Pionero del ParakulturalCarlos Belloso: de vender perfumes en el colectivo a brillar como asesino melancólico
4 abril, 2023
A poco de cumplir –este cinco de abril– sesenta años intensos, el actor de drama y comedia, el ventrílocuo, dibujante, músico, tiempo atrás buscavidas, y siempre excombatiente, conversó con Télam. Qué pasó entre el comienzo de su dúo Los Melli, allá por los ochenta, y el personaje de un sicario atípico que hoy agiganta su reconocimiento.
Fue clown, marionetista, comediante. Hizo de preso bravo, de chico torpe, de prócer. Su actual Dogo –villano deprimido en la exitosa serie argentina División Palermo en Netflix– hoy conjuga un poco todo eso. Como actor, cosechó cinco Martín Fierro, el reconocimiento entre pares y personajes inolvidables en tiras televisivas y películas premiadas. Tiene para contar de su vida la propia miscelánea que asumió en escena: el drama, el humor, el arte, la vida, la muerte, la lucha.
Ya en el colegio Esteban Echeverría de Munro, Carlos Belloso había hecho un poco de teatro, pero pegado a eso fue convocado a servicio como soldado clase ´63. Con la colimba, la guerra. Tras volver, pasó un año paralizado, como si necesitara metabolizar esa experiencia austral.
Después volvió a lo que había empezado: “Me formé en la Escuela de Teatro Integral, de Víctor Bruno, mientras trabajaba en cosas varias: vendía artículos para el hogar, vendía perfume en los colectivos qué sé yo… me gustaba la música, la pintura, el teatro… pero en un punto yo no estaba convencido de que iba a vivir del arte”.
En 1989 entró a la Escuela Municipal de Arte Dramático, que casualmente quedaba cerca del mítico Parakultural, donde conoció a Damián Dreizik,
con quien formaría el dúo Los Melli.
“Teatro malo”: los Melli y el instinto punk
Cuenta la leyenda que Viviana Tellas
necesitaba unos mellizos para una obra, y ese fue el origen de la diabólica pareja. Cuando actuaron, ya fuera de la obra en cuestión, Belloso y Dreizik le pusieron texto –en ese momento, poesía de ellos– al engendro que cobraría vuelo propio. “El debut de los Melli como número se dio en el ‘Primer Festival de Teatro malo’ que organizamos para recaudar fondos para una obra. Lo bautizamos así un poco en contraste con el teatro de las grandes salas, que era solemne, empaquetado, y en el que se podían decir algunas cosas y no se podían decir otras”.
En paralelo con ese inicio actoral, siempre estuvo la música: “Toco la guitarra, compongo, en los 90 tenía un grupo que se llamaba Barbacandado, donde toqué el bajo con Rafael Bini, ex Comida China. Hacíamos covers, a veces con alguna variante. Ponele; una muy conocida de Clash, pero en el coro, en vez de decir ‘Should I stay or should I go’ cantábamos ‘sandía, vino y Perón’. También compuse la cortina del programa de radio Día perfecto, que hicimos en la Metro en 2010 con Ernestina País”.
Suena un poco punk todo lo que cuenta. Desde el Teatro malo contra lo que está “bien hecho” hasta el ambiente en que brotó su don actoral: “La del Parakultural fue una época hermosa… la gente era protagonista; hay un documental excelente en youtube, que recomiendo: ‘Parakultural 1986 1990’. Ahí, por ejemplo, aparece Wallas, el de Masacre, recordando que venía a ver a los Melli… cuando lo vi pensé ‘¡qué bárbaro… estaban ahí. Y hoy yo los escucho a ellos!’… en esa época, con los Melli empezamos a salir a la provincia de teloneros de Don Cornelio y la Zona
. El público del rock era impredecible; a veces aplaudía y otras nos tiraba botellas. Yo, más que punk, como decís vos, era dark: andaba despeinado –tenía pelo–, siempre con un sobretodo negro: abajo del sobretodo podía haber cualquier cosa; he ido a reuniones sólo con calzoncillos y el sobretodo arriba”.
El ventrílocuo y el Cervantes
En sus planes relativamente inmediatos, siempre las tablas: “En julio vamos a estrenar Salvajada, en el Teatro Cervantes . Es una adaptación del cuento Juan Darién, de Horacio Quiroga que hizo Mauricio Kartún. Nos dirige Luis Rivera López, un director emblemático de los ochenta; yo siempre tuve ganas de trabajar con él y estoy muy contento. Es un trabajo con objetos, con títeres, marionetas; disfruto mucho ese mundo. Yo soy ventrílocuo ¿sabías?, tengo a mi muñeco, Felipe. Él, para mí, tiene entidad propia; nació para participar de una obra, hace tiempo. Pero un día, mientras mirábamos televisión, me habló. Desde entonces, estamos juntos”.
Sabemos, sí, que a Carlos le gusta despertar la magia de la ventriloquía y no quiere desvirtuarla. Se niega a hablar de Felipe como un mero muñeco: “Ahora no pudo venir, nos dice, mirando en torno del bar de la sala Gargantúa, donde nos reunimos para hacer la nota: “Debe estar en Brasil, con la novia” lo excusa.
Casualmente, la obra de Kartún que estrenará el 20 de julio en el Cervantes es acerca de las vicisitudes de un yaguareté devenido hombre por artes de supervivencia; la dimensión mágica, dentro de lo ficcional, fascina a este actor de raza. Otra vez, esa especie de brujería mental nos remite a su inicio, a Los Melli.
