EnsayoEdgardo Berg: «Pensar y narrar para Sergio eran dos formas de la pasión intelectual»

Ensayo

Edgardo Berg: «Pensar y narrar para Sergio eran dos formas de la pasión intelectual»

12 abril, 2022 Desactivado Por Germán Costanzo Castiglione

En «Signos de extranjería» el ensayista marplatense rastrea los elementos excéntricos en la obra del recientemente fallecido Sergio Chejfec.

A pocos días de su sorpresiva muerte, el pasado 2 de abril, el libro «Signo de extranjería», de Edgardo Berg, recupera nuevas dimensiones en la literatura de Sergio Chejfec, autor de «El llamado de la especie» y «Los planetas», a quien el crítico define como «un autor fuera de serie, singularísimo para las letras nacionales», que logra construir una poética «tan singular, tan personal que desacomoda cualquier lectura previsible».

El libro, publicado por la editorial Corregidor, como lo dice ya el título, analiza la marca de extranjería en la escritura de Chejfec. Berg retoma una idea de Ezequiel Martínez Estrada acerca de aquellas escrituras difíciles de clasificar, que están por fuera de cualquier modelo o protocolo previsible y se mantienen, a lo largo del tiempo, como excéntricas, distante de las tablas de valores del mercado cultural, alejada de las tradiciones oficiales o de las antologías y de los cenáculos literarios. Los textos del escritor entrarían en esa órbita: sólo encuentran su lugar de residencia en la extranjería.

El recorrido del texto es extenso y va desde un brevísimo relato publicado por Chejfec en el suplemento Cultura de Tiempo Argentino donde el crítico ya encuentra algunos atisbos de su poética por venir, sus primeras notas literarias, intervenciones y hasta polémicas que aparecen en Brecha, Pie de Página, Fin de Siglo, Los días de viaje; y por supuesto, sus escritos en Babel, Diario de Poesía y Punto de Vista.

En este trayecto, el investigador marplatense, nacido en 1962, describe cómo el escritor se va construyendo como figura de autor -sus lecturas, sus entrevistas, sus polémicas y sus fragmentos narrativos- cuando todavía no había publicado ninguna novela. De hecho en esa época él firma sus notas con el pseudónimo de Sergio Racuzzi o de Rita Fonseca, en clara referencia al personaje de la pintora que aparece en la novela «Glosa» de Juan José Saer.

Esta construcción del novelista que vendrá -los preparativos de su obra futura- está muy presente. «Hay un texto maravilloso, un auto-reportaje, en el que Rita Fonseca realiza una entrevista a Sergio Chejfec, que se publica a pocos días de su muerte ficcional. Es 1987 y allí se habla de ‘Lenta biografía’, la novela que sale tres años después en la colección de narrativas argentinas de Punto Sur. Bueno… ahí hay todo un gesto, no?», dice Berg.

– Télam: Además de su obra ¿Sus personajes también ocupan ese lugar de extranjería?

Edgardo Berg: Tal cual. No es casual que sean personajes migrantes y expatriados, en el sentido de que están aunque vivan en su propio país: extrañados, distantes, ajenos y a veces perdidos en un pasado definitivamente clausurado. Inclusive habría que ver los tonos y la posición del narrador en las novelas de Chejfec para ver esto: una posición por momentos neutra y distante de aquello que se narra o cuenta. También, esto se puede ver en algunos giros de la lengua.

Además, en muchas novelas, disuelve las tradiciones narrativas heredadas y corroe sus presupuestos hasta hacer el género. Son siempre novelas en construcción como si sus narraciones no tuvieran ninguna progresión narrativa y solo fueran esquemas, pensamientos, demoras y desaceleraciones a la espera de su resolución. Y sus personajes piezas de un juego o marionetas manejados por un tramoyista.

– T. : ¿Cómo explicarías el amplio recorrido que hacés sobre Chejfec?

– E.B.: Venía leyendo sus textos desde fines de los 80 y sobre todo, a principios de los 90, cuando aparecen sus dos primeras novelas, «Lenta biografía» y «Moral». Tuve algunas entrevistas y muchas conversaciones e intercambios con Sergio, que era una persona excepcional y muy generoso. Leía muy atento los escritos que le entregaba, me regalaba material casi inédito sobre sus comienzos, fragmentos, borradores, material indispensable para alguien que sufre una especie de encantamiento sobre la obra de un autor fuera de serie, singularísimo para las letras nacionales.

Muy querido y admirado por todos nosotros. Si tuviera que hablarte de un itinerario, te podría decir que trabajo casi todos sus textos –y digo casi todos sus textos porque no alcancé a incluir en mi libro sus «Apuntes para un panfleto» del 2021 y el libro que tiene por referencia al poeta argentino Darío Canton, «No hablen de mí».

Trato de ver cómo Chejfec logra construir una poética -en sus ensayos, poemas, relatos o novelas- tan singular, tan personal que desacomoda cualquier lectura previsible. Un fraseo inaudito e irrepetible. Una música discreta (a lo Brian Eno, podríamos decir) y sin estridencias. Por otro lado, el libro además de esta unidad secuencial- de lo más lejano a lo más próximo- intenta avanzar en otra temporalidad. Quiero decir, hacer conexiones, redes de significación que hagan dialogar los textos e ir y leer las huellas, los sedimentos desde los textos más cercanos a los más distantes (una suerte de inversión cronológica). Eso, por otra parte, me permitió conectar la obra de Chejfec con una serie de problemáticas muy presentes en estos últimos años, en la música, en el cine o en la filosofía.

