La sexóloga del momento y los secretos de su nuevo libroCómo barrer los peores mitos sexuales para “orgasmear” toda la vida
31 octubre, 2020
Cecilia Ce tiene casi 635.000 seguidores en Instagram. A diario, le plantean dudas que ella respondió en “Sexo, a todo ritmo”, uno de los e-books más leídos desde que empezó el aislamiento obligatorio. En una entrevista exclusiva, habla con Infobae acerca de su nuevo libro, “Carnaval toda la vida”. ¿Por qué ya no hablamos de frígidas? ¿Qué es la brecha orgásmica? ¿Y el sexo sustentable?
A mediados de mayo, en plena amargura por el aislamiento obligatorio, la sexóloga Cecilia Ce organizó un taller virtual al que llamó #Orgasmear. Lo había notado en las miles de consultas que recibía en su cuenta de Instagram: muchas mujeres tenían orgasmos cuando se masturbaban solas pero iban a los encuentros sexuales apostando a que la otra persona se ocupara del tema o -en el caso de las heterosexuales- esperando llegar al orgasmo a través de la penetración. Nadie sabía lo que era “la brecha orgásmica”, pocas se ocupaban de “autogestionarse el orgasmo” y, cuando no lo lograban, creían que tenían un desorden sexual. Los cupos para el taller se agotaron en un día.
De ahí, de los temas que aborda en su consultorio y de otras preguntas que le hacen sus casi 635.000 seguidores en Instagram salió la materia prima para su segundo libro “Carnaval toda la vida”, del que hoy habla en exclusiva con Infobae. El primero -«Sexo, ATR»- fue furor este año y la posicionó como “la sexóloga del momento”: desde marzo es el e-book más vendido en GooglePlay y el segundo más vendido en Bajalibros.
Cecilia Ce, que también es psicóloga, atiende a mujeres jóvenes y de más de 50 años. También a varones de veintipico que “lidian con las expectativas de rendimiento que les enseñó la escuela del porno” o vienen de otros sexólogos que les dicen “esto te pasa por acostarte con hombres”.
Por todas las etapas que suelen sucederse en la historia sexual de una persona (adolescencia, soltería, pareja, embarazo, puerperio, tercera edad), por todas las orientaciones sexuales y los géneros pasa “Carnaval toda la vida”, una especie de guía que busca barrer los mitos sexuales y ponerle a la sexualidad información no sólo vinculada al cuidado: información vinculada al placer.
-En el título del nuevo libro planteás “y vivamos una sexualidad libre y auténtica”. Hoy hablamos de relaciones no monogámicas, de diversidad sexual. ¿No la tenemos?
-Sí tenemos libertad en lo que podemos elegir y muchos, especialmente los más jóvenes, están con personas de diferente sexo sin enroscarse. Pero no somos libres de tabúes, de miedos, de inseguridades. Lo de vivir una sexualidad auténtica se refiere a romper con la idea de que la sexualidad es un guión igual para todos al que hay que responder: un guión que viene de la pornografía, de los medios, del boca en boca, de qué es la seducción según la publicidad. En realidad, es una construcción de cada uno de adentro hacia afuera, el tema es que hay que descubrirla.
-Hablás mucho de los mitos que siguen vigentes en todas las generaciones. ¿Cuáles te siguen asombrando?
-En base a ese guión se construyen muchos mitos: que el varón siempre tiene que querer, que tenés que tener el pene erecto, que si no hay penetración no es sexo, que tenés que llegar al orgasmo producto de la penetración, que si no terminó en un orgasmo algo salió mal, que la pareja que convive tiene que desear tres veces por semana, que el sexo tiene que ser espontáneo sino es un síntoma de que la pareja se está yendo al tacho, que si es planificado no cuenta, que tenés que tener una escena porno en la cocina, no importa si estás haciendo la comida y lidiando con los chicos. Que no se puede tener sexo en el embarazo (“¿qué pasa con la connotación de mujer deseada y deseante cuando elige ser madre? ¿por qué vemos en los medios fotos de modelos embarazadas posando con alas de ángel?”, pregunta en el libro), que los grandes ya no tienen sexo…
-Explicás que la falta de información es uno de los factores predisponentes para desarrollar un desorden sexual. ¿Por ejemplo?
