El Delta exhibe los cadáveres que el fuego deja a su pasoRelevan la fauna masacrada por el fuego en las islas
29 noviembre, 2021
Sapos, iguanas, víboras, aves, carpinchos, semillas, panales, ceibos, timbós, inmolados en el infierno que ilumina el delta cuando apaga la vida.
Ver para creer: la devastación de los incendios en el delta entrerriano pertenece al ámbito de la policía, la justicia, la economía, el tránsito en las rutas envueltas en humo, la puja partidaria. Eso, hasta que uno ve la cadena de cadáveres de animalitos que fueron atrapados por el fuego. Entonces todo aquello pasa a un segundo plano ante los testimonios de la encerrona y la muerte que hieren los ojos.
Paola Peltzer, Rafael Lajmanovich, Ana P. Cuzziol Boccioni, Rodrigo Lorenzón, Andrés Bortoluzzi, Maxi Attademo, Agustín Bassó, Natalia Peña, Evelina León, Silvia Seib, además de ser científicos del Conicet, catedráticos universitarios, investigadores de primera línea, son vecinos del litoral que decidieron autoconvocarse para dar cuenta, con métodos de la ciencia, de los efectos de tantos incendios intencionales que se repiten en cada verano en vastas superficies. Sólo en dos años se calcula en 700.000 las hectáreas afectadas.
Los organismos y las organizaciones les dieron poca bola, pero ellas y ellos consideraron un compromiso este estudio, y avanzaron con el apoyo de la vecindad, de familias que (por ejemplo) pusieron a disposición sus lanchas particulares e incluso pagaron el combustible, para llegar al corazón del infierno y narrar en caliente los efectos de tanta desidia. Todo a pulmón, y agradecidos de las gestiones de la universidad pública para los permisos de circulación, porque en medio de las quemas, al punto del ecocidio, eran frenados por la policía en razón de los riesgos del Covid.
Escuchar a la familia islera
“El uso de los humedales para la cría de ganado, el cultivo de transgénicos como la soja y la expansión de urbanizaciones exclusivas pone en riesgo la conservación y la restauración de la biodiversidad. Se sugiere la supresión y mitigación de dichos factores limitantes para valorar si la vegetación y fauna asociada pueden regenerarse (tras los incendios masivos en las islas), o si se necesita a mediano y largo plazo de métodos de restauración activa, donde se contemplen las visiones de los pobladores locales y la bajante extraordinaria del nivel del río Paraná”. Esta es la conclusión central del estudio.
Científicos que aconsejan oír a la gente con experiencia en el medio. Científicos que miran no sólo el punto exacto sino el contexto, y señalan la incidencia del paisaje, el clima, como la seca que está marcando registros históricos y que genera condiciones para que cualquier llamita se convierta en hoguera.
No hacer nada
Los datos “fríos” hablan de especies diversas y respuestas diversas también, ante el siniestro, porque algunas familias muestran mayor elasticidad que otras. Quisimos conocer, además del dato, el corazón de las personas que realizaron el estudio y por eso le preguntamos a Rafael Lajmanovich. “Si tuviera que resumir qué sensación me queda de todo esto, diría que no es muy optimista; sin ir más lejos recuerdo, en plena pandemia, cómo nos dábamos cuenta de la forma en que la naturaleza sola se restauraba simplemente por no hacer nada (que para mí es lo mejor que podemos hacer si queremos preservarla); salieron los zorritos, los aguarás; las aves laguneras hermosas sobrevolaban las ciudades. Pero la ilusión de que el mundo saldría mejor tardó lo que tardó en salir la primera vacuna. Nos volvimos a sentir inmortales y dueños de todo lo vivo, que podemos quemar, modificar y hasta alterar en sus genomas a gusto y placer”, lamenta el biólogo paranaense.
“Solo fuimos un grupo de biólogos autoconvocados que quisimos registrar el ecocidio para mostrarles a las generaciones futuras, porque a este paso toda esta rica flora y fauna litoraleña, que ahora se destruyó y murió quemada, tal vez en algunos años ya ni esté para quemarse”.
“Y por favor, no dejemos de recordar que el Paraná es único, es un corredor biológico insustituible, fuente de biodiversidad. Ya se devastó y envenenó la Pampa y se está devastando el Chaco con cultivos transgénicos; no permitamos que el Paraná muera”, es el mensaje que nos deja Lajmanovich, además de pedir eso que experimentamos durante la pandemia: más serenidad, menos invasión humana, espacio suficiente para las distintas especies.
El registro
No todos los animales y vegetales responden del mismo modo a los incendios. Las fotografías tomadas por los estudiosos dicen más que mil palabras. Iguanas y víboras chamuscadas, troncos calcinados. Y dejan imaginar cuántos nidos con huevos o pichones, de los que no se hallan ni rastros por la intensidad del calor.
“Los incendios afectaron principalmente los albardones (83 %), siguiendo en orden de importancia las media-lomas (47 %), depresiones o lagunas internas (17 %), y las barrancas (5 %). La profundidad del suelo quemado varió entre -2 a -12 centímetros mientras que la altura de las llamas, en especies leñosas, alcanzó entre 2,70-4,20 metros”, se lee en el informe.
“Se registraron 83 especies de plantas y tetrápodos afectados por el fuego de forma directa (mortalidad, corteza o nidos quemados, huida), como indirecta (semillas-frutos, heces y plumas quemados). Erythrina crista galli (ceibo) y Albizia inundata (timbó blanco) fueron las especies leñosas más afectadas, mientras que Rhinella dorbignyi (un sapito de jardín), Phrynops hilarii (tortuga de arroyo), Vanellus chilensis (tero) y Hydrochoerus hydrochareis (carpincho) presentaron los mayores porcentajes de afectación para vertebrados”.