 Foto Diego Izquierdo

Foto: Diego Izquierdo.

-T.: ¿Cuáles son las últimas imágenes de la obra o de la vida que tenés de Chejfec?

– E.B.: El sábado anterior a la tarde, me enteré de la tristísima noticia y para mí fue un golpe terrible como si hubiera ido un familiar muy cercano. Alguien con quien uno siempre quería conectarse en la red, dialogar personalmente, escucharlo para abrir nuevas perspectivas y enterarse de sus nuevos proyectos. Pensar y narrar para Sergio eran dos formas de la pasión intelectual.

– : ¿Cuáles son los textos que te marcaron de su obra?

– E.B.: Nunca olvidaré «Los planetas» esa extraordinaria sinfonía sobre la amistad que ya todos sabemos es un homenaje a un amigo del autor desaparecido. Sergio piensa la narración como un acto de fidelidad con el amigo desaparecido, con el ausente. Y la novela se transforma, así, en una vigilia interminable (una suerte de futuro pasado) y una caminata urbana por los recuerdos y las historias que tienen como protagonista a M y que no tienen un timing preciso, porque nunca se termina de narrar aquello que se conserva como herida en el tiempo.

Y también, tengo muy presente un relato de «Modo linterna» que se titula «El seguidor de la nieve». Alguien, un personaje, que se sustrae de un evento, y se detiene para describir con obsesiva precisión la caída de la nieve. Se desplaza entre lo que se manifiesta y oculta; intentando reconstruir o al menos interpretar lo que lo rodea. Y merodeando por las calles y los parques nevados de New Jersey, imagina la multiplicidad de texturas y siluetas de lo visible en un imposible coloquio de especialistas.

– T.: ¿Cómo fue tu acercamiento a la obra?

– E.B.: Una profesora de Teoría Literaria que venía de Buenos Aires a Mar del Plata, Mónica Tamborenea, me acercó un reportaje que le había hecho junto a Sergio Chejfec (Sergio Racuzzi firmaba) a Juan José Saer. Porque sabía que me gustaba mucho Piglia y Saer. Por otra parte, el acercamiento a sus primeras novelas tiene que ver con un paseo informal. Yendo por el centro de Mar del Plata y entrando en una librería de saldos por la calle Belgrano, compré sus primeros textos. En esa librería encontré «Lenta biografía» y «Moral», en una mesa de ofertas donde se encontraban varias novelas publicadas por la editorial Punto Sur. Me sorprendió el diseño de una tapa. Alguien a nuestras espaldas mira una fotografía o una reproducción en color sepia donde hay una serie de personajes, dos mujeres y dos hombres. La particularidad era que esos personajes no tenían ojos, eran cuerpos detenidos con sus órbitas ahuecadas. Ese encuadre de una imagen lejana pero actualizada en el presente por la mirada de quien nos da la espalda, me interrogaba y yo quería leer esa novela que ya me había interrogado. Una imagen desplazada y fuera de foco que unía dos tiempos. Era la cubierta de «Lenta biografía».

– T.: ¿Cuáles son los escritores argentinos en contacto con la obra de Chejfec?

– E.B.: Uno podría pensar tanto en la serie nacional como en la extranjera. Las posibles filiaciones, afinidades electivas, y los desmarques de Chejfec para construir un universo propio y una música en su prosa (también en su poesía o en sus ensayos) muy particular, con sus rodeos, vueltas, silencios, esperas y detenciones. Ese sacar a pasear la mirada. Ahí estaría primero Saer; Antonio Di Benedetto, escrituras que se mueven por expansión y adición. Sabe leer las grandes tradiciones narrativas contemporáneas por eso en los primeros textos Saer parece una referencia; aunque Chejfec hace algo bien distinto pero hay una colocación frente a la lengua que por momentos, parece gemela, sobre todo en sus primeras novelas; también Aira por la inversión o el desvío de las intenciones primarias (los comienzos que se desplazan y las historias al borde de la decepción o el fracaso), y Piglia, aunque en menor medida, por su maridaje entre reflexión y narración, entre pensamiento y aventura narrativa.

T.: ¿Y extranjeros?

E.B.: En el caso extranjero, uno podría ver ciertos ecos de Kafka, Bernhard, Roberto Walser, Sebald, por el singular martilleo recursivo que marcan la progresión de las palabras y los sucesos, la inscripción de las retóricas del camino y la experiencia urbana que ellas implican. Pero en realidad, esos ecos son cómo espejismos porque uno lee siempre a partir de sus propios saberes previos, sus propias lecturas. Pero no se puede reducir, como alguna crítica lo ha hecho, el itinerario de la escritura de Chejfec sobre los ecos y parecidos con las escrituras precedentes ya que muchas veces se trata de superarlas.

FUENTE:TELAM/POR CARLOS DANIEL ALETTO