ExposiciónLa firma, un gesto tan automático como esencial de la identidad, es eje de una muestra de Kacero
23 junio, 2022
«El campeón de los fantasmas», que abrió al público en la galería Ruth Benzacar, indaga en grandes nombres de la historia del arte a partir de sus firmas.
La nueva muestra del artista y escritor Fabio Kacero, «El campeón de los fantasmas», que abrió al público en la galería Ruth Benzacar, indaga en grandes nombres de la historia del arte a partir de sus firmas, una temática que el autor retoma luego de haber aprendido a hacer exactamente igual la caligrafía de Jorge Luis Borges para una obra que consistió en copiar de puño y letra el relato «Pierre Menard, autor del Quijote».
Sobre las paredes del cubo blanco de la galería se suceden prolijamente, enmarcadas, las firmas de más de 180 personalidades de la cultura de todos los tiempos, de Silvina Ocampo a Xul Solar, de Andy Warhol a María Gainza, de Cándido López a Dora Maar, que el artista fue recopilando a lo largo de los últimos años -algunas las pidió a los firmantes, otras las copió de internet- para luego recrear, «dibujar» según sus palabras, en cada uno de estos cuadros que conforman la muestra.
«La firma es algo muy esencial de la identidad de cada persona. Es increíble pero lo que más nos identifica, muchas veces, son nuestros gestos más automáticos, y no los más elaborados. Los que menos pensamos. Y tu letra es tu letra. Sos vos. Nunca dirías ‘a ver cómo voy a hacer esta letra’, simplemente la haces. La firmás. Entonces es interesante la identidad resuelta en una cosa tan poco pensada. A su vez, en el arte, la firma es la que legitima todo finalmente», reflexiona Kacero en diálogo con Télam durante una recorrida por la exposición.
Es casi de noche en Villa Crespo y mientras afuera arrecia el frío, adentro de la galería Fabio Kacero se dispone a hacer una recorrida por su propia exhibición: «Esto no es una firma», dice al inicio, a modo de broma, citando la famosa pipa de René Magritte. Luego, recorrerá la sala por completo mencionando el nombre de cada una de las 186 firmas. «Es el signo máximo de la apropiación», dirá también el artista, acostumbrado a experimentar en sus obras con la escritura.
El catálogo, por decirlo de alguna manera, es muy variado: algunas firmas parecen estar hechas con marcador, otras con birome, con crayón y otras más con acuarela, aunque siempre en negro sobre el papel en blanco. Hay firmas que van hacia arriba, otras -muy pocas- hacia abajo, más abigarradas o más lánguidas, de trazo suave, o muy fuerte, garabatos que no se entienden, firmas adornadas, como la de Basquiat que colocaba una corona encima de su nombre, o la de R. Mutt que eligió Marcel Duchamp para firmar su famoso urinario. Están también las firmas de Yoko Ono, Raquel Forner, Remedios Varo, Salvador Dalí, Leonora Carrington, Federico Manuel Peralta Ramos -en prolija cursiva, como cuaderno de colegial-, de Andy Warhol, de Alberto Giacometti -tan lánguida y grácil como sus esculturas-, de trazo grueso como la de Picasso, o con un asterisco debajo como la del cineasta francés Jean Cocteau.
«Todas las firmas están intervenidas por mí, algunas inventadas, retocadas, tuneadas, y otras no. Muchas personas a las que me cruzaba les pedía que firmen en una hoja», cuenta y se pueden ver en la sala por ejemplo las firmas de Rafael Cippolini, César Aira, Rosario Bléfari, Benito Laren, Juan Forn. «Luego en los nombres históricos no hay una elección, depende de condiciones azarosas. No quería que sea un catálogo de gusto personal. Tampoco hay un orden conceptual en el montaje en la sala. Es un orden visual», detalla Kacero.
El título de la exposición está extraído literalmente de uno de los cuentos que Kacero (1961) había incluido en su último libro de ficción, «Antología del sueño argentino» (Mansalva), donde los relatos simulaban el clima enrarecido y surreal de los sueños y uno de ellos, justamente el que retoma en esta muestra, un muchacho se encuentra en la entrada de un casa de remates de arte y el guardia de seguridad del lugar le entrega el grueso catálogo de la subasta y le dice que se acaba de vender el cuadro más caro del mundo y le pregunta si sabe de quién es. El muchacho da vueltas las páginas del catálogo buscando responder la pregunta, pero lo que ve no son obras de arte y nombres de artistas, sino sólo firmas que ocupan cada hoja, que a su vez están firmadas con la misma firma en el ángulo inferior derecho.
«La anécdota urdida por Kacero escritor inspira a Kacero artista plástico, que hunde su brazo en la ficción, arranca las páginas de ese catálogo imaginario y las convierte en las hojas reales que podemos ver hoy enmarcadas y colgadas en la sala de la galería», explica Francisco Garamona, creador de la editorial Mansalva, que oficia de curador de esta exhibición.
A lo largo de su carrera, Kacero ha trabajado con la literatura y lo escrito; con las palabras en su materialidad para alterar los sentidos dados, traducir y trasponer los vocablos y las expresiones en instalaciones, videos, objetos y pinturas y, en esta oportunidad, en dibujos o firmas.
Tal vez una de sus más conocidas y comentadas obras es aquella en la que aprendió a copiar exactamente igual la caligrafía de Borges -luego de mucho estudio- para una pieza que tituló «Fabio Kacero, autor del Jorge Luis Borges, autor del Pierre Menard, autor del Quijote», que consistió en copiar de puño y letra aquel cuento borgeano en una hoja en blanco, siempre con el sello de lo lúdico y el sentido del humor que impregna la totalidad de su producción.
Son «dibujos en colaboración con artistas vivos y muertos», se presenta esta exposición que incluye además, en una sala aparte de la galería, un misterioso monocromo de color rosa, en teoría «del siglo XVII», que encuentra su explicación una vez que el visitante toma un ejemplar del cuento que está allí a disposición, titulado «El monocromo del molinero». Y otra vez, Kacero toma la ficción y la materializa en una obra, o mejor, en una nueva ficción. Además, en otra sola contigua hay una pantalla que transmite un noticiero de una sola y única noticia, un video bautizado «Dear friends».
Por estos días, también se puede ver obra de Fabio Kacero como parte de la exposición «Infieles. De escritores que pintan o pintores que escriben», que abrió sus puertas recientemente en el Museo del libro y de la lengua (Las Heras 2555) y que refleja en un conjunto de autores el acto de pintar y escribir, celebrando el encuentro de la palabra con la imagen y viceversa.
El nombre de Fabio Kacero emergió con fuerza en la escena de arte contemporáneo en los años 90. A principios de los 2000 comenzó a experimentar con las palabras y la escritura, que se convirtieron en el disparador con los que moldear sus obras de arte. Su trabajo es perfecto exponente del cruce entre arte y literatura, y las apropiaciones que una disciplina es capaz de hacer de la otra.
La muestra «El campeón de los fantasmas» se podrá visitar hasta el 27 de agosto en la galería Ruth Benzacar, Juan Ramírez de Velasco1287, Villa Crespo, de martes a sábados de 14 a 19 con entrada gratis.
FUENTE:TELAM/POR MERCEDES EZQUIAGA