“Los valores de severidad moderada-alta fueron los más frecuentes (70 %). Se observaron individuos de aves granívoras (Embernagra platensis – verdón) resilientes (elásticos, capaces de adaptarse) en los humedales afectados”.
El documento fue titulado “Efectos de los incendios 2020 en el suelo y biota de humedales del río Paraná: Perspectivas de restauración ecológica”.
Las mujeres y los hombres de ciencia investigaron a puro pulmón, sin financiamiento de ninguna institución (todo un síntoma), y dieron a conocer los resultados de su labor, que incluyó visitas a campo y seguimiento de datos satelitales, en el II Encuentro Nacional de Restauración Ecológicas de Argentina, realizado en la segunda semana de este mes en Villa Giardino, Córdoba.
17 humedales
La gente de ciencia que se autoconvocó para el caso realiza investigaciones o atiende asuntos ambientales en el Conicet, las facultades de Bioquímica y Ciencias Biológicas, y de Agronomía de la Universidad del Litoral, la Universidad Autónoma de Entre Ríos y el Foro Ecologista de Paraná.
“Los incendios en los humedales del río Paraná han aumentado en intensidad y severidad, particularmente en el año 2020. El objetivo de este trabajo fue evaluar a corto y mediano plazo los efectos de los incendios intencionales sobre el suelo, vegetación y fauna de tetrápodos en 17 humedales distribuidos en áreas de influencia del río Paraná Medio durante julio y setiembre de 2020”, dice el documento divulgado en Córdoba.
Los expertos usaron imágenes de una misión satelital (Sentinel 2) que presta servicios para conocer la evolución de bosques o evaluar desastres naturales.
“Estos datos de campo fueron vinculados a análisis de índices espectrales (severidad de fuego normalizada e índice de vegetación normalizada) sobre la base de imágenes Sentinel-2. Se siguieron metodologías estándares para la recolección de datos de campo, evaluándose tipos de unidades ambientales afectadas por el fuego, profundidad de quema en el suelo, intensidad de quema, en especies leñosas, especies vegetales y faunísticas dominantemente afectadas”.
“Se evaluó la revegetación utilizando datos satelitales remotos, incluyéndose además observaciones in situ de resiliencia y/o resistencia y de ecología funcional de especies de vertebrados ‘facilitadores’”.
Evitar la extinción local
Otro documento dentro de la misma movida científica se titula “¿Regeneración natural o restauración activa en humedales del río Paraná afectados por incendios intencionales?”, así, entre signos de pregunta.
El estudio reconoce que en los humedales del río Paraná “el fuego se ha utilizado durante décadas para rebrote de hierbas para el ganado vacuno”, pero apunta que hay factores nuevos que no pueden ya ignorarse: “El desplazamiento de la ganadería por la agricultura extensiva ha generado un aumento de las cabezas de ganado que superan la capacidad de carga, proceso que junto con las especulaciones inmobiliarias han desatado incendios intencionales en los humedales en los últimos años”.
Ya con miras a la regeneración de la flora, podemos leer: “Se determinaron 13 especies afectadas por los incendios, siendo Albizia inundata (timbó blanco), Sapium haematospermum (curupí), Cortaderia selloana (cola de zorro) y Baccharis salicifolia (chilca) algunas de las especies con mayor porcentaje de mortalidad, daños en la corteza, raíces, rizomas y follaje. La profundidad de quema en la corteza de especies leñosas fue de 5-10 milímetros mientras que la altura de la llama fue de 2,97 metros. Se observaron frutos de A. inundata y Tessaria integrifolia (aliso de río) entre las cenizas, parcialmente quemados”.
“La mayor regeneración se observó en Sesbania virgata (rama negra) por desarrollo de plántulas mientras que en Cortaderia selloana (cola de zorro) y Croton urucurana (sangre de drago) presentaron rebrotes basales”.
“El escaso número de especies regeneradas indica en forma preliminar que las especies vegetales en los humedales no presentan estrategias adaptativas para incendios de distinta severidad e intensidad, resultados reforzados por los bajos valores de revegetación espectrales. Así, las actividades de restauración activa podrían necesitarse luego de la valoración anual y frecuencia de incendios. Se sugiere que el control y regulación de actividades ganaderas en estos humedales son urgentes para evitar extinciones locales de especies, agotamiento fisiológico de rebrote por cambios en el uso de estos suelos e incendios recurrentes, así como también por la disminución histórica del río Paraná”.
Combo fatal
Desde tiempos inmemoriales, el hombre quema pastizales en la zona para aprovechar los rebrotes. Hay relatos muy antiguos sobre el asunto del fuego y las humaredas.
“Las quemazones en el Entre Ríos han sido muy grandes en estos días pasados, y solo después de la lluvia de ayer se respira libremente en este pueblo”, escribía Giuseppe Garibaldi al ministro de Guerra y Marina del Uruguay en enero de 1846. Quince años antes, en 1830, Alcides D’Orbigny explicó el modo de renovar las pasturas en la zona con los incendios y se detuvo en los daños a las especies vegetales y animales.
Vale subrayar, entonces, lo que esta gente de la ciencia nos está diciendo hoy: si por siglos pudo ser preocupante, ahora es peor, porque, sobre la quema, suelen saturar las islas de vacunos, por caso. Veníamos mal con los incendios, y había que revertir esa costumbre, pero resulta que hoy las especies diversas se ven atacadas por varios flancos, y sus posibilidades de recuperación son escasas, en un tiempo y un espacio de degradación constante de la biodiversidad. Todo tiende, entonces, a la uniformidad.
Fecha de Publicación: 29/11/2021
Fuente: Diario Uno
Provincia/Región: Santa Fe – Entre Ríos