-Por ejemplo, viene una mujer con anorgasmia (dificultad para alcanzar el orgasmo después de mucha estimulación) y lo primero que hacés es un recorrido por su historia psicosexual: ¿cómo fue su infancia? ¿su adolescencia? ¿qué lugar ocupó la religión? Lo que hacés es rastrear si tuvo educación o no o si hubo una educación desde el miedo y el control, porque esto inhibe la respuesta del placer. Hay mujeres que empiezan a masturbarse de grandes por esa educación restrictiva y en seguida, frente a la posibilidad del placer a solas, aparece el “eso no se hace”, “me da asco”, “es de sucia”, “me da rechazo”.
-Decís que las mujeres hétero cis fuimos educadas para complacer y no para pensar en nuestro propio placer.
-Sí, muchas mujeres hétero cis*, te dicen: “Yo no sé cómo moverme”, “dejo que el otro lo haga”, “me da vergüenza”. Esta cosa de pasividad, que el lugar de la mujer siempre es el de la belleza, el objeto que acompaña, aunque está demostrado científicamente que la mujer se excita más si mueve la pelvis que si sólo recibe estimulación del clítoris. Entonces les diría: sean protagonistas de sus orgasmos.
(* Así lo explica en el libro: Si tu sexo biológico coincide con el género en el que te identificás, es lo que se llama persona cisgénero. Es decir, si tengo sexo biológico femenino y me identifico como mujer, soy mujer cis. En cambio, si te identificás con un género diferente a tu sexo biológico, es lo que se dice transgénero).
-También sostenés que ya no podemos hablar de ciertos desórdenes sexuales sin perspectiva de género.
-En el libro uso este ejemplo: “No es lo mismo hablar de mujeres frígidas que hablar de mujeres oprimidas”. Lo que quiero decir es que hay muchísimas mujeres que fueron violentadas y sus cuerpos aprendieron a estar en alerta. A las que vienen y me dicen “soy frígida” les pregunto “cuando vos estás con un hombre en la cama, ¿te sentís relajada y segura?”. Si la respuesta es “no”, suelen ser personas que han vivido situaciones de no consentimiento. Entonces, no es que sos frígida, que no te calentás con nada, sino que viviste situaciones de violencia, aunque muchas sean sutiles y difíciles de reconocer.
-En el apartado “like a virgin” hablás del peso asignado a la virginidad y te posicionás fuertemente en contra de llevar o empujar a los varones “a debutar”.
-El concepto de virginidad es una construcción social, físicamente nada cambia después de haber tenido una penetración. Me parece muy fuerte que sea parte de una identidad, sos virgen o no, porque genera una presión social que lleva a menores y adolescentes a tener relaciones apuradas y muchas veces sin consentimiento. No me refiero sólo a cuando te lleva otro a debutar sino también a todo lo que unoo una todavía no quiere y hace igual sólo para salir de ese rótulo y no sentir que estás fallada/o.
-Dedicás una parte al deseo sexual y planteás que mujeres que conviven con hombres creen que, como “el otro siempre quiere”, si falta el deseo es un problema de ellas.
-Esta discrepancia en la forma de desear es uno de los grandes temas que trabajo con las parejas hétero cis. El hombre entra más fácilmente en el modo erótico porque culturalmente siempre lo tuvo más accesible. La mujer, en cambio, tiene la alerta del embarazo, la del riesgo de enfermedades, la de si disfruta o no, la de que su cuerpo no es como debería. Cuando empezás a rastrear, sí tiene deseo sólo que hay que ayudarla a que entre en la escena.
Una escena típica en una pareja conviviente es que están haciendo cualquier cosa y uno le manotea los genitales al otro. Hay personas a las que les resulta súper estimulante y hay quienes lo ven como algo invasivo, agresivo, fuera de contexto. Entonces, buscá el momento, no me hagas esto cuando estoy haciendo un millón de cosas y corriendo para organizar a los pibes. O dormí a los chicos vos entonces sí, cuando yo llegue a la cama también voy a estar fresca como una lechuga para tener sexo. Hay que ser más estratégico y dejar de creer que el sexo es un embole si es planificado. Es otro mito pensar que el sexo está bueno sólo si es espontáneo.
