NarrativaAna Negri: «En medio de la violencia, la gente se aferra al lenguaje»
10 junio, 2022
En su primera novela, la autora e investigadora mexicana, hija de argentinos exiliados durante la dictadura, indaga en los mecanismos de la memoria y en la construcción de una lengua para narrarla y para afirmar la propia identidad.
El exilio, la dictadura, la relación madre-hija y la memoria son los subtemas de «Los eufemismos», la primera novela de Ana Negri, en la que todas estas cuestiones están subordinadas a una preocupación central: la lengua y su capacidad para narrar el pasado y construir una posmemoria.
Desde el título, la historia reflexiona sobre las palabras, sobre los modos de decir que ocultan lo que de verdad sucede. Los eufemismos irrumpen en la vida de la protagonista desde el momento mismo en que le avisan que su madre está «muy nerviosa» pero han estado presentes desde antes en sus relaciones de pareja, en esas familias «prestadas» armadas entre exiliados, en el pasado de sus padres marcado por la dictadura militar.
Clara, la protagonista, odia que su nombre sea un adjetivo y uno que le resulta ajeno ya que su vida se va poblando de dobleces, de expresiones que disfrazan la realidad, que la matizan o la esconden. Porque precisamente «los eufemismos» parece una búsqueda a ciegas por narrar las consecuencias que el proceso, la tortura y la persecución dejaron en los seres humanos, los que han desaparecido, pero también los que han quedado «rotos». «Yo tengo una historia que pesa. Tanto pesa que treinta años y pico después no me pueden dejar en paz», aúlla la madre de la protagonista en su camino hacia la sinrazón.
«Yo creo que el lenguaje es como el ancla con el que uno se aferra a su cultura», reflexionó la autora que nació en Ciudad de México pero es hija de argentinos exiliados durante la dictadura, en una de las presentaciones de la novela que editó Firmamento para Hispanoamérica pero tuvo en 2021 ediciones simultáneas en Chile y en México.
Ana Negri nació en México en 1983. Es escritora, editora y doctora en Estudios Hispánicos. Fue becaria del programa Jóvenes Creadores del Fonca en la categoría de Novela en la generación 2017- 2018.
Si bien «Los eufemismos» transita la autoficción, la autora recurre a la tercera persona y a un personaje ficticio para desencorsetarse del yo y narrar las relaciones filiales, el exilio y la dictadura tomando distancia de sus propias experiencias. En ese sentido vale extender a su prosa lo que confiesa Marina Mariasch en su novela más reciente: «Efectos personales»: «Todo lo que escribo lo viví, pero nada lo escribo como lo viví».
Sobre esta operación de distanciamiento de sus vivencias, el preciosismo con el que crea la lengua artificial de los exiliados y sus familias en la que conviven los porteñismos y los mexicanismos y los mecanismos para narrar la dictadura conversó la autora con Télam.
-Télam: Desde el título mismo la novela parece ser una exploración de los límites y las posibilidades del lenguaje, una búsqueda de crear esa lengua híbrida de los exiliados y de sus hijos.
-Ana Negri: Sí, totalmente. El título fue lo último que puse pero la obsesión por el lenguaje estuvo desde el comienzo del libro. Siento que hay una anécdota, hay temas, una historia que se desarrolla, pero en medio de la violencia, la gente se aferra al lenguaje. Mi búsqueda fue por ahí, encontrar el registro de los personajes y contraponerlos.
-T.: Cada personaje tiene su propia lengua que lo define. Los padres de Clara que se aferran a las expresiones porteñas, ella que deambula entre los argentinismos y los mexicanismos; su pareja que parece un mexicano arquetípico…
-A.N.: Supe de entrada que Clara tenía que tener esa dualidad, esa marca como hija de exiliados. Ella está escindida y eso, de alguna manera, la fue delimitando. Su mamá tenía que aferrarse a la Argentina. Su memoria no se olvida del pasado. Ese pasado la habita en el presente. Para mí era fundamental que ella hablase absolutamente en argentino. Ése es el tono que le había pensado a la madre.
Luego la pareja de Clara es un mexicano y me permitía hacer el cruce con ella. Me gustaba la idea de poner ese mexicano chilango muy marcado como en diálogo con ella que oscila entre el mexicano que habla cuando está con él y el argentino cuando está con su mamá.
-T.: Casi como un juego.
-N.: Sí. Esa es la parte que más disfruté del proceso de escritura, el trabajo con el lenguaje.
-T.: Además de la reflexión sobre la lengua, la historia explora el vínculo madre-hija.
