El estrés de la “burbuja pinchada”Cómo evitar transmitir la ansiedad a los más chicos
18 septiembre, 2021
La mayor circulación de virus estacionales obligaron a aislar más cursos. Es necesario mantener los cuidados sanitarios y adaptarse a los cambios de rutina frecuentes. Qué recomiendan los expertos
La baja de contagios por COVID-19 lleva 15 semanas consecutivas en la Argentina, y ese descenso de casos en la población general también se reflejó en las escuelas: desde que se implementó la presencialidad plena a principios de agosto, disminuyeron 28% los casos confirmados en las aulas.
Sin embargo, ese descenso de contagios no tuvo correlación con la cantidad de “burbujas pinchadas”, si cada curso es una burbuja sanitaria al detectarse un caso sospechoso, esa burbuja se pincha y se aisla.
En la ciudad de Buenos Aires, en agosto, se aisló un 97% más de cursos por casos sospechosos en relación a las cuatro semanas anteriores. Se pasó de 2.679 burbujas aisladas, en el mes previo al receso invernal, a 5.267. En las últimas horas, el gobierno porteño flexibilizó el protocolo escolar: ya no se suspenderán las clases presenciales en todo curso ante un caso sospechoso, el aislamiento se hará si el alumno aislado resulta positivo tras el testeo por COVID-19. De todos modos, cada jurisdicción adaptó los protocolos a su situación epidemiológica. En la mayoría del país, frente a un caso sospechoso se aísla al grado completo.
En ese mismo sentido, los colegios mantienen cierta discrecionalidad en la interpretación del protocolo, en muchas escuelas con la aparición de un solo síntoma, tos, dolor de cabeza o congestión nasal, se interrumpe la jornada escolar y llaman a todos los padres para que busquen a los chicos. El alumno con el síntoma debe hisoparse, y hasta el resultado negativo, todo el grupo queda aislado y con modalidad de clases virtuales.
“Es muy alta la posibilidad de que a partir de octubre empiece a circular la variante Delta, no vamos a poder evitar el brote por su alta contagiosidad, pero podemos reducir la magnitud” explicó a Infobae la doctora Angela Gentile, jefa del departamento de Epidemiología del Hospital pediátrico Ricardo Gutiérrez y agregó “es muy importante bajar la magnitud del brote, no tanto por el número de casos sino en relación a la gravedad y la cantidad de hospitalizaciones”.
En la Argentina, el Consejo Federal de Educación elaboró un protocolo de manejo y control del COVID-19 en establecimientos educativos (Resolución CFE N° 386/21), pero cada jurisdicción tiene la potestad de adaptarlo a su situación epidemiológica. Gentile señaló que “puede variaciones en el protocolo en cada una de las jurisdicciones en cuanto a la definición de caso sospechoso, la decisión de aislamiento del curso escolar y la posterior realización del testeo por COVID-19″.
“En algunos lugares, un solo síntoma puede tener criterio de caso sospechoso, se sensibiliza el concepto a lo más mínimo porque algunos distritos cuentan con análisis de laboratorio muy rápidos, y al haber una pronta devolución del resultado se puede activar el sistema de vigilancia temprana: detectar el caso, aislar y testear”, detalló Gentile.
Los virus estacionales que circularon en las últimas semanas y multiplicaron los aislamientos son, fundamentalmente, el virus respiratorio sincicial y el adenovirus, Gentile apuntó que todavía no está circulando con fuerza el virus de la influenza, el que provoca la gripe.
En diálogo con Infobae, la doctora Liliana Vázquez, miembro de la comisión de pediatría de la Sociedad Argentina de Infectología, remarcó que “estamos en un momento de incertidumbre epidemiológica, en especial por la inclusión de nuevas variantes alta contagiosidad. A diferencia del invierno anterior, cuando no había clases y regía el confinamiento estricto, estas últimas semanas empezaron a circular otros virus respiratorios en combinación con una baja en los contagios por COVID-19″.
