Belleza de la semana6 grandes artistas mujeres cuyas obras fueron atribuidas a hombres
13 marzo, 2024
De Sofonisba Anguissola a Margaret Keane, un repaso por algunas de las creadoras que fueron invisibilizadas en la Historia del arte
Desde hace varios años ya existe un profundo revisionismo sobre el cuál fue el rol y, sobre todo, el espacio que se le otorga a las artistas en las lecturas históricas. Grandes muestras se han realizado a lo largo del mundo con esta mirada, incluso en Argentina se llevó adelante la excelente El canon accidental en el Bellas Artes en 2021. Eso no significó, sin embargo, que las artistas comenzaran a ocupar más espacio en las muestras permanentes.
Pasado el 8M, un repaso por algunas historias de artistas que desaparecieron del relato, algunos incluso por siglos, y que sus obras fueron atribuidas a artistas hombres:
La pintora renacentista (1535-1625) es reconocida por haber estableciendo nuevas reglas en el ámbito del retrato femenino, aunque por muchísimo tiempo cayó en el olvido y muchas de sus obras fueran atribuidas a otros grandes pinceles (masculinos) como Zurbarán, Tiziano o Alonso Sánchez Coello.
Sofonisba Anguissola fue una de las primeras mujeres en recibir una formación artística formal y su genio artístico la llevó, con solo 27 años, a la corte española, donde fue tutora de la reina Isabel de Valois y sirvió como pintora de la corte del rey Felipe II.
Muchos de estos trabajos, que no estaban firmados, datan de esa época, pero su rol era el “dama de honor”, no tenía un nombre propio per se, por lo que eso dificultó aún más la identificación de sus obras más adelante.
La cuestión es que Anguissola era el retratista “no oficial” de la corte, ya que el título oficial solo podía ser ocupado por un hombre, en este caso el bastante mediocre en comparación Sánchez Coello, quien en realidad fue su asistente principal y la ayudaba en realización de obras, pero no tenía poder decisión sobre ninguna de las más importantes.
Durante el siglo XVII, un incendio en la corte española destruyó la mayor parte de sus obras, por lo que las que se recuperaron pasaron directamente a la órbita de Sánchez Coello, equivocación que se mantuvo durante tres siglos.
Considerada como la primera pintora feminista de la historia, Gentileschi (1593-1653) estuvo durante la sombra de sus padre, Orazio, como de otros pintores muy menores de su entorno, también por siglos, y eso que fue la primera mujer de la historia en ser admitida (1617) en la entonces inaccesible Academia de las Artes y del Diseño de Florencia.
Cuando tenía 18 años, el pintor Agostino Tassi, su maestro y amigo de su padre, la violó, un suceso que según algunos especialistas consideran muy influyente tanto en su vida como en su pintura.
En las actas recogidas en Actes d´un procès pour viol en 1612 (Des Femmes), aparecen tanto la descripción del stupro, como la versión de su violador Tassi, que la acusa de ser una mujer amoral, por lo se que expone toda la humillación que significó para la arista aquel proceso.
La pintora barroca italiana comenzó a tener sobre el final del siglo pasado un reconocimiento por su mérito artístico a partir del descubrimiento de su firma en muchas obras que antes se atribuían a otros artistas.
Entre otros, se destacan los cuadros que hizo de Cleopatra, Judith y Betsabé, en los cuales algunos autores identificaron rasgos feministas. Firmó su primera obra en 1610, con 17 años. El cuadro, que se llama Susana y los viejos y es de la colección Schönborn, fue atribuido hasta la década de los ‘90 a su padre.
Esta obra, de hecho, incluso estuvo perdida, hasta que reapareció a finales del año pasado en un depósito del palacio de Hampton Court, en Inglaterra. La pieza se cree que fue encargada por Henrietta Maria, la esposa del rey Carlos I, que gobernó Inglaterra de 1629 a 1640. El cuadro representa la historia bíblica de Susana, sorprendida por dos hombres mientras se baña en su jardín y arroja luz sobre la estancia de la artista en Londres a finales de la década de 1630.
Judith Leyster
Leyster (1609–1660) fue una pintora del Siglo de Oro neerlandés, que realizó obras de género, retratos y bodegones, quien hasta 1893, casi dos siglos después de su vida, “dejó de existir”.
La mayoría de las 35 piezas que se conservan fueron atribuidas a su contemporáneo Frans Hals, porque tenían en común escenas joviales de género y con quien se cree que estudió alrededor de 1629, o a su marido, Jan Miense Molenaer. Su inexistencia hasta finales del XIX fue tan grande que aquellas que no fueron asignados a ninguno de los dos hombres simplemente quedaron sin atribuir.
En 1633, Leyster era miembro del sindicato de artistas, el Gremio de San Lucas de Haarlem, y fue, así, una de las pocas pintoras profesionales del Siglo de Oro. Dos años después, tuvo tres alumnos, por lo que se considera que su época gozó de una enorme reputación. Luego del casamiento con Molenaer (1636) su producción cayó y hoy se conocen pocas obras de este período.
Si bien no queda claro cómo fue la relación con Hals, si solo colegas o también profesor-alumna, sus obras son similares en contenido y técnica, ya que ambos artistas compartieron esa mirada descontracturada y utilizaban una pincelada suelta. Esto generó que muchos marchantes que adquirieron obras de Leyster falsearan la firma de la artista para cubrirla con la de Hals y así vender las piezas a un precio mucho mayor.
En 1893 dos marchantes de arte ingleses entraron en una disputa en torno al cuadro La pareja feliz. El comprador notó una firma extraña, forzada, y llevó el caso a los tribunales, sospechando una falsificación de arte. De esa denuncia se determinó que no era una pieza de Hals, sino de ella, Judith Leyster, quien por primera vez salía así a la luz.