-Hablás de la importancia de salir del “coitocentrismo” y, en ciertos casos, indicás el “no coito”.
-El coitocentrismo es tomar como parámetro de la relación sexual tener coito pene-vagina, lo que refuerza aún más el modelo hétero normativo. Y parece que todo lo que queda por fuera es incompleto, por eso muchos creen que las lesbianas no tienen sexo. Entonces viene el “ayer salir con alguien, hicimos de todo pero no tuvimos sexo, no entiendo qué pasó”. Lo que no hubo fue penetración pero en el recorte es como si no existiera nada más. Cuando les indicás “no coito” corrés a la persona de este intento frustrado y le abrís la posibilidad de que salga de los genitales y explore el resto del cuerpo. Hay que hacer un gran trabajo para correr la sexualidad del pene, en todas las edades. Correrse de lo genital y poner el cuerpo entero es una clave para orgasemear mejor. El tema es que cuando les digo “no coito” me contestan “¿y entonces qué hago?”.
-¿Y qué les contestás?
-Tóquense todo el cuerpo. Empiecen con un masaje, en las manos, en los pies, en las pantorrillas. Pueden frotarse los genitales, véndense los ojos, acaríciense, usen el cuerpo entero. Claro que llevar esto al día a día, en la convivencia y con hijos no es tan fácil. Todo esto está reforzado por el nivel de ansiedad y de ritmo que tenemos, nos cuesta mucho bajar las revoluciones y entrar a la situación sexual más tranquilos. Por eso vamos rápido a los genitales, al orgasmo de descarga.
-En el libro hablás de “la brecha orgásmica”, qué es?
-En un estudio internacional se detectó que las mujeres cis heterosexuales son el grupo que menos orgasmos consigue en sus encuentros sexuales, a diferencia de mujeres que tenían relaciones con mujeres y de hombres que tenían relaciones con hombres. Lo primero que se desprende de ahí es que cuando hablamos de un pene y una vagina, las chances de tener un orgasmo bajan. Y en los encuentros en los que estas mujeres tenían más besos, estimulación genital manual y sexo oral además del coito vaginal, se acercaban más al orgasmo.
Cuenta en el libro: “El primer puesto en la repartición de orgasmos se lo llevan los hombres heterosexuales, con un porcentaje del 95 %, les siguen los gays (89 %), los varones bisexuales (88 %), las lesbianas (86%) y las mujeres bisexuales (66 %). En el último lugar tenemos a las (cis) mujeres heterosexuales con un 65 %”.
-Finalmente, dedicás un capítulo a abordar las formas en las que nos vinculamos.
-Sí, se llama “Vinculear” (risas). Estamos en un momento en el que se cuestiona todo lo establecido y me parece interesante no generar un nuevo mandato en donde la gente que es monógama se sienta culpable porque la posta es tener una relación abierta. Creo que la clave es construir relaciones a medida. O sea, acompañar a las personas a que se hagan preguntas sobre lo que sienten para encontrar la forma de relacionarse con responsabilidad afectiva.
Hoy genera mucho malestar el ghosting, esto de “te vi una vez y chau, te descarté, desaparecí sin decir nada”. Del otro lado hay una persona que se frustra y tiene una sensación de vacío que se rellena con la creencia de que la desaparición se debe a faltas propias, “¿qué hice mal?”. Entonces, mi propuesta es que, aunque se trate de un encuentro casual, ser responsable. No desaparecer sino decir lo que uno siente, “mirá, no me sentí cómodo”, ‘no estoy para esto», tratar al otro como a una persona. Por eso hablo de “sexo sustentable”, que es hacerlo a conciencia y no quemar el mercado. No dejarlo arruinado, no dejar roto al otro. No por tener sexo y porque haya más gente disponible te voy a usar sin importar cómo quedás mañana, solamente por ser productivo y sexualmente útil. Ey, paremos un poco.