-A.N.: Ese vínculo es fundamental. Es el primero y el que, de alguna manera, nos funda. Entonces me parecía que trabajar desde ese vínculo era importante para hablar del origen. Pero también porque me pareció interesante trabajar la especularidad que hay en esa relación entre mujeres. Ahí se juega la identificación y la proyección. Una necesidad de imitar o de ser completamente diferente.
Es un vínculo que históricamente me ha conflictuado y me ha asombrado. Me interesaba explorarlo también desde ese lugar de hija.
-T.: Es un vínculo que se transforma, ya que Clara termina siendo madre de su madre.
-A.N.: Sí. Clara acaba teniendo que hacerse cargo de su madre en un momento en que ella no se lo esperaba. Biológicamente no era el momento que ella hubiera pensado que tendría que estar en esa situación. Su mamá estaba lúcida y trabajando, por eso la situación irrumpe en su vida cotidiana.
-T.: A partir de la experiencia de la madre narrás el exilio y, de algún modo, «el exilio heredado» por los hijos de los exiliados.
-A.N.: Es un tema muy fuerte. Clara no es argentina pero tampoco completamente mexicana. Está esa dualidad. Hace poco hablaba con otras personas que también son «argenmex» y hay variantes: irse con los padres teniendo diez años, irse muy chico, o, como me pasó a mí, nacer en el exilio. El de Clara es el caso que me interesaba a mí por cuestiones personales: el de alguien que nace en otro país pero tiene toda la crianza y todo el entorno familiar profundamente armado como en el país de origen de los padres. Es una especie de exilio heredado.
No hay académicamente mucho trabajo sobre la posmemoria, sobre quienes nacimos en esa situación. Hace falta un espacio de reflexión, de creación y ése era el lugar que a mí me interesaba y que yo tenía que poner sobre la mesa. No hay un trabajo específico sobre lo que vivió esa gente durante la dictadura. No es solo el trauma de la tortura y la persecución sino también de la precariedad en la que quedan, pese a que eso se acabó en el 83.
-T.: Mencionás la dificultad para lograr el resarcimiento económico.
-A.N.: Son parte de los ecos de la dictadura, esta cuestión burocrática de lograr el resarcimiento económico- Hay toda una revictimización que tiene lugar como en ese proceso cuando se supone que tendría que ser parte de la solución. El otro día me preguntaban si yo creía que existía la reparación para las víctimas de la dictadura y creo que no, pero, de alguna manera se podía apuntar a que esas vidas dañadas continúen con cierta dignidad.
Sucede que ese proceso es tan laberíntico, tan desgastante que hace que la gente tenga que pasar y repasar esa época.
-T.: En los hechos la dictadura sigue estando presente en sus vidas.
-A.N.: Las consecuencias sí. Para muchos la dictadura se acabó en 1983 pero las repercusiones siguen estando en las familias. Tanto las que quedaron en Buenos Aires como las que se exiliaron.
-T.: Contaste que el germen de esta novela son unos cuadernos en los que hacés anotaciones personales. ¿Cómo fue eso?
-A.N.: Sí. No los llamaría diarios porque no soy tan disciplinada para hacer entradas y, a veces, ni siquiera pongo las fechas. Pero los llevo siempre conmigo y hago anotaciones. A veces hasta hago cuentas. Son una especie de alter ego que registra mi interior. Y ahí me di cuenta de que todo esto era un tema para mí y lo empecé a trabajar.
-T.: Hay mucho de autobiográfico, pero elegiste contarlo en tercera persona y transformarlo en la vida de Clara, para «desencorsetarte» de la tiranía del «yo», ¿por qué?
-A.N.: Necesitaba un poco de distancia. No podía pretender contar mi vida. Pensé que tenía que buscar otra manera de poder decir las cosas que me importaban, que me interesaban: el lenguaje, el exilio. Desde mi propia experiencia se me iban de las manos, no podía volver a escribirlos. Necesitaba la libertad que me dio la tercera persona para «intervenir» las cosas, para modificarlas, para exagerarlas.
-T.: Elegir transitar los ecos de la dictadura e incluso el deterioro de la mamá de Clara con cierto humor y un tiempo fragmentario, que va y vuelve…
-A.N.: Sí, son cosas que me divirtieron. La protagonista mantiene el humor. Pensé que si la historia estaba tan cargada necesitaba un balance, una especie de válvula. Algo que me permita buscar por otro lado, tomar un respiro, aunque sea a partir de cierto humor ácido.
Respecto de la fragmentación, en principio pensé en que fuese lineal, pero después de muchos ensayos y pruebas, entendí que el relato tenía que estar interrumpido, intervenido por el presente, tener blancos para darle respiro al lector. Para crear silencios.
FUENTE:TELAM/POR EVA MARABOTTO