muy pocas horas, a pasar a dormir 14 horas pero ineficientemente, “no favorecía el bienestar ni la sensación de un sueño reparador. Sentirte encerrado y estar preocupado por la salud o la economía no ayudó en nada y claramente empeora el insomnio de quienes lo padecían”, aseveró el doctor Alejandro Guillermo Andersson, médico neurólogo, Director del INBA Instituto de Neurología Buenos Aires al ser consultado por Infobae.
Aparecieron casos nuevos, gente que no padecía insomnio comenzó a tenerlo. Esto incrementó el consumo de ansiolíticos y de tranquilizantes para intentar dormir. “Dimos un montón de consejos en su momento que apuntaban a combatir el desorden de los horarios, la importancia de la actividad física, la actividad intelectual y social, el acostarse temprano, llevar una dieta sana y nutritiva, y fundamentalmente exponerse a la luz solar unos minutos al día”, resaltó Andersson.
El neurólogo, destacó la importancia de despertarse siempre a la misma hora y dormir unas 7 horas. “Ver la luz del día, exponerse a la luz del sol de la mañana, sestea el reloj biológico que se encuentra en la glándula pineal, esto produce la melatonina para descansar bien por las noches.”, subrayó Andersson, quien además recomienda “no estar todo el tiempo pendiente de las noticias”, y al final del día sugiere bajar los estímulos, apagar las pantallas y sobre todo “no estar rumiando pensamientos negativos.”
El aislamiento y el encierro hicieron desaparecer la mirada de “ese otro par”, generando en los adolescentes estados o crisis de angustia importantes, “que en muchos casos terminaron en procesos depresivos”, indicó Elias. “Es fundamental la pronta consulta con un profesional para poder llevar a cabo el tratamiento psicoterapéutico y psicofarmacológico que corresponda”, concluyó.
FUENTE: INFOBAE