Pero vaya si Belloso fue golpeado por la realidad, por la más pura y dura de la que él pueda dar testimonio: “La guerra es el final, la guerra no tiene techo”, dirá por ahí, apelando más que a cielos, a infiernos, más que a techos, a profundidades donde lo humano parece perdido.
Malvinas
Contra la “equívoca polémica” que separa a los excombatientes entre aquellos que estuvieron en las Islas y quienes estuvimos en el continente, Carlos –que fue artillero en un cañón antiaéreo en el aeropuerto de Río Gallegos– sorprende con datos específicos que muchos desconocen: “Cuando Cristina abrió los libros de las bases aéreas que integraban el Teatro de Operaciones Atlántico Sur (TOAS) sobre el que hasta entonces se había mantenido absoluto hermetismo, se pudieron revelar y reconstruir muchas cosas».
«En nuestras costas, en Santa Cruz, hubo enfrentamientos cuerpo a cuerpo con ingleses. De los 649 caídos, 17 fueron abatidos en ese litoral marítimo, así como hubo 323 héroes fallecidos en el ataque al crucero General Belgrano, que para el caso, tampoco ocurrió en las islas propiamente dichas. Andá decile a los sobrevivientes de ese buque –hayan estado en las Islas o no– que no estuvieron en la guerra”.
Oscurantismo y reconocimiento
«Hubo incursiones para sabotajes con comandos ingleses especiales en todas nuestras bases aéreas continentales; no sólo hundieron al Belgrano en zona de exclusión, sino que, cuenta Belloso “vinieron también, y especialmente, a asesinar a los pilotos argentinos que iban a subir a los Super Etendard con los Exocet. Hay un caso emblemático que es el combate de Caleta Olivia».
«Había salido un helicóptero de tropa con siete soldados y la orden de repeler a un gomón de comandos que venía por la costa. Desde el gomón, le tiran con bazooka y lo derriban. Durante mucho tiempo se habló de ‘accidente’ y era falso. Nosotros preferimos referirnos al ‘litoral marítimo’ a decir ‘continente’, porque no se trata de Campo de Mayo o Formosa; hablamos de una zona de guerra específica circunscripta por el TOAS”.
Carlos enfatiza que hay un ocultamiento sobre el conflicto: “Es como un oscurantismo. Yo integro un grupo de excombatientes que busca poner luz en eso bajo el lema ‘Concertación TOAS’. Tenemos un sitio web donde planteamos, explicamos cosas que fueron deliberadamente ocultas y empiezan a conocerse.”
La patria es el otro
Mencionar nuestra guerra en la charla trae temas relativos a su militancia actual: “Si en algún momento comprendés que la patria ya no es una abstracción, es en una guerra. Ahí te preguntás por qué y por quiénes estás atravesando eso. En defensa de qué… aparecen tus padres, tu familia, tu barrio, tus amigos, tu club, tu ciudad, tu provincia… eso se va abriendo y te das cuenta de qué cosa es la patria; algo que deja de ser una abstracción para para convertirse en ellos y ellas. Y esto, pensado ahora, finalmente, es que la patria es el otro. Cuando estás combatiendo, eso lo sentís en el alma.”
Parajoda
Asumiendo la posible jodidez de una paradoja, Belloso acuñó su propio sustantivo: la parajoda: “Son paradojas que te joden. Por ejemplo, la guerra –de la que venimos hablando tanto–, ¿no es el sistema capitalista por excelencia? Y justamente ahí, donde la destrucción del otro es la premisa, es a la vez donde te das cuenta de qué otro es a quien tenés que defender: ese otro es, precisamente, la patria”.
Como resultado de esa conciencia de otredad que él señala, e incluso de una militancia juvenil de izquierda, hoy asume sin vueltas su pertenencia política. “Yo adherí al Frente de todos desde un principio: no olvidemos los cuatro años espantosos que tuvimos con el gobierno anterior. Hay que hacer frente a la fuerza depredadora del neoliberalismo que favorece a los grupos de poder concentrados y nos propone cero empatía, cero sentido colectivo; un individualismo feroz”.
“El neoliberalismo –insiste el actor, clara y generosamente más dispuesto a hablar de esto que de su propio éxito actual– es la línea de la dictadura, que siguieron Menem y Macri. Este último le agregó algo nuevo en democracia: el espionaje, la persecución judicial de medios no afines, de periodistas, de opositores. Es decir: el terror. Todavía hay una Corte Suprema horrenda: ellos son los tentáculos de todo esto”.
La izquierda sin sujeto
Para cerrar, Carlos Belloso tiene una mirada pragmática, inmediata y virtuosa; corresponde resaltarlo, ya que vinimos a hablar de él y terminamos hablando –más que de sus excelentes performances en teatro, cine o televisión– de política verdadera. O sea: del prójimo: “El peronismo es un invento político que salió muy bien y puede salir mucho mejor. En otro momento hubiese votado al Frente de Izquierda. Esa es mi herida: ese juego de ‘cuanto peor mejor’ que juega la izquierda nuestra me parece le está haciendo el juego a la derecha. ¿Cuánto tiempo más vamos a esperar que llegue la revolución? ¡No llega más!… Si insistimos en eso estaríamos hablando de una izquierda sin sujeto, como decía León Rozitchner. Hay que ver la totalidad y darse cuenta de la cantidad de gente que está sufriendo ahora, que no puede esperar. La ayuda tiene que ser ya”.
FUENTE:TELAM/Por Gabriel Sánchez Sorondo