El virus sincicial respiratorio es el prevalente en la población pediátrica porque domina cerca del 70% de casos de virus respiratorios, luego figuran el adenovirus y la influenza. Vázquez es contundente: “tenemos que mantener los cuidados, porque no sabemos que va a pasar mañana, debemos bajar el riesgo de circulación por que estamos en un momento de cambio epidemiológico”.
“La población pediátrica no es un grupo vulnerable a desarrollar formas severas de COVID-19, pero la estrategia de aislamiento y detección actúa como freno a la circulación del virus. Si pretendemos llegar al efecto rebaño, y tener más del 70% de la población general inmunizada, a ese horizonte solo llegamos si, además, vacunamos a los niños”, señaló Vázquez.
La doctora Gentile insistió en que la única forma de limitar un futuro brote de la variante Delta es rastrear y aislar a los casos sospechosos, limitar la circulación y avanzar con la vacunación: “El próximo paso es la vacunación pediátrica en niños y jóvenes de 12 a 17 años sin condiciones de riesgo y, cuando estén aprobadas por ANMAT, continuar con la aplicación en menores de 12″.
Presencialidad plena y cursos más numerosos multiplican las posibilidades de burbujas pinchadas. Esa alternancia sorpresiva de presencialidad y virtualidad provoca también cambios en la rutina en cada familia.
Consultada por Infobae, Laura Lewin, especialista en gestión educativa y neuroeducación, sostuvo que “estos son momentos de mucho crecimiento emocional para los adultos. Pero los niños y jóvenes también aprendieron, muchos de ellos desarrollaron el poder de la adaptación y la resiliencia: de la escuela a las clases remotas, de vuelta al colegio pero en burbujas, se vuelve a casa, luego regresan a la escuela todos juntos, se pincha la burbuja y de nuevo a casa”.
Lewin aportó herramientas para transitar la nueva normalidad: “Si bien los chicos poseen un nivel de adaptación muy grande, no debemos olvidarnos que son chicos y que la falta de estabilidad y de estructura los afecta. Es muy importante sostener rutinas en casa, rutinas que humanicen, que den un sentimiento de seguridad. Intentar mantener las cosas funcionando lo más normal posible, ayuda a nuestro bienestar emocional, que, a la vez, promueve el bienestar físico. Las rutinas nos ayudan a sostener una estructura en casa y a bajar la ansiedad. Además, nos dan una sensación de familiaridad y son reconfortantes, especialmente para los más chicos”.
“Los padres desempeñan un rol clave en el clima emocional del hogar. Somos influencers de nuestros hijos. Ellos están aprendiendo a transitar una crisis, y debemos enseñarles a hacerlo. Debemos estar calmos y cuidar lo que decimos pues oyen todo, aun cuando pensamos que no están escuchando. Si en casa los chicos escuchan que la familia no está de acuerdo con la decisión de volver a la escuela, o que su escuela no está en condiciones de recibirlos, claramente no tendrán la seguridad emocional necesaria para encarar el regreso”, explicó Lewin.
Enseñar a los hijos a “pensar en lo que piensan” y reformular pensamientos negativos en positivos es clave para atravesar los desafíos de la pandemia, sostuvo Lewin y remarcó: “El optimismo y la resiliencia son un binomio indisoluble. Si queremos que los chicos sean optimistas, debemos ayudarlos a enfocarse en lo bueno de las situaciones. A veces, sin querer, enviamos mensajes que, aunque sean silenciosos, son muy poderosos y solo crean un clima de estrés y angustia. Los chicos absorben la ansiedad y angustia de los adultos. El secreto detrás de hijos seguros son padres que han sabido conectarse con ellos, padres que han aprendido a responder en lugar de a reaccionar”.
Los infectólogos y especialistas en educación coincidieron en que es necesario mantener las medidas de cuidado, más frente a la inminente circulación comunitaria de la variante Delta. Debemos acostumbrarnos a cierres y asilamientos intermitentes para rastrear casos sospechosos y frenar la propagación del coronavirus. Esto implica burbujas pinchadas y cambio de rutinas. Por todo esto, es necesario manejar el estrés, tratar de tomar lo positivo de la situación para no trasladar la ansiedad a los más chicos, porque aún falta mucho, y la pandemia no terminó.