Por supuesto, nadie se alegró por el descubrimiento de la artista, más bien se lamentó que la obra perdiese cotización, pero a partir de aquella disputa aparecieron sus primeras siete obras y hoy es uno de los nombres más destacados de aquel periodo.
Marie-Denise Villers
Villers (1774-1821) fue una destacada pintora neoclásica francesa y si bien nunca desapareció de la historia, una de sus obras más emblemáticas no le fue atribuida hasta dos siglos después.
Es el caso de Retrato de Charlotte du Val d’Ognes (1801), una obra a la que se consideró como realizada por Jacques-Louis David, quien fuera maestro de Marie-Denise, que fue adquirida por el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York en 1917.
La atribución errónea comenzó porque la propia familia del encargo aseguraba que era una pieza de la mano del maestro David, por lo que la autoría no estuvo en disputa por mucho tiempo. En 1951, el curador del MET, Charles Stirling, verificó que la pintura se exhibió por primera vez durante el Salón de París de 1801, año en que David boicoteó el evento, por lo que eso lo excluyó de la lista de autores potenciales.
En 1995, la historiadora del arte Margaret Oppenheimer, tras una larga investigación entre los registros de los estudiantes de David, concluyó que Marie-Denise Villers era la verdadera creadora del retrato. Sin embargo, no todos aceptaron este estudio de manera inmediata.
Fue otra historiadora, Anne Higonet, en 2011, quien argumentó que la pintura era un autorretrato del artista, y la familia Du Val d’Ognes la rebautizó como Retrato de Charlotte du Val d’Ognes solo después de la compra. Lo que respalda esto es que los rasgos de la modelo se parecen a la forma en que la se autorepresentó la hermana de Villers, Marie-Victoire Lemoine, también pintora.
Elsa von Freytag-Loringhoven (1874-1927) fue una destacada artista alemana de vanguardia, que trabajó en pintura, escultura, perfomance y poesía.
Si bien la artista se había desempeñado en Berlín y Múnich, donde desafió a los cánones de la época, fue a partir de su llegada a Nueva York cuando desarrolló su gran contribución a la historia del arte, contribución que aún en la actualidad sigue despertando críticas porque su significancia.
Asentada en el Village, la baronesa es la más dadá de todos los dadaístas, en un grupo que incluye no solo a Marcel Duchamp, sino también a los estadounidenses Man Ray, Beatrice Wood, Morton Schamberg y Florine Stettheimer, entre otros.
Realiza varios retratos dadaístas de la fotógrafa Berenice Abbott y para 1917, Elsa produce la primera escultura dadá estadounidense con una tubería encontrada en la calle que puso en pie sobre un pedestal de madera, a la que tituló God (Dios). La obra fue atribuida por décadas a Schamberg, quien la había fotografiado. Esto sucedió con varias obras cuya autoría aún está en discusión.
La discusión más importante gira en torno a si fue o no la “creadora” de La fuente atribuida a Duchamp. En 1917 un tal R. Mutt presentaba “La fuente” en la exposición de la Sociedad de Artistas Independientes de Nueva York. Y una revolución comenzaba.
La pieza readymade, un urinario a fin de cuentas, desafiaba la mirada sobre el arte, al enunciar que cualquier objeto cotidiano sacado de su contexto habitual y colocado en uno que lo validara podía considerarse una obra de arte.
La prueba más potente sobre que ella estuvo detrás de la idea viene de la mano del artista francés, quien en una carta a su hermana Suzanne, dos días después de que el urinario fuera rechazado, aseguró que no fue él sino una “amiga” quien había sido la responsable. Otro dato que inclina la balanza hacia la baronesa es que utilizaba el pseudónimo de R. Mutt durante su estancia en Filadelfia.
No hay que irse tan atrás en la historia del arte para que los problemas de atribución surjan. O, como en este caso, de apropiación. Margaret Keane (1927-2022) tenía diez años cuando empezó a recibir clases de dibujo en el Watkins Institute de Nashville, y ya de pequeña la conocían la iglesia local por sus bocetos de ángeles con grandes ojos.
En su segundo matrimonio con Walter Keane, un agente inmobiliario aficionado a pintar, comenzó a tener relativo éxito con sus obras de mujeres, niños y animales con ojos grandes y ya en los ‘60 las piezas eran ampliamente reproducidas en grabados y artículos para el hogar.
Así, su marido, comenzó a vender sus pinturas como propias sin su permiso, utilizando amenazas de violencia, abuso emocional e intimidación para mantenerla en silencio. Keane cerró su negocio inmobiliario y se dedicó a vender las obras de su esposa, los que firmaba como “Keane”. Para todo el mundo, él era el creador de las pintura.
Llegó un momento que mejoró su estilo y decidió cambiar la firma: “MDH Keane”, pero él amenazó con matarla, también a sus dos hijas. Fue recién en 1965 que consiguió el divorcio, pero estaba el problema con el derecho de autor de los cuadros.
Entonces Margaret desafió a Walter a que pintara frente al público en la San Francisco’s Union Square, pero él no se presentó. En 1986, tras una demanda, el jurado pidió a los dos que pintaran un cuadro con su estilo característico. Margaret lo hizo en 53 minutos, mientras que Walter adujo que dolores en el hombro lo imposibilitaban de la tarea. Su ex esposo tuvo que pagarle una retribución de 4 millones de dólares.
La historia se cuenta en la película Big Eyes, dirigida por Tim Burton, del año 2014, en la que Amy Adams interpretó a Margaret Keane y Christoph Waltz a Walter Keane.
(FUENTE: INFOBAE PorJuan Batalla)