PEGO EL SALTOLa mutación de Daniel Scioli, embajador ahora incorporado a las denominadas Fuerzas del Cielo
8 enero, 2024
La decisión del ex candidato presidencial del peronismo de sumarse a la administración del presidente Javier Milei, y todo lo que esa decisión dispara como debate y polémica, puertas adentro del amplio abanico peronista. La lealtad como bandera y lo simbólico de los mensajes que transmiten las imágenes, en tiempos de política por las redes sociales
Desde los lejanísimos tiempos en donde se volvió mito aquella situación que se repitió hasta el cansancio soportó con estoicismo –ser dejado esperando sentado en un pasillo para ver a Néstor Kirchner, en épocas iniciáticas del kirchnerismo y siendo él nada menos que vicepresidente- a Daniel Osvaldo Scioli se le reconoció casi de forma unánime su lealtad al peronismo, al Partido Justicialista o al campo nacional y popular. O a todo ello.
En cualquier escenario político que se quiera recordar de las últimas dos décadas y un poco más de la Argentina, los historiadores encontrarán a quien fue ingresado a la política por el ex presidente Carlos Menem, como un “soldado” del espacio político creado por el General Juan Perón.
Daniel Scioli sumó –como todos- apoyos y críticas a lo largo de su carrera política, la cual le permitió ser entre otras cosas diputado nacional, ministro de Turismo, vicepresidente, dos veces gobernador, candidato a presidente que perdió a manos de Mauricio Macri por apenas un punto porcentual una elección histórica (la de 2015). Pero en todos los casos, esa lealtad era su principal bandera, incluso en tiempos donde se habló del maltrato y el casi abandono de la entonces presidenta Cristina Fernández. De ello, Scioli nunca dijo una palabra (o más aún, lo negó) con lo cual si existió o no tal situación, lo sabrán los protagonistas.
Aun antes de aquella candidatura presidencial que a punto estuvo de coronarlo con el sillón de Rivadavia, puede mencionarse como otra muestra de lealtad concluyente su negativa en 2013 (cuando era el poderoso gobernador bonaerense) de sumarse a la experiencia política iniciada electoralmente ese año por Sergio Massa, en ese año furioso antikirchnerista desde su naciente Frente Renovador. Scioli, también en esa instancia, dijo no y levantó la bandera de la lealtad.
En la última etapa, con el fallido gobierno de Alberto Fernández, el “Pichichi” puso a prueba su condición de leal, y aguantó con estoicismo ser nombrado como ministro y durar apenas un puñado de semanas, para tener que volver con la cabeza gacha y sin protestar al rol de embajador en Brasil. Y en medio de todo ello, naufragó también su ilusión –que puso en marcha con profusas presencias mediáticas- de volver a ser el candidato presidencial de un sector del peronismo, de cara a las últimas elecciones primarias.
A todo eso que ocurrió durante nada menos que veinte años, Daniel Osvaldo Scioli se sobrepuso con la mejor bandera que un militante político puede hacer flamear: la de la lealtad. «Con fe, con optimismo, con esperanza», se lo podría escuchar decir, si el lector hace uso de su memoria. Sus seguidores, sus adherentes, su núcleo cercano e incluso quienes nunca lo fueron, tras todos estos años terminaron –finalmente- reconociéndole esa condición. “De Scioli podés decir cualquier cosa, pero nunca sacó los pies del plato”, es una frase que se escuchó mucho.
VOLANTAZO A LA DERECHA… ¿SIN RETORNO?
Pues bien, por razones que debería interpretar la psicología, Scioli decidió tirar todo eso, al cesto de la basura. O mandarlo a la papelera, para decirlo en términos de computadoras y ordenadores.
Con Javier Milei en la presidencia –y con los archivos televisivos de apenas algunos meses atrás mostrándolo manifestar diferencias indescontables con el modelo libertario- Daniel Osvaldo Scioli decidió “pegar el salfo”. Lo que no hizo durante veinte años, lo hizo ahora.
En el desordenado inicio de la gestión de La Libertad Avanza, en las trajinadas jornadas de la segunda quincena de diciembre de 2023, Scioli –como otros funcionarios de segundas y terceras líneas- fue convidado a quedar a cargo de la embajada en Brasilia, para dar continuidad institucional al estado argentino, en una relación políticamente crucial, con los hermanos brasileños. Lo que en ese momento indudablemente generaba “ruido” político (por tratarse precisamente de Scioli, y no de un funcionario menor) podía en el inicio disfrazarse como una actitud de responsabilidad institucional, hasta tanto el nuevo gobierno encontrara el camino, designara sus nuevos embajadores, y demás.
TODO TIENE UN FINAL, TODO TERMINA
Pero ahora, casi como un regalo o una revelación de los Reyes Magos, todo quedó expuesto. De forma abierta, sin disimulos ni discursos cargados de palabras sin mucho contenido. El propio Daniel Osvaldo Scioli se mostró en sus redes sociales en una actividad propia del rol que ya está claro seguirá ocupando, el de embajador del gobierno libertario de Javier Milei ante Brasil. Y para que no queden dudas de su mutación, las fotos que él mismo subió a sus redes sociales lo muestran reunido con un ignoto gerente de Flybondi, justo a horas de que una aeronave de esa empresa de aviación símbolo de la economía desregulada libertaria estuviera a poco de consumar una tragedia aérea en el país. Pero con un elemento aun mayor, para dar a conocer que la lealtad ya no es tal, o en todo caso, mutó a otro receptor de la misma: no hay más fotos en la escenografía de Scioli de Perón, de Evita, de Néstor o de Cristina. Lo que hay es una foto en el fondo de la imagen del nuevo mandatario argentino estrechándole la diestra, y en la mesa del ahora embajador mileista, se observa bien visible una gorra con la leyenda “Las fuerzas del Cielo”.
Desconoce esta columna si Daniel Osvaldo Scioli gusta de escuchar rock nacional, si en los post partidos de fútbol en su mítica quinta “La Ñata” se escucha en alguna ocasión música setentista como puede ser la de Vox Dei, alguno de cuyos integrantes aun cantan sus éxitos inolvidables en diversos lugares del álgido conurbano bonaerense. Pero lo que sí es cierto es que para muchos peronistas, Scioli ya no podrá volver a enarbolar la bandera de la lealtad, porque como canta Soulé: “todo tiene un final, todo termina”.
Y de eso –de la gorrita con la leyenda “Las Fuerzas del Cielo” y toda la escenografía montada que habla sin palabras- no se vuelve. Definitivamente.